viernes, 6 de marzo de 2009

Un día de furia

La noticia, ya de entrada, es prodigiosa. Hasta me atrevería decir de que de una contundente plasticidad. Un profesor de clásicas de un instituto, harto un día de que las cámaras instaladas en el centro registren cada uno de sus movimientos, en un arrebato de orgullosa dignidad, arranca de cuajo la que está apuntándole mientras imparte su lección y dos más que pilla por ahí cerca y se las lleva consigo, donde no puedan seguir husmeando en vidas ajenas.

Más tarde, denunciado por la directora del centro y acosado por la policía, y dándole al espontáneo gesto la solemnidad de quien ha reflexionado en frío sobre el asunto, decide no devolver el material sustraído ni colaborar con la investigación, pese a que este detalle le pueda ocasionar graves problemas, sin ir más lejos su detención en el propio centro acusado de hurto.

La historia, como digo, sería de por sí extraordinaria, digna de un rebelde, o de un loco justiciero, pero cuenta con un aliciente extra: el hecho de que el protagonista del suceso sea un escritor de éxito. En este caso el ganador del premio Alfaguara de Novela 2007, el murciano Luis Leante.

Cuenta su esposa en declaraciones a La Verdad que esta situación es consecuencia de la “presión psicológica” que sufre su marido desde hace dos años por parte de la directora del instituto alicantino (El Pla) en el que trabaja. Según su relato, ésta le ha tomado ojeriza por ser la cabeza visible de una parte de los profesores que no comparte la forma de gestionar el centro, de tal modo que la instalación sin previo aviso de estas cámaras habría sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia del autor de ‘Mira si yo te querré’.

El propio Leante afirmaba esta pasada noche, después de que el juez de guardia de Alicante lo dejara en libertad con cargos, y tras haber vivido una "experiencia horrible" en los calabozos que compartió "incomunicado con drogadictos con síndrome de abstinencia y esquizofrénicos" que se le habían "cruzado los cables".

Pero, uno quisiera verlo más que como una ofuscación pasajera, como un gesto de cívica rebeldía ante el acoso sistemático que todos los ciudadanos sufrimos por el control brutal que a veces sutil, y otras descaradamente, ejercen sobre nosotros en plena calle, en los aeropuertos, en nuestros puestos de trabajo y, no seamos ingenuos, hasta en nuestra propia casa con que sólo utilicemos el teléfono o accedamos a la red.

Algún mal pensado podría buscar otra explicación. Y es que por estos días se aguarda la salida al mercado de su nueva novela, ‘La luna roja’ y nada calienta más un lanzamiento que un buen escándalo. Desde luego, servidor, que no había prestado hasta ahora atención al autor ya lo tiene entre su lista de futuras lecturas. Faltaría más. Pijo.

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