jueves, 14 de enero de 2010

Solidaridad


Después de enterarme de que Brad y Angelina se solidarizaban con Haití, me he quedado mucho más tranquilo. Dónde va a parar. Consuela conocer que aunque los españoles somos supersuper solidarios, también hay otras personas en el ancho mundo con una irresistible tendencia hacia la filantropía. Además, quién no se conmovería ante la devastación de ese auténtico paraíso polinésico, de playas cálidas, aguas cristalinas y unos resorts del auténtico carajo que, para más inri, dejó inmortalizado el genial Van Gogh. Gauguin. ¿Cómo? Gauguin. ¿El de la oreja cortada? No, ése es Van Gogh. Ah. Y por cierto, te estás refiriendo a Tahití, darling. Ah, ok.

Como en tantas ocasiones, ha tenido que llegar la catástrofe para que el ojo de Mordor de la información dirija su foco hacia un país instalado en la miseria. Oye, cómo era la mora esa que hizo una huelga de hambre por algo del Sáhara o ajín. Heidegger, me parece. Eso, eso. Y, esos otros, los negritos, vaya, ¿seguirán matándose a machetazos? Qué va, algo dirían en la tele. Pues tienes razón Angelina, cómo se nota que vienes de familia de diaristas.

La historia de Haití, por desgracia, no tiene nada de original. Desde que hace 206 años, el general Jean Jacques Dessalines proclamara la independencia afirmando que el Acta de constitución hubiera debido escribirse sobre el pergamino de la piel de un blanco, el viaje de la excolonia francesa ha sido un perpetuo transitar entre los diferentes círculos del infierno. La corrupción, el despotismo, los golpes de Estado, las catástrofes naturales, una voraz deforestación que ha arrasado con el 98% de la superficie arbórea han llevado a la parte oriental de la antigua La Española a engrosar la parte de cola dentro del Índice de Desarrollo Humano: estremecedor pensar, a la vista de los datos y de las imágenes, cómo deben vivir los ciudadanos de alguno de los 27 países que aún se encuentran por debajo.

Sin embargo, los índices estadísticos no expresan demasiado. Es sabido que hay millones de pobres en el mundo, decenas de Estados fallidos, numerosos gobiernos cleptocráticos que actúan incluso con la connivencia de Occidente, de aquella parte del mundo cuyos habitantes ahora se encandalizan diciéndose pero cómo podían vivir ajín y a los que su clase política trata de consolar -haciendo gala de su elevada moral- haciendo llegar aviones con todo aquello que, igual no se habían dado cuenta, ya necesitaban antes del desastre: comida, medicinas, consuelo.

Ahora, desde las entrañas mismas de la tierra ha partido un grito que ha dado la vuelta al mundo, nada que ver con los gemidos apenas perceptibles para la comunidad internacional que le han reportado al país su interminable nómina de asesinatos, saqueos, invasiones y demás desastres “naturales” y que lo mantienen sumido en la extrema pobreza, sino de ese tipo cutre y sin brillo que no vende, que no da juego, que no convoca la atención ni de un maldito free lance por falta de compradores.

La espera, sin embargo, ha merecido la pena. En Japón un terremoto así habría sido casi inocuo. Aquí, sin embargo, podemos disfrutar de filas de cadáveres en las aceras, de estremecedoras brigadas caninas y, sobre todo, de la mirada de esa niña saliendo de entre los escombros que se te queda pegada como una costra en el alma.

Todo, pues, preparado. Solo falta que JorgeJavi y la madre de Andreíta preparen una edición especial de su programa desde las ruinas. Por Haití lo que haga falta.

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Recomendamos:
"Haití, de la catástrofe a la hecatombe" (fronterad)

3 comentarios:

J. R. P. dijo...

A la mayoría de la gente le cuesta verbalizar el horror. Yo me incluyo. Me atraganto incluso para decir ¡ay qué pena! Claro que, para decir eso, mejor no decir nada. Por eso, los famosos que se sienten "obligados" a pronunciarse (los intelectuales dejaron de hacerlo hace mucho, para no parecerse a los políticos) me dan asco. Si pueden ayudar, que ayuden y dejen de darse pisto. Enhorabuena por tu artículo. Una vez más, me MATÁSte, pibe.

Alberto Tarsicio dijo...

Lo de Haiti, duele demasiado como para poder decir nada.

Anónimo dijo...

Por esta vez lo haré al revés, no leeré su artículo pero sí le haré un comentario, este: Llevo días pasando de todas las noticias sobre Haití, las imágenes, las opiniones, las reflexiones. He apagado la tele, sintonizado otra emisora de radio y he cambiado de página web. Todo para evitar ser un oyente o televidente más que añadir a cualquiera de esas estadísticas o índices de cualquier clase que aumente cualquier tipo de audiencia sobre el desastre de Haití. Quizás, nadie comprenda mi actitud ni yo tampoco. Pero es que algo se me revela en mi interior ante tanta gente tan buena. Haití estaba ahí antes del terremoto como están ahí tantos en Africa, tantos America Central, tantos en Asía, tantos en Oceanía y tantos y tantos...

 
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