lunes, 2 de julio de 2012

Ante el dolor de los demás

Imagen de la versión cinematográfica de La carretera de Cormac McCarthy

Siempre surge el mismo dilema. Qué hacer frente al horror. ¿Debemos mirar para otro lado? No, claro, esto es moralmente inaceptable. ¿Entonces? ¿Hay que retratarlo, fotocopiarlo y más tarde repartirlo? ¿No es esto regodearse en el dolor? ¿No es obsceno? ¿No nos insensibiliza logrando lo contrario de lo que se pretende? ¿No es, pues, también éticamente reprobable?

Compleja cuestión que dejo apenas insinuada, aunque reconozco que cada vez más me inclino por la siguiente clase de respuestas (provenientes, además, en los dos casos, de personas que si bien en apariencia pudieran moverse por territorios alejados entre sí, han vivido muy de cerca grandes dramas humanos). La primera es de Susan Sontag y se encuentra en un librito al que vuelvo esporádicamente titulado Ante el dolor de los demás. Dice así:

La designación de un infierno nada nos dice, desde luego, sobre cómo sacar a la gente de ese infierno, cómo mitigar sus llamas. Con todo, parece un bien en sí mismo reconocer, haber ampliado nuestra noción de cuánto sufrimiento a causa de la perversidad humana hay en un mundo compartido con los demás. La persona que está perennemente sorprendida por la existencia de la depravación, que se muestra desilusionada (incluso incrédula) cuando se le presentan pruebas de lo que unos seres humanos son capaces de infligir a otros –en el sentido de crueldades horripilantes y directas-, no ha alcanzado la madurez moral o psicológica.

A partir de determinada edad nadie tiene derecho a semejante ingenuidad y superficialidad, a este grado de ignorancia o amnesia.

En la actualidad un enorme archivo de imágenes hace más difícil mantener este género de defecto moral. Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan. Aunque solo se trate de muestras y no consigan apenas abarcar la mayor parte de la realidad a que se refieren, cumplen no obstante una función esencial. Las imágenes dicen: Esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer, y quizá se ofrezcan a hacer, con entusiasmo, convencidos de que están en lo justo. No lo olvides.

Por su parte, Arturo Pérez Reverte, dedica su último artículo en XL Semanal a este enjundioso asunto sobre el que reflexionaba yo esta mañana después de haber visto algunas imágenes de animales heridos y achicharrados a causa de los primeros grandes incendios del verano en España. No desconozco que el cartagenero no estaba pensando en este tipo de "drama" al escribir su texto, incluso que servidor podría parecerle una especie de papanatas por apoyarse en sus experiencias y conclusiones para tratar de explicar qué sentía al ver a un grupo de ciervos y ardillas (no niños, ni mujeres embarazadas o ancianos) expuestas a un inexplicable y atroz apocalipsis. Pero, creo que esta circunstancia ni cambia la cuestión de fondo ni empaña la posible validez de los razonamientos esgrimidos. El artículo, que recomiendo vivamente, puede leerse íntegramente aquí. A modo de aperitivo destaco uno de los pasajes que más me han impresionado.

Por eso me da tanta risa torcida cuando al correo del lector de tal o cual periódico acude la peña con quejas. Si aquella foto debió publicarse entera o cortada, en primera o en páginas interiores. Si a la niña de catorce años violada y degollada deberían haberle tapado ustedes la cara para cumplir con las leyes de protección a la tierna infancia. Si la imagen de esa mujer destripada no lleva pie de foto con crítica explícita a la violencia machista.Si difundir la imagen de treinta cuerpos amontonados junto a una pared acribillada de impactos de bala supone una falta de respeto al dolor de sus familias. Y es que no se han enterado de nada, rediós. Esos menguados olvidan que la función de las imágenes de guerra atroces es precisamente ésa. Sacudir, atormentar, herir la sensibilidad del lector, del espectador, lo más que se pueda. Decirle: mira, gilipollas, esto es real. Así muere la gente cuando la matan.

En cualquier caso, está claro, que tenía razón Nietzsche cuando afirmaba que "hemos de parir continuamente nuestros pensamientos desde el fondo de nuestros dolores". Lo malo es que duele tanto...

1 comentario:

Anónimo dijo...
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