miércoles, 3 de diciembre de 2008

Premios raros y sexo malo

También en el mundillo literario, existen premios para casi todo. Y si hablamos del Reino unido, todavía más. Tres décadas lleva otorgando la editorial The Bookseller el Premio Diagram al título más raro. “Los problemas del queso, resueltos”, “Cómo escribir un libro sobre cómo escribir un libro” o “¿Son humanas las mujeres?” son algunos de los títulos que han merecido la consideración del jurado (y de Quim Monzó en un artículo reciente).

Hace apenas unos días se entregaba otro de esos premios raros, y en este caso, según el humor del autor, hasta ofensivos. Todo aquel que ha intentando recrear una escena de sexo por escrito puede comprender hasta qué punto resulta complicado, como mínimo, salir bien librado del empeño. No caer en la grosería –al menos que premeditadamente lo pretendamos- o la ñoñería, tara igualmente censurable; no aburrir por previsible, ni tampoco darlo todo por sabido; procurar no pecar de redundante ni desperdiciar, por otro lado, la posibilidad de excitar los sentidos... En esto como en todo lo que tiene que ver con la actividad artística, no existen recetas mágicas. Cada escena debe adecuarse al contexto general de la trama y al estilo de la obra, pero lo que está claro es que, más todavía que en otro tipo de recreaciones de la realidad, puede que por ser expresión de algunas de nuestras pasiones más profundas y/o secretas, los “errores” a la hora de describir el sexo en un libro suelen resultar bastante perceptibles.

Precisamente, desde 1993 la revista británica Literary Review viene entregando el ‘Bad Sex in Fiction Literary Award’ a la peor escena sexual descrita en un libro publicado durante el año. Por si a alguien le cabe alguna duda, el jurado no entra a valorar el tipo de relación que se establece, la orientación sexual de los protagonistas ni las filias o fobias que puedan entrar en juego. Llamar la atención sobre “el uso crudo, de mal gusto y, en ocasiones, superficial de pasajes redundantes de descripción sexual en la novela moderna”, es el objetivo principal –y puramente literario- de los creadores de un distintivo que premia la capacidad de algunos escritores contemporáneos de convertir una escena de sexo en lo contrario de lo que el autor se prepucio, digo, se propuso.

El premio, que el año pasado recayó póstumamente en el norteamericano Norman Mailer, ha recaído en esta edición en Rachel Johnson por su libro Shire Hell.

El jurado ha valorado en la autora, de manera general, las incongruentes metáforas sacadas del mundo animal que usa para describir actos sexuales (lenguas que se asemejan a gatitos bebiendo leche; polillas atrapadas en faroles... cada cual que eche a volar su imaginación) y de forma concreta el que la narradora, algo sin duda bastante desasosegante, se refiera al pene de su amante como a una tercera persona.

Como muestra, este botón recogido en Papel en blanco: “Casi gritando tras cinco minutos agónicamente placenteros, lo agarro para meterlo, mientras golpea furiosamente contra nuestros dos vientres, dentro, pero él sujeta mis dos brazos y mete su lengua en mi núcleo, como un gato bebiendo de una escudilla de nata para no perder ni una gota. Me encuentro agarrándole de las orejas y tirando de los bucles que lo coronan, a pesar mío, y extraños sonidos animales se me escapan mientras que el culminante crescendo wagneriano se apodera de mí.” Crescendo wagneriano... en fin.

Al menos, lejos de habérselo tomado mal, Johnson recogió ante cuatrocientos invitados la escultura de yeso vagamente fálica que la acredita como vencedora de este año. Para la escritora, que es de las que piensan que mas vale que hablen mal de tu libro a que pasen directamente de él, supone “un honor absoluto” ganar, y formar parte de una nómina en la que se inscriben ilustres como, además del citado Mailer, Sebastian Faulks o Tom Wolfe.

El propio John Updike, cuatro veces nominado al premio, ha recibido una mención de honor por una escena de sexo oral sobrespermatizada incluida en su reciente Las viudas de Eastwick. Pero, a pesar de la cara de guasón con la que sale en la foto de arriba, a éste me da que la broma le ha hecho bastante menos gracia. Será porque es uno de los escritores a los que, según alude Johnson -que escribirá mal de sexo pero no anda corta de ironía-, este tipo de "reconocimientos" les indignan porque tienen "un prestigio que cuidar".

Podríamos terminar preguntándonos si este tipo de premios sirven para algo. Pero, como éste sería un fin previsible, mejor vamos a finalizar , en homenaje a la metáfora que, aunque fallida en los casos mencionados, ha sido la protagonista de este post, recordando un proverbio japonés dedicado al gato de Dragó (cuya memoria ha mancillado nuestro amigo Pérez de Albéniz). Dice así: "Si no entras en la madriguera del tigre, no puedes coger sus cachorros". Abstenerse de buscar connotaciones sexuales, por favor.

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