viernes, 7 de mayo de 2010

Con R de autoR


Hace unos días vi por televisión un reportaje acerca de una iniciativa artística “nacida de las redes sociales”. Arte abierto o colaborativo, creo que lo calificaban. Básicamente, la pieza nos mostraba a dos notas (también llamados sujetos) que habían realizado una convocatoria a través de Facebook para reclutar a un grupo de voluntarios dispuestos a participar en una obra colectiva, que no anónima, que recogería las, las, las ideas e inquietudes de toda esa masa creadora.

Los recursos del repor nos mostraban así a un unipinto club de jóvenas y jóvenes que “aportaban” su personal contribución a la obra. Unos recortaban, otros pegaban, otros hacían figuras de barro, y por supuesto estaban también quienes daban masajes en las cervicales a los sufridos compañeros y recogían el dinero para ir a comprar pizzas, qué digo pizzas, para llamar al teletoffou más cercano. Todo, claro, bajo la atenta supervisión de los dos inventores de la idea, esos mecenas del siglo XXI que sacrificaban lo que hiciera falta -la gloria, la fama, una estrella en Sunset Boulevard- en aras de un Arte anónimo, pero mayúsculo.

La leche, vamos.

El redactor nos presentaba “la cosa” como el último grito y no es para menos. Pero, confieso que uno debe de ser un anticuado, un petit-bourgeois, un apocalíptico decadente que se emociona con cosas como que hayan descubierto que lo que se había creído hasta ahora como una copia de la Virgen de la perla de Rafael (que se expone en el Museo del Prado), era en realidad un fragmento original del de Urbino, es más, uno de los últimos testimonios del genio del pintor.

La obra, que ya se ha bautizado como la Perla de Módena, y que fue pintada sobre una tabla de 35 x 30 centímetros, tuvo que ser muy valorada en el pasado. Así lo demostrarían el ostentoso marco que la guardaba, y el hecho de que fuera retocada en diversas ocasiones, a veces para adaptar el dulce rostro de la Virgen a las preferencias estéticas de cada momento.

Reza en la tumba del Sanzio en el Panteón de Roma: "Aquí yace aquel famoso Rafael, del cual la naturaleza temió ser conquistada mientras él vivió, y cuando murió creyó morir con él". Algún día puede que un Bembo 2.0 le dedique parejo epitafio a Facebook en el día de su muerte. Una cosa es segura. Que no será esta vez en latín.
 
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