lunes, 31 de diciembre de 2007

Blanca Navidad en la Costa del Sol (sin segundas, ¿eh?)

En un post anterior hice mención a la enorme granizada que había caído la pasada Nochebuena en Torre del Mar y otros puntos de la Axarquía malagueña. Los compañeros de la televisión Axarquía 24 (Vélez-Málaga) han preparado un pequeño vídeo con algunas de las imágenes tomadas durante una noche que los del lugar no olvidaremos fácilmente.


sábado, 29 de diciembre de 2007

Bush y la Ciencia infusa

Hay cosas que no cambian. Después del sabotaje estadounidense a la Cumbre de Bali, donde los intentos de Europa y otros países de poner freno al calentamiento global adoptando una serie de medidas dirigidas a reducir drásticamente las emisiones de c02 se dieron de bruces con la postura de boicot estadounidense, ahora acabamos de conocer que la administración Bush y el Congreso de la primera potencia mundial han acordado recortar gran parte del presupuesto en ciencia básica.

Entre los proyectos que sufrirán recortes para el 2008 se encuentra el del Colisionador lineal Internacional (ILC). El nuevo presupuesto hará que unos 200 miembros del Fermilab (Fermi National Accelerator Laboratory) sean despedidos en unos días y que otros tendrán que tomarse dos días mensuales de vacaciones obligatorios sin remunerar.

Por otra parte, la contribución de EEUU al ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor) se desploma pasando de los 160 millones presupuestados a sólo 10, dejando en mano del resto de socios internacionales la continuidad de un proyecto que para algunos podría ser una solución de futuro a la hora de cubrir las necesidades energéticas del planeta, ya que supondría la obtención de energía inagotable sin la creación de residuos nucleares de larga vida.

Algunos científicos ya han manifestado que este presupuesto –que contempla, por otro lado, incrementos en campos de investigación como las energías renovables o la partida destinada a la NASA- es el peor en ciencia básica que recuerdan y que es especialmente catastrófico en Física de altas energías. De hecho esta área sufrirá un recorte de un 8,5%, mientras que la investigación en fusión nuclear se reducirá un 10,2% respecto al año pasado. Además, a esta situación hay que añadir que desde hace un tiempo muchos departamentos de Ciencia de las universidades norteamericanas están pasando apuros a causa de la falta de presupuestos federales.

En definitiva, Bush, al que recordamos recomendando la enseñanza del llamado “diseño inteligente” –nueva forma de llamar al creacionismo bíblico con pretensiones pseudo-científicas- para que así los escolares puedan disponer de todos los elementos del “debate”, vuelve a demostrar que su atención está centrada en otras cosas. Y así, mientras que a resultas de la tan sangrienta como inútil “guerra contra el terror”, la industria armamentística y el presupuesto de Defensa norteamericanos no han dejado de crecer, la Ciencia ha sufrido la ignorante suficiencia pragmática (sic) de la clase política del país.

Así y todo, los states siguen demostrando su enorme potencial en todos los ámbitos, como se demuestra echando un vistazo a la lista de los 10 mayores avances científicos de 2007 -"un año asombroso para la ciencia"- publicados por la revista Wired (y que Miguel Artime ha traducido para su maikelnai´s blog).

10. Los transistores se miniaturizan aún más
9. Científicos clonan a un mono rhesus para producir células madre
8. Descubren planeta que podría albergar vida
7. Ingenieros crean material transparente tan fuerte como el acero
6. Analizan tejidos blandos en el fémur de tiranosaurio
5. Curan el síndrome de Rett en ratones de laboratorio
4. Enzimas que convierten cualquier tipo de sangre en O
3. Desentierran y analizan dinosaurio momificado
2. Los chimpancés usan lanzas para cazar
1. Investigadores convierten células cutáneas en células madre

El top 1 del ranking ha sido indiscutible en las diferentes listas que han sido publicadas en los últimos días, como la de la revista Time, sin ir más lejos.

viernes, 28 de diciembre de 2007

2007: breve crónica de un año

(Imagen de portada del anuario de El Avance, obra de José Gálvez)

Mi buen amigo Paco Gálvez me ha invitado un año más -creo que con éste son ya cinco- a escribir una pequeña crónica sobre algunos de los asuntos y personajes más destacados de 2007 para el semanario EL AVANCE de Vélez-Málaga. El anuario, centrado especialmente en lo local -que Gálvez ha vuelto a abordar (y a bordar)-, y con una espectacular portada de José Gálvez, ha salido este viernes, y creo que en general el resultado ha sido bastante bueno. En fin, para quienes siguen habitualmente este blog, reproduzco a continuación los artículos de Nacional e Internacional que gustosamente he tenido la oportunidad de escribir. Sé que se quedan muchas cosas fuera y que las tocadas son meros esbozos, pero aún así les invito a compartir conmigo parte del año que se va.

NACIONAL

Y eso que no nos interesa la política

El tema “estrella” del año, al igual que ha ocurrido a lo largo de toda la legislatura, fue el terrorismo. La ruptura de la tregua por parte de ETA y la sentencia del 11-M centraron la atención informativa

Según un informe publicado durante este 2007, los españoles somos los europeos a los que menos nos interesa la información política. De ser cierto este dato -y si nos creemos una encuesta habrá que hacer lo mismo con todas- tendremos igualmente que sostener que los periodistas españoles encabezan el ranking de los más tozudos de la Unión. Y es que pese a la general indiferencia ciudadana, la política ha vuelto a protagonizar un año más la primera plana de la actualidad en nuestro país.

Nada de particular si tenemos en cuenta que 2007 nos dejó unas elecciones municipales (las del 27 de mayo), que nunca supimos a ciencia cierta -ante la obcecación de unos y otros por arrogarse el triunfo- quién ganó; y entre cruce de vídeos acusadores y desproporcionadas campañas de propaganda, veía dar el pistoletazo de salida a las respectivas campañas de las elecciones autonómicas y nacionales que habrán de celebrarse el próximo 9 de marzo.

Terrorismo

Sin embargo, el tema “estrella” del año, tuvo el dudoso honor de ocuparlo el terrorismo. El preámbulo vivido la navidad pasada, cuando un día después de una angelical intervención de Zapatero, el aeropuerto de Barajas saltaba por los aires llevándose la vida de dos ciudadanos ecuatorianos, no hacía presagiar nada distinto. ETA rompía definitivamente la última de sus treguas-trampa y ponía sobre la cojitranca mesa de negociación dos nuevos muertos. Una vez más, un gobierno español había vuelto a tropezar en la misma piedra en forma de atentado y nos devolvía a todos a la realidad.

Casi un año después, y tras algunos intentos fallidos, ETA volvería a matar convirtiendo a los familiares de Fernando Trapero y Raúl Centeno, dos jóvenes guardias civiles que hacían seguimientos a los terroristas en Francia, en las últimas víctimas, de momento, de la sinrazón terrorista. Una situación, la del recrudecimiento de la barbarie etarra, condenada por todos “los demócratas”, pero que no ha impedido el anuncio por parte del siempre oportuno ‘lehendakari’ Ibarretxe de convocar una consulta popular el 25 de octubre de 2008 para “darle la voz al pueblo vasco”.

Pero, este 2007 también asistimos al último capítulo del siniestro culebrón urdido en torno al atentado terrorista más sangriento de nuestra historia. La sentencia por el 11-M acaparó la atención de los medios de comunicación durante meses y lejos de cerrar las heridas abiertas en la pugna politica sirvió -gracias a la labor de periódicos como El Mundo o emisoras como la COPE- para agudizar una crisis que presuntamente hundía sus raíces en la indeterminada “autoría intelectual” de los crímenes. Ni el hecho de que la sentencia del juez Bermúdez desmontara la manoseada participación de ETA en los atentados, consiguió apaciguar los ánimos de quienes en todo momento han pretendido ver tras el 11-M los hilos de una conspiración que nadie en su sano juicio podría intentar adjudicar a personajes como nuestro bisoño presidente del Gobierno.

Ataque al bolsillo

Sin embargo, al españolito de pie, lo que realmente le ha traído de cabeza este año ha sido la insoportable levedad de su cartera conforme el paso de los meses confirmaba que la tan anunciada como temida “crisis” económica (o “desaceleración”, que es mucho más fino) se hacía cada vez más evidente.

La subida de los tipos de interés, la ralentización del sector inmobiliario, y el aumento en el precio de los productos de primera necesidad (el pan, la leche, el pollo, los huevos...), sumado a los mensajes nada tranquilizadores de las principales instituciones económicas -manifiesto en la reiteración de términos como “incertidumbre” o “volatilidad”-, se han hecho sentir congelando a la par que nuestras cuentas, nuestra reciente “alegría” consumidora. Lavar y guardar la ropa se ha convertido en la nueva consigna. Al menos de momento. Efecto balsámico produce que las perspectivas de crecimiento se mantengan para el próximo año por encima del 3%, pero los últimos datos de empleo tampoco invitan a la euforia. En conclusión, el tan traído cambio de ciclo ha llegado. Como si no tuviéramos bastante con el famoso “climático”.

“Lejanías”

Y hablando de cambio, lo que hubieran dado en Cataluña por hacerse con una de esas “máquinas del cambiazo”, aquéllas que utilizaban Mortadelo y Filemón (personajes de Ibáñez que, por cierto, este año cumplían su 50º aniversario) y poder teletransportarse de un punto a otro de la ciudad sin tener que utilizar las tristemente célebres líneas de cercanías. Y es que los usuarios del transporte público en Cataluña han tenido que pagar con interminables retrasos y una buena ración de ‘gelocatiles’ las obras del AVE que pretendía arribar este año -como finalmente sí lo hizo en Valladolid o Málaga, con algún que otro problema- a Barcelona. La “broma” le ha costado a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez la reprobación por parte del Senado, y puede que a Zapatero un buen puñado de votos para las generales del imprescindible vivero del PSC en la ciudad condal. En todo caso, parece que pronto llegará el momento en que los sufridos ciudadanos de esta comunidad -a quienes la luz también les ha dado más de un quebradero de cabeza- puedan decir: “Y sin embargo se mueve”.

Aunque para cambiazo el de los trabajadores de Delphi, en Cádiz, que de un día para otro se quedaron sin trabajo.

Por qué no te callas

El Rey Juan Carlos y Javier Gómez Bermúdez han sido dos de los personajes del año. Sus actuaciones han sido motivo de encomio al tiempo que de controversia. Junto a ellos hay que añadir a la lista de celebridades del 2007 al piloto Fernando Alonso y a la modelo Elsa Pataky, entre otros.

Pues sí. 2007 ha sido en nuestro país el año de la Corona, la cual, acostumbrada a pasar como una figura meramente instrumental, ha cobrado un indudable protagonismo en la vida política y social española. El episodio ocurrido durante la última Cumbre Iberoamericana, al encararse el Rey Juan Carlos al bolivariano (ejem) Hugo Chávez, ha puesto de relieve la figura del monarca en un año en el que la familia real al completo ha dado mucho de que hablar. El nacimiento de la segunda hija de los príncipes de Asturias o la separación de los duques de Lugo han sido terreno abonado para la prensa rosa. Pero, sin duda, la polémica portada de El Jueves, que mostraba al heredero y su esposa en pleno acto sexual se ha llevado la palma. La judicialización de lo que, en todo caso, no fue más que una broma de mal gusto convirtió al número del semanario satírico en cuestión en objeto de coleccionista y abrió la espita a todos aquellos que hasta ahora habían considerado intocable a la institución.

Si el Rey era un personaje conocido al que hemos aprendido a observar desde una nueva óptica, en el juez Bermúdez encontramos a uno de esos nombres ajenos para el gran público que han alcanzado de golpe una gran relevancia. Su rostro y sus ademanes severos permanecerán por siempre asociados en nuestra mente al juicio por el atentado terrorista más sangriento de la historia de España. El proceso del 11-M ha catapultado a Bermúdez a la fama y, por si fuera poco, su esposa Elisa Beni, se ha encargado muy lucrativamente de seguir engordando la leyenda con la publicación de un libro que trataba de acercarnos al hombre detrás del juez, algo que no ha sentado muy bien a algunos magistrados ni a las propias víctimas.

Personaje del año ha sido también el simpático piloto asturiano Fernando Alonso. Su duelo con el inglés Lewis Hamilton llenó muchas horas de televisión antes de que McLaren terminara poniéndole el triunfo en bandeja al finlandés Raikonnen. Su esperada vuelta a Renault -en lo que supone el contrato más importante en la historia de la F1- volvió a ponerlo de actualidad tras finalizar una temporada para olvidar.

Pero, sin duda, una de las instantáneas más comentadas de 2007 ha tenido a una mujer por protagonista. Dicen que una imagen vale más que mil palabras y ahí ha estado Elsa Pataky, aunque involuntariamente, para demostrarlo. La modelo y ¿actriz? se convirtió en objeto de litigio entre dos revistas que pugnaron por ver quién la sacaba primero en cueros. Al final, Interviú se llevó el gato al agua. Y la Pataky, el cabreo de ver cómo era convertida en carne de póster de camionero... gratis.

El 2007 fue también el año en el que ocho turistas españoles eran asesinados por un grupo terrorista en Yemen; en el que aprendimos a ubicar Chad en el mapa merced a la detención y posterior liberación de los miembros de una tripulación española relacionados con una oscura operación humanitaria; en el que supimos que Maragall padecía Alzheimer y Magdalena Álvarez era reprobada por el Senado; en el que Barceló culminó sus trabajos en la catedral de Palma; en el que nos abandonaron Umbral, Fernán Gómez, Polanco, Carlos Llamas, Juan Antonio Cebrián...

INTERNACIONAL

De Lisboa a Bali pasando por Bagdad y Belfast

La formación de un Gobierno de Unidad entre unionistas y republicanos en el Ulster cierra una de las pagínas más sangrientas y oscuras de la reciente historia de Europa

Que Europa vuelva a ser noticia no deja de ser una buena noticia. Y este año el viejo continente ha hecho que volvamos la mirada sobre él, aunque no siempre para enseñarnos su mejor perfil, que también lo tiene.

El auge de la xenofobia en Suiza, al conseguir la Unión Democrática de Centro, partido de extrema derecha y discurso racista dirigido por el multimillonario Christoph Blocher, la victoria en las pasadas elecciones parlamentarias de octubre hacía que los observadores volvieran la mirada con inquietud hacia la confederación helvética. Sólo el varapalo sufrido, a su vez, por los hermanos Kaczinsky en las elecciones legislativas polacas –donde vencieron los liberales de la Plataforma Ciudadana- mitigó un tanto el efecto de ver de nuevo a la ultraderecha aupándose a las altas esferas del poder en el corazón del continente.

El fantasma de la xenofobia parece impregnar la sociedad europea, del mismo modo que la imagen de la reciente guerra en los Balcanes saltó en la cabeza de muchos al conocer que el camino hacia la independencia de Kosovo quedaba expedito a falta de un acuerdo consensuado entre las partes implicadas -entre ellas la Unión Europea. La provincia serbia cuenta de este modo los días que le restan hasta ver el nacimiento de su frágil estado, entre el rechazo de los defensores de la Gran Serbia, la negativa de Rusia y la preocupación de aquellos países que, como España, temen que la separación de Kosovo acreciente -si ello es posible- las reivindicaciones separatistas dentro sus propios territorios.

Pero, más allá de problemas “locales”, la Unión Europea ha logrado en este 2007 superar su enésima crisis en 50 años de historia de construcción política. El Tratado de Lisboa, suscrito en diciembre, no satisface a casi nadie y como ejercicio de estilo aún empeora su precedente constitucional. A nivel normativo es el fiel reflejo de esta Europa, compleja, dificultosa y contradictoria que nos ha tocado vivir, pero al menos representa una superación provisional de los obstáculos que habían embarrancado el proyecto europeo después del ‘no’ de Francia y Holanda a la malograda Constitución.

La Tierra espera

Mientras los europeos miraban con el rabillo del ojo a Lisboa, por las mismas fechas la atención mundial estaba puesta en Bali. La Tierra esperaba también su enésima oportunidad. Y así durante dos semanas los informativos abrieron a diario con los tímidos avances y los sonoros retrocesos de los políticos de todo el planeta que discutían las medidas a adoptar para hacer frente a un fenómeno, el cambio climático, que aún no quieren reconocer algunos científicos y, lo que es más preocupante, se niegan a admitir otros tantos políticos. Con la negativa de los países en vías de desarrollo a aceptar recortes en las emisiones de c02 y el rechazo frontal de los Estados Unidos a adoptar cualquier postura concreta, todo parecía abocado al desastre. Pero, a última hora, la presión de la Unión Europea y de otros estados consiguió sacarle a EE.UU el compromiso de que en 2009 volverían a poner sobre la mesa el asunto. Como el condenado que, enfundado en su uniforme naranja, es trasladado a causa de un aplazamiento de la ejecución de una celda a otra del corredor de la muerte, la Tierra también aguarda a que en este caso, el juez instructor, decida (o no) salvarle la vida.

En pie de guerra

Cuando nos encaminamos hacia el quinto aniversario de la triunfal entrada en Bagdad de los ejércitos aliados, la capital iraquí sigue representando el sangriento ejemplo de que la estrategia desencadenada por los EE.UU tras los atentados del 11-S era fatalmente errónea. Bien es cierto que los atentados en el antiguo feudo de Sadam se han reducido en el último trimestre pero ni los analistas más ilusos se encuentran en condiciones de afirmar que se ha avanzado de un modo importante en el camino hacia una normalización política. Ahí están Afganistán, Líbano, Pakistán -que cierra el año con el cobarde asesinato de Benazir Bhuto-, y cómo no, Palestina -si es que aún queda algo- para recordarnos cada día que la “guerra contra el terror” sólo ha servido para incrementar la cantidad de muerte, destrucción y dolor en unas regiones que viven desde hace décadas sumidas en la desesperación y el caos.

Más que empecinarnos en hablar de choque de civilizaciones (o de su antónimo “alianza”), va siendo hora de que los políticos vayan incluyendo en su diccionario los términos “cesión” o “negociación” y arrojen la retórica bélica al lugar del que no debió salir. Ya no se trata de vencedores o perdedores, ni de tratar de revivir ninguna cruzada, sino de acabar con el fanatismo, y para tal fin las bombas y ametralladoras ya han demostrado su escasa validez como medicina.

El caso del Ulster puede arrojarnos luz a este respecto. Tras 38 años de ocupación, los soldados del Reino Unido se retiraron el pasado mes de agosto de Irlanda del Norte tras duras negociaciones que se iniciaron casi diez años atrás con los acuerdos de Viernes Santo. El pasado 7 de marzo las urnas otorgaban a los unionistas del reverendo Ian Paisley 36 de los 108 escaños de la asamblea y al Sinn Fein, 28. Semanas más tarde Paisley era investido como primer ministro y el republicano, católico, y ex comandante del IRA, Martin MacGuinnes como su número dos en una Gobierno de Unidad impensable sólo unos meses antes.

Políticos al poder

Nicolas Sarkozy, Cristina Fernández de Kirchner, Vladimir Putin o Al Gore han sido algunos de los nombres propios de un año que ha vuelto a poner a la política y a los políticos en la primera línea de la actualidad

Durante algunos años, especialmente a raíz de la caída del telón de acero, algunos observadores señalaron -al margen del falaz “fin de la Historia” apuntado por algún hegeliano de segunda-, un declive de la política como esfera preeminente de poder, destacando el papel en la sombra que jugaban las grandes corporaciones y las multinaciones a la hora de tomar las decisiones verdaderamente relevantes. El 2007, sin embargo, ha supuesto una reivindicación de lo político, devolviéndole simbólicamente a primeros ministros y jefes de gobierno su rol principal como artífices, para bien y para mal, de los cambios sociales.

Mientras en Estados Unidos republicanos y demócratas buscan sus respectivos candidatos para unas elecciones presidenciales, las del año que viene, en las que los segundos parecen partir con ventaja, independientemente de si consiguen poner a la primera mujer (Hillary Clinton) o al primer negro (Barack Obama) en la Casa Blanca, el cambio al frente del Elíseo ha supuesto, para nuestra vecina Francia, la coronación (en ningún lugar una República otorga tanto poder a un jefe de estado) de Nicolas Sarkozy. El presidente francés, que derrotó a la socialista Ségòlene Royal en una elecciones con una altísima participación, encarna la figura -aunque en versión chulesca- del líder carismático europeo, tipo Mitterrand, Köhl, Thatcher o González.

Su magnetismo personal le ha llevado a convertirse en foco de interés para la prensa rosa, merced a su sonada separación -justo tras ganar las elecciones- y a su posterior relación (qué fuerte-qué fuerte) con la ex-modelo y ¿cantante? Carla Bruni.

A medio camino entre el amarillismo y la política, Argentina ha protagonizado un doble hito. Con Cristina (Fernández) el país sudamericano ha aupado por primera vez por medio de las urnas a una mujer a la jefatura del Estado, al tiempo que ofrecía un ejemplo único de traspaso de poderes por vía familiar, en este caso, marido-esposa, garantizando la continuidad del proyecto peronista-kirchnerista.

Uno que no llega, es más, que amenaza con no irse, es Putin, alias ‘el zar’. Elegido por la revista People como “personaje del año”, el ex-KGB ha devuelto a Rusia su status de potencia mundial. De su influencia en materia energética hace tiempo que se dieron cuenta en Europa, pero más allá de su potencial la Rusia de Putin ha decidido quitarse sus complejos para decir “Aquí estamos”. Pese a quien pese.

Pero este breve repaso a la actualidad del año estaría incompleto sin mencionar a la figura de Al Gore. En 2007, el ex-vicepresidente de los EE.UU se ha confirmado como la gran estrella del ecologismo mundial. Mesías del medioambientalismo para unos, impostor posmoderno para otros tantos, Gore, al que se le concedía ‘ex-aequo’ el Nobel de la Paz, ha estado en el centro de todos los debates y polémicas en torno a la lucha contra el calentamiento global. Su documental ‘Una verdad incómoda’ era reconocido este año con un óscar y comprado por el Gobierno español a un precio cinco euros por encima de su valor de mercado.

martes, 25 de diciembre de 2007

Impresiones de Navidad

Cada año me coge más desprevenido la Navidad. Vamos, que su llegada de un tiempo a esta parte es inversamente proporcional a mis ganas de que llegue. Porque uno no pasa por la Navidad, sino que es ésta la que nos pasa por encima como una apisonadora. Y es que por ateo o agnóstico que se sea es imposible no terminar formando parte de ella. Es como pasar en Sevilla una Semana Santa. Por mucho que te escondas tarde o temprano terminarás con la ropa oliéndote a incienso y el ojo incrustado en la punta de un capirote (mejor ahí que en el pábilo de una vela, ¿no?).
Sin embargo, supongo que con los años uno se acostumbra a sus alergias. Tras una primera fase infantil de euforia, como la que caracteriza al que se ha criado en una de esas familias “de toda la vida”, viene el rechazo. Si has superado sin traumas el descubrimiento de que tus padres son los Reyes tarde o temprano algo o alguien vendrá a dar argumentos para la fase de desencanto. En mi caso fue descubrir que había quien se iba al otro barrio poniéndole las luces al Belén. Macabro, ¿no? Y así, de esperar con anhelo la llegada del puente de la Constitución para inundar de bolas de colores la casa uno termina entendiendo la Navidad como uno de los personajes de A casa por vacaciones de Jodie Foster (aunque ellos celebran el Día de Acción de Gracias, qué más da).
Pero, ya digo, esta etapa también pasa. Aunque sea por no parecer un ‘esaborío’. Y uno acaba cogiéndole cierto placer morboso a las cenas familiares, al Belén con un niño Jesús sin brazos en la chimenea (“¿Y si la encendemos, cariño?”), a gozar de una salud espléndida el día de la lotería, y especialmente a los ritos televisivos, tanto, que hasta termina uno por indignarse cuando estos desaparecen. Ays, aquellos tiempos en los que uno aguardaba las vacaciones para volver a ver Lo que el viento se llevó, Casablanca, Dr. Zhivago, o, cómo no, Qué bello es vivir. No hace tanto tiempo de esto. Vamos, que el vídeo ya era algo generalizado en muchas casas, pero la gracia residía en ver todas estas pelis en familia, con los primos venidos del quinto pino relegándonos a los brazos del sofá (“que para una vez que vienen…”), con interminables bloques de anuncios formando cola en la puerta del baño, la boca llena de mazapanes y el estornudo presto a causa del polvillo de las hojaldrinas.

De pronto, hemos descubierto que el nacimiento de Jesucristo –que ya sabemos que no fue un 24 de diciembre-, lo que cuentan los evangelios, la misa del gallo y demás gaitas nos traen al pairo pero que sentimos la urgencia de ver a James Stewart tirándose por un puente o a Humphrey Bogart más triste que la hija de Juan Simón lanzando rayos de tebeo al insoportablemente buena persona de Victor Laszlo –y ya me dirán qué tiene que ver una peli de los años 40 sobre la resistencia francesa con la Navidad (lo mismo, me dirán que Lawrence de Arabia con la Semana Santa).

Por eso, este año, y pese a que como he dicho al principio, la Navidad me hubiera cogido a contrapié, y hayamos puesto los adornos (vaya, yo no, Mari Carmen) cuando ya sabíamos que tampoco esta vez nos iba a tocar el gordo, esperaba también mi ración anual en forma de peli cursi a “anque” fuera en versión de pesadilla navideña burtoniana.


Así, y cuando ya iba cual Pablo cabalgando descreído por el desierto, cayó en mi pueblo la mayor granizada que los mayores del lugar (mi suegra, sin ir más lejos) recuerdan. Y hete aquí que yo, con años para alicatar dos cuartos de baño, incluido el gresite de las duchas, me vi tirando bolas de granizo que como níveas bombas de racimo se descuajeringaban (sin llegar nunca al objetivo, esto es, mi sufrida novia) sobre el manto blanco que cubría las calles de mi barrio. La navidad había llegado a la ciudad. Al día siguiente Vélez-Málaga saldría en los informativos y tendríamos que recoger las ramas destrozadas por tan mágica visita.

Pero, la Nochebuena televisiva aún nos tenía preparada una sorpresa. En medio de tanto refrito navideño, de programas especiales grabados semanas atrás, Cuatro tuvo el acierto de pasar (eso sí a las 2 de la mañana) La vida de Brian, la iconoclasta mirada de los Monty Python sobre la historia en este caso de un salvador involuntario elevado a Mesías por una turba de judíos alucinados en tiempos de Pilatos. La vida de Brian me parece ahora –como algunos de los trabajos más logrados del grupo inglés, El sentido de la vida, sin ir más lejos -una cinta brillante, pero tengo que reconocer que, como en otras tantas ocasiones en mi vida, tuve que darle más de una oportunidad a la película antes de considerarla como “una de las mías”.

Como el agua del mar con los guijarros de la playa, así el paso del tiempo va eliminado ciertas resistencias que debo atribuir a los mil y un prejuicios heredados de una educación “moralmente” estricta. Así, lo que en una primer acercamiento se me había antojado como un escándalo, poco a poco me fue pareciendo una muestra mayúscula de humor e ingenio. Escenas como las que nos muestran a Brian siendo obligado por unos centuriones a repetir cien veces una pintada que "invita" a los romanos a marcharse de Jerusalén ("Romanes Eunt Domus"), y todo porque la frase estaba mal declinada; o aquella en la que el mismo protagonista es obligado por un mercader a regatear cuando está dispuesto a darle el precio real del producto, forman parte de la mejor antología del género de comedia en el cine.

Y constituyen desde luego un antídoto contra el espíritu de seriedad con el que tantas veces se quiere rodear la desconocida existencia de uno de los personajes más influyentes y a la vez enigmáticos de la humanidad. Sin ir más lejos, también en Cuatro, Iker Jiménez preparó para la noche del día de Navidad un especial que quería mostrarnos al Jesús más oculto. Ése cuya vida recrean más de 50 evangelios, entre ellos los cuatro oficiales, y que trae de cabeza a los tripulantes de la “nave del misterio”. Imagínense. A través de un vídeo se recrea un pasaje del Evangelio apócrifo de un tal Tomás ‘el filósofo’. En la dramatización se ve a un niño rubio y blanquito como un noruego pero con ropajes presuntamente judaicos del siglo I fulminando (“secando”, en sentido literal) con sus poderes a otro pobre chaval que ha decidido llevarle la contraria. Al niño se le queda la cara como el parto de un gremlin. En la siguiente escena los padres del muchacho van y reprenden a José y María como diciéndoles: "¡Hay que ver tu niño la mala leshe que manea!" Por si fuera poco, me entero después de que el buey y la mula no aparecen en los evangelios sino que alguien se los inventa en el siglo VII. Qué revelaciones más terribles.

En fin, decido terminar el puente, y mientras voy asaltando de forma intermitente la cesta de dulces navideños –debo preguntarle a Iker si los Ferrero Rocher son o no canónicos- escribo estas impresiones al tiempo que escucho a Oscar Peterson interpretando a Gershwin. Otro que nos abandona en este infausto año. Y es que la Navidad, como la naturaleza, es neutral.

Por eso Belén es un pueblo ruinoso de un país en ruinas. Y a mí se me han acabado las sales de frutas.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Poemas desde Guantánamo

Poema de muerte
"Tomad mi sangre./Tomad mi sudario de muerte y/Lo que queda de mi cuerpo. /Tomad fotografías de mi cadáver en la tumba, solo. /Enviádselas al mundo, /A los jueces y /A la gente con conciencia, /Enviadlas a los hombres de principios y mente justa. /Y dejad que carguen con su culpa, ante el mundo, /Por este alma inocente. / Dejad que pese sobre ellos, ante sus hijos y ante la historia, /Este alma inocente destruida, / Este alma que ha sufrido a manos de los "protectores de la paz"."

Este poema fue escrito desde la prisión de Guantánamo. Su autor es Jumah al Dossari, arrestado en Pakistán, y confinando en una celda de aislamiento desde 2003. Tiene 33 años, y ha intentado suicidarse 12 veces desde que está internado en este círculo del infierno que cada día siguen trazando en aras de la libertad los Estados Unidos . “El propósito de Guantánamo es destruir a la gente, y a mí me ha destruido”, dicen que contaba en una carta escrita en 2005.

Este año una editorial estadounidense publicaba una antología titulada Poemas de Guantánamo: la voz de los detenidos. Los poemas, que tras su publicación en EEUU por la Universidad de Iowa han sido presentados hace unos días en el Reino Unido, fueron recopilados por Marc Falkoff, profesor norteamericano de Derecho, doctorado en Literatura, que dirige la defensa de 17 presos yemeníes y que ha visitado en una decena de ocasiones Guantánamo. La dedicatoria del libro reza: "A mis amigos al otro lado de la alambrada".

Cuentan que fue en verano de 2005 cuando sus clientes le enviaron por primera vez dos poemas, escritos en árabe, incluidos en sus cartas. Falkoff se puso en contacto con otros abogados, y descubrió que ellos también habían recibido poemas. De forma clandestina, claro. Pues para el Pentágono, la poesía supone un riesgo extraordinario, de forma que no está permitido filtrarla fuera de la prisión "en su forma y lenguaje original". El Pentágono ni siquiera les permite a sus prisioneros, muchos de los cuales permanecen todavía encerrados sin derecho a juicio tras las detenciones que siguieron a los atentados del 11-S, tener acceso a bolígrafo y papel. De ahí que tuvieran que recurrir a guijarros para inscribir sus palabras en recipientes que solían acabar “confiscados” o en la basura, junto a los otros despojos de sus existencias marchitas.


Usama Abu Kabir (traducción de Caty R.), jordano, más de cuatro años en Guantánamo:

Es verdad
"¿Es verdad que sigue naciendo la hierba después de la lluvia? / ¿Que renacen las flores en primavera? /¿Es verdad que las aves retornan a sus nidos? /¿Que los salmones de nuevo remontan los ríos? /¿Es verdad? Sí, es verdad. Son milagros. /Y es verdad que un día saldremos de Guantánamo. /¿Es verdad que volveremos algún día a nuestra casa? /Navego por mis sueños y veo mi hogar. /Quiero estar con mis hijos que son parte de mí. /Ver de nuevo a mi esposa y a todos los que quiero."

Quiero estar con mis padres que amo más que a nadie en el mundo. /Sueño con mi hogar, sueño con librarme de esta jaula. /¿Me entiendes, juez, oyes aunque sólo sea el sonido de mi voz? /Somos inocentes, no hemos cometido ningún delito. /¡Libérame! / ¡Libéranos! /¡Para que la justicia y la compasión continúen existiendo en este mundo!

Así hasta 22 poemas escritos por hombres como el saudí Siddiq Turkestani, que tras ser detenido y torturado por miembros de Al Qaeda hasta que “confesó” haber conspirado para matar a Osama Bin Laden -¿no recuerda esto demasiado a los procesos de la URSS en 1937?- acabó preso en Guantánamo a pesar de que los servicios secretos estadounidenses le habían prometido “una rápida liberación” tras conocer su historia.

Desde el año 2002, más de setecientas han sido retenidas en el centro de detenidos de Guantánamo (Cuba). Según el Departmento de Defensa algo más de la mitad han sido acusados de "comter algún acto hostil contra los Estados Unidos o sus aliados en el marco de la "war on terror".

Ahora, con estos poemas, “Al final, Guantánamo ha encontrado su voz" (Gore Vidal).

martes, 18 de diciembre de 2007

Acuerdos "de mínimos"


Fácilmente puede haber sido una de las expresiones de más amplia difusión durante los últimos días. “De mínimos”. Un latiguillo convertido en latigazo para muchos de los que, aunque traspasados por un cómodo escepticismo, teníamos puestas nuestras esperanzas en lo que unos señores bien vestidos y mejor comidos se aprestaban a hacer en dos lugares que queríamos ver convertidos en puntos cardinales de nuestro particular catecismo moderno –lugares en los que creer, por los que seguir creyendo en lo mejor de nuestra especie: Lisboa y Bali. Pero, no pudo ser.

Lisboa

En la capital lusa trató de escenificarse la reconciliación europea. Pocos sitios más apropiados. Lisboa, asomada al mar, tendiendo un inmenso puente azul hacia América, y con el cordón umbilical del mismo color representado por el Tajo –el Tejo de todos los fados- atado a Europa tierra adentro. Lisboa. Tierra de descubridores. De descubrimiento. Tras largos años de zozobra, los políticos europeos querían dar por zanjada la enésima crisis de la Unión antes de que expirara el año del 50º aniversario de su fundación. ¿El resultado? Para algunos, como Timothy Garton Ash, una porquería: “175 páginas de texto, más 86 de los protocolos de acompañamiento, un anexo de 25 páginas que vuelven a numerar los artículos de los tratados existentes, y un "acta final" de 26 páginas que incluye nada menos que 65 "declaraciones" separadas”. O sea, un lío, y lo más alejado posible –nosotros, nietos de Goethe y Kant, herederos de Voltaire y Rousseau, descendientes de Pascal, Montaigne y Spinoza, hijos de Tocqueville y Max Weber, de Stephan Zweig y Walter Benjamin -de constituciones como la de los Estados Unidos. “Resulta doloroso recordar –dice Garton Ash- que hubo un tiempo en el que nuestra Constitución quería ser lo mismo que la estadounidense: una afirmación noble e inequívoca de lo que es nuestra Unión, cómo funciona y qué valores representa, en una prosa enérgica”.

Al final, ni “afirmación noble” ni “prosa enérgica”. Sino un batiburrillo en el que algunos estados afirman que les satisfacen los símbolos (bandera, himno, lema) y otros no; en el que la Carta de Derechos fundamentales será de aplicación legal en todos los Estados miembros, menos en Reino Unido; y que sin duda dista mucho de acercar la Unión Europea a los ciudadanos. Un perímetro de seguridad de 200 metros impidiendo acercarse a personas extrañas a la organización al Monasterio de los Jerónimos representaba la mejor imagen de esto que estamos diciendo.

Esto no quita que el Tratado suponga a su entrada en vigor -suponiendo que lo ratifiquen los 27 Estados miembros en enero de 2009 (Irlanda deberá hacerlo mediante referendo)- dar un pasito adelante en algunos aspectos : elimina el derecho de veto en 40 áreas, entre ellas las políticas de inmigración y cooperación policial y judicial, refuerza la presidencia, que pasa a tener un mandato de dos años y medio y acaba con las rotaciones cada seis meses; e incorpora la figura de un ministro de Exteriores. En definitiva un “acuerdo de mínimos” que algunos dan por bueno y que a la mayoría de los cuatrocientos millones de ciudadanos de los 27 países miembros -¿cuántos de ellos podrían responder a la pregunta de cuántos estados integran la UE?- les trae “al pairo”.


Bali


Pídelo todo para obtener la mitad. Rechaza dar nada para dar la mitad. Pero, ¿qué ocurre si es la principal potencia mundial la que está sentada a la mesa de negociación? Que la máxima se transforma en: “no transijas en nada, hasta el último momento, y cuando veas que todos están en tu contra, ofrece un diezmo. Esto será menos de lo que estarías dispuesto a dar, si no fuera porque eres la primera potencia mundial. Y encima te lo agradecerán.” Estados Unidos se había cerrando en banda durante dos semanas. No sólo no aceptaba fijar plazo alguno para la reducción de sus gases contaminantes sino que parecía dispuesto a abandonar la cumbre de Bali sin ningún compromiso de ningún tipo. De ahí que cuando “in extremis” decidió sumarse a la nueva “hoja de ruta” todos quisieron ver que el gigante había cedido. Pura ilusión. Lo único que Estados Unidos ha aceptado es volver a reunirse dentro de dos años para volver a hablar de lo mismo: de la necesidad de reemplazar el fallido protocolo de Kyoto por otro que realmente plante cara al problema del calentamiento global. O sea, Estados Unidos ha conseguido postergar la resolución de uno de los más urgentes asuntos que ocupan al ser humano en nuestro tiempo y que encima le aplaudan por ello. “Paula Dobriansky (delegada de EE.UU) tomó la palabra y dijo: ‘Aceptamos la proposición porque nosotros hemos venido también aquí con espíritu constructivo’. Fue cuando, por primera vez, se ha oído una ovación a la delegación de EEUU”. Magnífico.

Aunque, ¿se podía esperar otra cosa? La noche antes de este teatral desenlace –¿no decían que los guionistas norteamericanos estaban huelga?-, en un debate en la cadena SER en el que se analizaba la importancia de las decisiones que podían tomarse en este cumbre, un tipo que decía representar a no sé qué grupo conservador de los EE.UU entraba en antena desde Washington para afirmar que eso del cambio climático era “algo no demostrado”, que no se podían tomar decisiones “precipitadas” y que se estaba cayendo en el alarmismo.

A río revuelto, ya se sabe, y desde ámbitos “anti-ecologistas” (sic) se aprovechaba para señalar el colmo del esperpento en torno a la cumbre de Bali: La Cumbre de Bali generará tanto CO2 como 20.000 coches en un año.

Como dice Juan Varela en su blog: “La Tierra tendrá que esperar”.

viernes, 14 de diciembre de 2007

El destino de Kosovo


Imagen del cartel de presentación del documental Kosovo. La última cicatriz de los Balcanes de Juan Antonio Moreno

Las raíces de los conflictos, de los odios enconados, de las luchas políticas y sociales en los Balcanes hay que ir a buscarlas muy lejos, al menos hasta al siglo VI, cuando diferentes tribus eslavas procedentes de las estepas orientales se trasladaron a las tierras que con los siglos recibirían el nombre de Yugoslavia.

Los eslovenos, en el norte, se convirtieron mayoritariamente al catolicismo romano en el siglo VIII; los croatas se hicieron también católicos durante el siglo X y al igual que los eslovenos formaron parte del Imperio de los Habsburgo hasta la I Guerra Mundial; los serbios adoptaron el rito ortodoxo en el siglo IX y, aunque bajo protección rusa nacieron como reino a finales del XIX, permanecieron bajo dominio turco durante casi seiscientos años; los montenegrinos, por su parte, aunque originalmente serbios, como los bosnios, lograron escapar del avance turco y establecerse en una región montañosa como monarquía independiente; a su vez, los bosnios se dividieron entre aquellos musumanes (bosniaks) y los que conservaron su identidad serbia de cristianos ortodoxos (serbo-bosnios); los macedonios fueron conquistados por los otomanos en el siglo X aunque con anterioridad habían formado parte de un imperio con los búlgaros; los albaneses, por fin, pueblo de mayoría musulmana, obtuvieron su independencia del imperio otomano a principios del siglo XX y aunque la mayoría de ellos vive en Albania muchos han estado radicados durante siglos en la región de Kosovo (Serbia).

Un lío tremendo, ¿verdad? Pero, si no tenemos en cuenta la complejidad de los procesos históricos que se han desarrollado en este lugar del globo, no podremos entender mínimamente el proceso de independencia de Kosovo, la cuna cultural y religiosa -dicen los más fervorosos- de la Gran Serbia que empezó a formarse tras la Gran Guerra y que Milosevic intentó conservar a toda costa por medio de la opresión, la guerra, el exterminio, tras la disgregación que se produjo a la muerte de Tito, el líder supremo del país.

Desde el final de la guerra en los Balcanes, la región de Kosovo ha vivido bajo un régimen de protectorado internacional bajo mando de la OTAN. El principal objetivo de las fuerzas desplegadas ha sido el de evitar nuevos brotes de violencia y especialmente proteger a los serbios de las represalias de la población albano-kosovar ante la amenaza de que revirtiera la “limpieza étnica” ensayada por Milosevic.

La herida supurante de Kosovo dista de cerrarse y hoy chipriotas, eslovacos, rumanos y españoles -y rusos, por otros motivos- observan con recelo la irreversible separación de esta provincia. En el aire está la pregunta: ¿Quiénes serán los siguientes? Además, que ésta se haya producido sin que todas las partes de hayan puesto de acuerdo vuelve a poner de relieve la incapacidad de Europa para dirimir conflictos en el corazón mismo de su territorio.

En Serbia los ultranacionalistas no se resignarán fácilmente. De modo que los politicos europeos parecen dispuestos a canjear la independencia a cambio de abrir sus puertas. La UE ofrece a Belgrado acelerar la adhesión si permite a los kosovares independizarse.

Se trata de evitar a toda costa una nueva tragedia. Porque el fantasma del miedo recorre Europa. Pero, de su mano, camina también, débilmente, el de la esperanza. Al fin y al cabo, los pueblos tienen el derecho de ir forjando su propio destino.

martes, 11 de diciembre de 2007

El hombre del salto de Don DeLillo


Don Delillo
El hombre del salto
Traducción de Ramón Buenaventura
Seix Barral, Barcelona, 2007

“Un ‘miembro fantasma’, según lo definen los neurólogos, consiste en “un recuerdo o imagen persistente de una parte del cuerpo, normalmente una extremidad, durante meses o años después de su pérdida.” El ‘fantasma’ garantiza de este modo la continuidad mental con la fracción seccionada resultando no sólo útil sino esencial para la rehabilitación del paciente, en especial en aquellos casos en los que éste necesita una prótesis. Tal es así que su existencia llega a ser tan “real” que el propio afectado puede sentir picor o dolor en aquellas zonas que ya no están ahí físicamente. En El hombre del salto, la última novela del escritor estadounidense Don DeLillo (Nueva York, 1936) también existen miembros fantasmas, dos concretamente. Son las dos torres del World Trade Center que el pasado 11 de septiembre de 2001 eran arrasadas –amputadas- al impactar sobre ellas dos aviones pilotados por sendos grupos de terroristas suicidas. Pero a diferencia de los fantasmas de la neurología estos se parecen más a los que sugieren aquellas imágenes de desaparecidos que según algunas culturas se les aparecen a los vivos para atormentarles por sus supuestos pecados pasados. Es decir, en vez de ayudarte a caminar te obligan a marchar sin rumbo. Se comportan así como esa “metralla orgánica” –compuesta de pedacitos de las víctimas que se incrustan en la piel, como le describe el sanitario que lo atiende de sus heridas al protagonista de la obra - que termina aflorando en forma de bultitos, en este caso de traumas sobre la piel y la psique de las víctimas.

Y es que varios personajes comparten protagonismo en la trama de esta última novela en torno al 11-S, pero todos ellos, giran merced al prodigio envolvente del estilo de DeLillo, como autómatas en medio de los escombros y la destrucción material y espiritual de una ciudad desquiciada, en torno a la ausencia alargada de las torres. El escritor se convierte en testigo de excepción a la hora de describir la psicosis colectiva (“por favor, informen de cualquier comportamiento sospechoso o paquete abandonado” (p. 150) de una ciudad que se resiste a aceptar que sus viejas seguridades han caducado.

“Ya no era una calle sino un mundo, un tiempo y un espacio de ceniza cayendo y casi noche. Caminaba hacia el norte por los escombros y el barro y pasaban junto a él personas que corrían tapándose la cara con una toalla o cubriéndose la cabeza con la chaqueta. Iban con pañuelos apretados contra la boca. Llevaban los zapatos en la mano, una mujer con un zapato en cada mano pasó corriendo junto a él. Iban corriendo y se caían, algunos de ellos, confusos y desmañados, con los cascotes derrumbándose en torno, y había gente que buscaba cobijo debajo de los coches” (p.9).

El inicio de la obra, que narra la visión del protagonista, el ejecutivo Keith Neudecker, nos sitúa físicamente en esta atmósfera de desastre que permanece suspendida sobre los personajes del libro durante toda la novela. Aquí se inscribe la figura del “hombre del salto” que da nombre a la obra. Esta imagen alude por un lado a una fotografía tomada por Richard Drew minutos después del primer ataque en la mañana del 11 de septiembre de 2001, en la que se muestra a uno de aquellos hombres que se precipitaron al vacío desde las torres huyendo del humo y del fuego y que se hizo célebre en la prensa de la época (hasta el punto que sirvió de tema central para un documental); y en el caso concreto de la novela, a la presencia de un personaje, un artista callejero, que aparece en momentos clave, realizando una performance sobre las Torres. “Había un hombre colgando por encima de la calle, cabeza abajo. Llevaba un traje de ejecutivo, tenía una rodilla levantada y los brazos pegados al cuerpo. Apenas se veía el arnés de seguridad, que le asomaba por la pernera recta del pantalón y estaba anclado el riel decorativo del viaducto. Le habían hablado de él, un artista callejero al que llamaban el Hombre del Salto. Había hecho varias apariciones la semana pasada, sin previo aviso, en varias partes de la ciudad, colgado de una u otra estructura, siempre cabeza abajo, con traje, corbata y zapatos de vestir (p. 42)”

El “hombre del salto” se convierte de este modo en una poderosa imagen que simboliza la condición paradójica de la sociedad estadounidense. Parte de espectáculo, parte de neurosis, parte de absurdo. Pero el papel de esta figura y su presencia latente a lo largo de la obra, pese a su capacidad casi hipnótica, representa sólo de uno de los numerosos círculos concéntricos que teje el grueso conglomerado de motivos y relaciones que unen a los personajes para plasmar, partiendo de imágenes concretas, la realidad que describe la novela. La del “hombre del salto” es una de ellas. La de un hombre portando un maletín emergiendo del hall de una de las torres, como en la escena anteriormente descrita, es otra de las más potentes. Así lo ha apuntado el mismo DeLillo en alguna de las entrevistas de promoción del título. Lo que nos transporta a la técnica empleada en el libro: “Sólo quería resolver los personajes y, con el tiempo, crear un equilibrio, un ritmo, la repetición. Escribir muchos tramos sueltos para luego encajarlos dándoles un sentido, fundiendo pasado y presente.” Así se va articulando la narración en torno a una serie de ondas “expansivas” que van adquiriendo consistencia o por el contrario extinguiéndose entre las nubes de ceniza de la ciudad.

La relación de Keith con Lianne, situada en el marco de un regreso al hogar después del atentado que tiene todas las trazas de lo imposible; la de Lianne con su madre Nina, y la que ésta mantiene a su vez con Martin, un marchante de arte de origen europeo; el affair del protagonista con Florence, víctima también de “los aviones” y con la que mantiene una apática relación fruto de su común pertenencia a la clase de las víctimas, de los que estaban allí, dentro; la relación de este mismo personaje con el póker, sostenida a lo largo de la novela y que terminará arrastrándolo al absurdo irreflexivo de su consagración al juego; la descripción en tres momentos bien diferenciados –en lo que supone un contrapunto, tal vez innecesario aunque brillantemente resuelto en la tercera parte, con el resto de la narración- de los preparativos del atentado por parte de Hammad, uno de los terroristas suicidas; o la constante del mal de Alzheimer –símbolo del olvido en tiempos de memorias heridas- irrumpiendo una y otra vez en los talleres que Lianne coordina, en la muerte del padre que se suicidó para evitar que ella tuviera que ver el momento en que no la reconocía; son así hiladas de este tapete que el autor va construyendo y que lejos de poner tierra de por medio respecto del punto de partida nos vuelve a acercar a él dibujando un círculo perfecto hacia las últimas páginas de la obra.

La frase del personaje central en uno de sus primeros reencuentros con Lianne marca el tono general de la obra: “Estamos preparados para hundirnos en nuestras pequeñas vidas” (p. 91). Porque no es que la existencia de los personajes anterior a los atentados fuera idílica. Muchas de las angustias y ansiedades que luego se detallan ya estaban allí. Pero, las explosiones tienen también un efecto deflagrador sobre las vidas de los protagonistas y en un segundo plano sobre la sociedad en su conjunto.

El miedo se propaga, lo que a un nivel más sutil se plasma en la desconfianza generalizada hacia el vecino, el otro. Es el temor del árabe que asiste al taller de pacientes de Alzheimer que Lianne dirige hacia quienes lo miran de un modo diferente; es la propia Lianne -obsesionada con las imágenes de los atentados- agrediendo a su vecina de escalera por poner música árabe.
En este sentido, estamos también ante una novela política que despliega a través de sus personajes una visión coral en torno a las causas y consecuencias de los atentados. Confluyen así entre las páginas del libro, por un lado, la repulsión de la sociedad occidental ante el fundamentalismo religioso de los asesinos, que se manifiesta a través de las opiniones de la mayor parte de las víctimas en contraste con la actitud del activista de la célula islamista, cuya transformación en frío vehículo aniquilador de su pueblo, el de los hijos de Alá representa el crudo envés de la moneda. Además DeLillo se vale de la figura de Martin, el amante de su suegra, para exponer cierta visión mediadora que sin llegar a justificar abiertamente los atentados da voz a esa parte de la sociedad, especialmente europea e izquierdista que piensa que vivimos en un mundo “enfermo”, fruto de la codicia de los poderosos, “Martin se envolvía en la discusión como en una capa, agarrándose una mano con la otra, y hablaba de tierras perdidas, de Estados fallidos, de intervencionismo extranjero, de dinero, de imperio, de petróleo, del corazón narcisista de Occidente” (p. 132). O en otro pasaje del libro: “Para eso edificasteis las torres, sin embargo, ¿no? ¿No se levantaron las torres como fantasía de riqueza y poder que algún día se convirtiesen en fantasmas de destrucción? Una cosa así se construye para verla caer. La provocación es evidente. ¿Qué otra razón podría haber para llegar tan alto y luego doblar, hacerlo por duplicado? Como es una fantasía, ¿por qué no hacerla dos veces? Es como decir: ‘Aquí está, a ver si la derribas”. (p. 136) Martin, cuyo verdadero nombre, que da título al segundo capítulo es Ernst Hechinger, se convierte de esta forma en un personaje estereotipado, condición reforzada por su supuesta pertenencia durante su juventud a Baader-Meinhof, el grupo que a principios de los setenta sembró el terror en la República Federal de Alemania.

En este sentido, El hombre del salto constituye un punto y seguido dentro de la obra del autor. Incluso para algunos cierra el círculo iniciado a finales de los años 70’ con la publicación de Jugadores, el retrato de una joven pareja en la que el marido se ve involucrado en un grupo terrorista que planea volar la Bolsa de Nueva York, donde trabaja. Algunos elementos de esta novela han llevado a algunos críticos a tildarla de “profética”. No sólo porque el tema central de la obra fuera el terrorismo, asunto que por cierto no inquietaba lo más mínimo al americano de a pie en el momento en que fue escrita. Sino por la atmósfera general que destila y de manera más concreta por algunos pasajes, como aquel en que durante una fiesta en un ático mientras la mujer del protagonista avista las Torres, un vecino comenta por casualidad: “Ese avión parece que vaya a estrellarse contra ellas”.

A pesar de que buena parte de la crítica tanto en su país como en el extranjero ha considerado El hombre del salto como una de las novelas mayores de Delillo –quien especialmente desde la publicación de Underworld en 1997 ha merecido ser definido por críticos como Harold Bloom, Martin Amis, o Michael Ondaatje como uno de los grandes novelistas contemporáneos, situándolo en su país a la altura de autores como Fitzgerald, Dreiser o Pynchon- no han faltado las lecturas menos complacientes. La influyente crítica literaria de The New York Times Michiko Kakutani se mostraba especialmente dura en al artículo, (“Un hombre una mujer y un Día de Terror”) con el que recibía la aparición de la obra en EE.UU en mayo pasado. El centro de sus afilados dardos se situaba en torno a la actitud del protagonista, Keith Neudecker, a lo largo de la novela, lo que le mereció su más contundente reprobación. Para Katukani, DeLillo en vez de plasmarnos en toda su diversidad los estragos de los atentados se limita a mostrarnos a “un hombre absorto en sí mismo, que salió a través del fuego y la ceniza de aquel día y decidió pasar su previsible futuro jugando estúpidamente a las cartas en el desierto de Nevada”.

Y si bien es cierto que la actitud del personaje puede resultar desconcertante, en cuanto que mantiene un distanciamiento que roza en ocasiones con lo inverosímil ante lo que se nos figura que debería ser la reacción de una persona de carne y hueso tras vivir una experiencia similar, el caso es que el rol que juega –y que en ocasiones nos recuerda al protagonista de El extranjero de Camus- funciona eficazmente dentro de la trama, ayudando a crear una especie de anticlímax dramático de gran efecto. Es el hombre anodino superado por los acontecimientos que en vez de adoptar decisiones racionales –como un Kiriloff- ante una realidad que le sobrepasa, opta por sucumbir a la más irreflexiva inacción. En Keith Neudecker no tienen cabida la desesperación, ni la búsqueda de respuestas, como en el caso de Lianne, por parte de ninguna supuesta entidad divina. “Al final –afirmaba en otro lugar DeLillo refiriéndose a su estilo- siempre encontramos a un hombre en una habitación pequeña, un hombre que se ha encerrado, y esto es algo que sucede en mi obra —el hombre que se esconde de actos violentos o que planea actos violentos, o el individuo reducido al silencio por las fuerzas que lo rodean". Aunque esta habitación cerrada no tenga por qué aludir a ningún lugar físico concreto, sino a una especia de tierra baldía que impele al individuo a tomar decisiones sin importarle las consecuencias que se deriven de sus propios actos.

Desde que hace más de seis años se produjeran los terribles hechos que la novela recrea muchos han sido los intentos que la literatura o el cine –por no hablar del ensayo o el género documental- han consagrado para recrear el impacto del 11-S. Novelas como Windows on the World de Frédéric Beigbeder; La buena vida de Jay McInerney; Sábado, de Ian McEwan, Terrorista, de John Updike, Tan fuerte, tan cerca, de Jonathan Safran Foer, o Los hijos del emperador de Claire Messud; al igual que cintas como World Trade Center de Oliver Stone o el filme United 93 de Paul Greengrass; dan buena cuenta de las múltiples perspectivas desde las que se ha enfocado el acontecimiento de mayores consecuencias para nuestra historia en lo que llevamos de siglo. Pero, con DeLillo y su última novela posiblemente estemos ante una de sus más logradas plasmaciones artísticas. El hombre del salto es una buena historia inteligentemente contada, brillante por momentos, y que dotada de una poderosa fuerza expresiva en el uso del lenguaje mantiene una tensión dramática que es capaz de arrastrar al lector de principio a fin. Se trata además, lo que no es menos importante, de una novela imprevisible en su desarrollo. Que hasta ahora no habíamos leído.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Prisa vs. Mediapro. Capítulo ypico

(Fuente: rankia.com)

Está claro. Los amigos de mis amigos no son mis amigos. En Prisa y Mediapro hace tiempo que lo saben. Por eso la guerra mediática iniciada por los derechos de emisión de los partidos de fútbol no ha hecho sino recrudecerse día tras día. En la última semana podría decirse, recurriendo al tópico bélico, que las dos empresas han entrado en una “espiral de violencia” que ha metido a la radio televisión pública en medio del fregado. El ex-independiente de la mañana lanzaba la ofensiva al publicar que RTVE había encargado a Mediapro la distribución de sus canales en América. La primera línea de la información dejaba poco lugar a dudas sobre el tono poco amistoso del artículo: “Mediapro se ha convertido en un proveedor privilegiado de RTVE”. Según la información de El País, RTVE había rescindido los contratos de sus comerciales sin dar explicaciones y sin “concurso alguno” y les había pedido que facilitaran sus contactos. A continuación El País pasaba a relatar la lista de contratos que RTVE había firmado con Mediapro desde que el exPrisa Luis Fernández, procedente de Mediapro, se convirtiera en director general del ente, entre los que destacaban los derechos de la Premier League de fútbol inglés y de la mitad de los equipos del Calcio italiano, o la producción de programas como España directo, y 59 segundos.

RTVE exigió una rectificación inmediata para hacer algunas puntualizaciones y acudió a la Asociación de la Prensa para pedir amparo (sic). Según el ente era completamente falso que TVE hubiese adquirido los derechos de la Premier League a Mediapro; no era cierto que el formato '59 segundos' fuera contratado en su día a Mediapro, sino a Globomedia; negaban que Mediapro se hubiese convertido en un proveedor privilegiado de RTVE, sino que se trataba simplemente de una relación industrial y profesional con un gran grupo audiovisual (aquí aprovechaban para recordarle a Prisa que uno de sus “programas emblemáticos”, 'Callejeros', estaba producido por Mediapro); y aclaraban que Luis Fernández no es director general de RTVE, sino presidente de la Corporación RTVE.

Sin embargo, la rectificación solicitada por RTVE no se publicó con la celeridad que hubieran deseado, lo que motivó que en las dos ediciones principales del Telediario del pasado jueves se afirmara que El País se había negado a publicarla, con el consiguiente enfado del periódico global en español. “TVE dedica casi cuatro minutos de sus telediarios a criticar a EL PAÍS”, rezaba el titular con el que el rotativo desmentía el desmentido de la Televisión Pública.

A estas alturas, la batalla estaba en todo su apogeo. Y El País no parecía dispuesto a ceder sus posiciones. Una información sobre la designación de Pedro Pablo Mansilla, ex director general de Prisiones, como encargado de la venta de las “joyas inmobiliarias” de RTVE, echaba más leña a este fuego. Según el diario madrileño: “ Mansilla fue nombrado personalmente por el presidente de RTVE, Luis Fernández, con quien afirma mantener amistad desde hace años”. El País mezcla información con valoración para afirmar: “Lo sorprendente para todos los consejeros consultados por este diario es que el presidente de RTVE haya nombrado a dedo para esta macrooperación inmobiliaria a un amigo suyo y promotor privado en lugar de acudir a las empresas que tiene el Estado para vender suelo (Segipsa) o al jefe de patrimonio de RTVE”, y añadía de manera totalmente desapasionada: “Fernández repartió un currículo de Mansilla que omitía su perfil inmobiliario. Tampoco informó que cesó como gestor público en 1994 después de que se airearan presuntas anomalías en su labor”.

En fin, si han llegado hasta aquí sin perderse, enhorabuena. Porque hace tiempo que hemos abandonado el terreno del periodismo para meternos en una simple, pura y llana competición por hacerse con el trozo más grande del pastel mediático. Y todo a escasos meses de unas elecciones generales. La guerra mediática entre Prisa y Mediapro, con el Gobierno como incómodo y parcial árbitro se cocina en los despachos y se proyecta sobre los contenidos de las dos empresas en sus diversos soportes sin que quede frente abierto. Es una guerra en la que los combatientes llevan el cuchillo entre los dientes en la que Buenafuente y el Gran Wyoming se lanzan mensajes nada cifrados con Noche Hache; Sé que lo hicisteis y Las mañanas de la Campoy se sacan los ojos mutuamente; Iñaki entra desde su púlpito en el juego mientras quienes compartieran equipo con él la Ser, ahora desde la barricada informativa de La Sexta, se dedican a afilar sus bayonetas contra las huestes del “maestro”; las redacciones de deportes de unos y otros entran a degüello la mayoría de las veces sin venir a cuento; El País y Público se hacen un férreo marcaje, unos por afianzar su hegemonía, los otros para arrebatarles parte de los más inconformistas de sus lectores; directivos (y académicos, claro) como Cebrián se permiten sacarle los colores en público a Zapatero a costa del uso de la ´Z’; expresidentes del Gobierno hablan del “fuego amigo”; y profesionales, colaboradores o simples opinadores pasan a engrosar las filas de un bando y otro en base a criterios que poco o nada tienen que ver con la objetividad, el rigor, la veracidad de las informaciones.

La pregunta que se hacía Juan Varela, sobre si las informaciones de El País, “algunas poco fundamentadas y otras a destiempo, son parte de su compromiso periodístico o responden más bien a las necesidades de su empresa”, creo que está contestada. Mal que nos pese a quienes, como un servidor, siempre habíamos considerado a medios como El País o la Ser, auténticos referentes de la comunicación en nuestro país.
Cómo nos vamos a extrañar luego de que el 44% de los ciudadanos piensen que los medios son corruptos.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Monos vs. universitarios


Siempre hemos oído decir aquello de que los elefantes tienen una gran memoria y que a las personas especialmente ‘memoriosas’ -como el famoso Funes de Borges- se les decía: “tienes -o tenés- una memoria de elefante (ché)”. Al parecer, esta idea de gran implantación popular -la primera obra, de tintes autobiográficos del escritor portugués, António Lobo Antunes se llamaba precisamente Memoria de Elefante- nos viene de la Frenología, una disciplina cultivada especialmente a finales del XIX que intentaba relacionar el tamaño del cerebro con las capacidades intelectivas y cognitivas tanto del ser humano como de los animales. De este modo el gran tamaño del cerebro de los elefantes, los hacía pasar como el no va más entre esta estirpe de científicos demasiado próximos teorícamente a los valedores de los métodos eugenésicos.

Los fundamentos de la Frenología fueron puestos en tela de juicio con los años, pero la Ciencia en general sí nos ha dado con el tiempo sobradas muestras de que determinadas especies estaban más evolucionadas de lo que se sospechaba. Y no hablamos precisamente de la humana.

Esta misma semana hemos conocido los datos de un estudio realizado por un equipo de investigación sobre primates de la Universidad de Kyoto (Japón), que asegura que durante años habíamos subestimado la capacidad intelectual de los antepasados más cercanos de la raza humana. Bueno, no todos. Para mí Chita siempre fue el animal más inteligente de la película. El caso es que han sometido a una serie de pruebas a tres parejas de madres y crías de cinco años de chimpancés y los han puesto a competir con estudiantes universitarios en la realización de unos ejercicios de memoria numérica. ¿Y qué creen que ha pasado? Exacto. ¡Los monos han ganado a los universitarios! Y eso que eran japoneses, que no se van de botellón y salen muy por encima de nosotros en el célebre informe PISA.

Estudios como éste, al igual que determinadas evidencias en terrenos como la antropología o la genética nos sirven para cubrir ese salto ontológico entre nuestros antecesores y algunos primates evolucionados (las llamadas “protoculturas”, o “primotes” en términos campechanos). En realidad, y contra lo que han sostenido, muchas veces de forma interesada, biólogos, sociólogos o catequistas varios- ya no podemos hablar de “eslabón perdido”, sino de un continuun, es decir un puente recorrido a través de cientos de miles de años cuyos tramos aún no hemos llegado a recorrer por completo.

Porque al parecer, esto no acaba aquí. Los investigadores japoneses aseguran que este experimento es tan sólo “la punta del iceberg”. Vamos, que o andamos vivos o la alucinada visión de hombres sirviendo a una raza de primates, como en El planeta de los simios, puede que no sea tan descabellada. Al menos no más que la de ver a un octogenario Charlton Heston con un fusil en sus manos retando a quien tenga narices a que se lo quite.

"From my cold, dead, hands..."

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Artículo recomendado: "La memoria del chimpancé"



martes, 4 de diciembre de 2007

'The Joshua tree' veinte años después



(Vídeo de 'Where the streets have no name')

The Joshua tree, para muchos el mejor álbum de U2 cumple 20 años. Para los fans de su primera época este disco supone la cima creativa de su carrera (Carlos Boyero, el crítico de cine, ha llegado a decir: “Mi amor hacía U2 comenzó y terminó con "The Joshua tree". Para otros, como Quico Alsedo no es sino el dorado pórtico hacia Achtung baby; pero los hay también que opinan que con The Joshua tree U2 empieza a traicionar los principios que lo habían convertido en la gran banda de rock del momento. Es el caso de Juan Varela en The Joshua Tree o cómo se hicieron de pesados U2’. Para este periodista y blogguer este célebre álbum fue el responsable de convertir a U2 en “una banda de rock global, acabando con las esperanzas de seguir siendo un grupo a tener en cuenta”.

Y aunque pueda resultar chocante para muchos admiradores del grupo, este enfoque tal vez no vaya muy descaminado. En cierto sentido, con The Joshua tree U2 gana en dimensión, en proyección, lo que ha perdido en autenticidad. Su denodado esfuerzo por hacerse con el público estadounidense desde dentro, repercutiría en su capacidad para conservar su misma esencia. El espíritu libertario de sus inicios empieza a padecer una saturación de mesianismo –que prefigura al Bono redentor de la humanidad del futuro. En definitiva, el grupo de católicos irlandeses, en su sueño de conquistar la tierra prometida, se ha convertido en la primera banda global de su tiempo.

Cuando se publicó The Joshua tree un servidor tenía unos 10 años. De modo que no tuve opción de elegir qué U2 era “realmente” el mío. Sólo sabía que yo era de U2, es más, no pensaba que otros pudieran ser de otra cosa. Con el tiempo seguí la evolución del grupo en paralelo, y me enamoré del y con el Achtung baby, y detesté el Zooropa –luego, gracias al vídeo de la gira, lo saqué de la caja de los descartes- y los descubrí como The Passengers y los vi de gira con el Pop hasta terminar más tarde borrándolos de mi playlist diario. Pero, entretanto, recuperé al primer U2, el de Boy y October. Pero, sobre todo el de War. Hoy, con toda esta distancia, puedo afirmar que War y Under a blood red sky suponen la cima musical de U2. En estos discos descubrí a un grupo rotundo, hiriente, sin concesiones, mientras que The Joshua tree empezaba a parecerme más bien un disco bonito, de bellas canciones, redondas, pero en cuyo fondo era ya perceptible el sonido inconfundible de una monumental mercadotecnia.

U2 no era ya un grupo de rock, sino una industria del ocio. Y esto no quiere decir que a partir de ahí, los de Dublín no nos hayan regalado temas espectaculares. Aparte del Achtung, verdadero canto del cisne de la banda, cada disco posterior, esconde pequeñas perlas pero que en todo caso destilan ese aroma a hilo musical que también impregnaría a grupos como Depeche Mode o especialmente REM con el paso de los años.

De manera visual a mí el War me evoca a la Europa desorientada, dividida y pesimista aunque a todas luces poderosísima de los primeros 80’ –nada que ver con la patética ‘movida’ española- mientras que The Joshua Tree permanece en mi memoria asociado al nacimiento de los Estados Unidos como única potencia mundial, a la globalización económica, como diseñado "ad maior USA gloriam". Pero, ya digo, esto no son más que impresiones forjadas al cabo de los años, donde las experiencias vividas son ya casi indistinguibles de los recuerdos de la infancia. Por eso, si me escuchan cantando ‘Where the streets have no name’ o ‘With or Without you’ después de haber leído estas líneas, no me juzguen con severidad. Una cosa es pararse a pensar y otra dedicarse a vivir sin pausa.

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