jueves, 16 de julio de 2009

Falsos recuerdos


Un nuevo estudio científico ha vuelto a arrojar luz sobre algo que ya sabíamos: que los seres humanos podemos acabar generando falsos recuerdos, esto es, “recordar” como reales cosas que nunca sucedieron o distorsionar hechos que, efectivamente, sí se produjeron, pero que nosotros terminamos edulcorando hasta el punto de terminar aboliendo con nuestra nueva versión la verdad que los originales encerraban.

Puede que a usted también le haya sucedido descubrir que un hecho que había quedado impreso en su memoria, que aún hoy es capaz de percibir con sus sentidos vívidamente, jamás tuvo lugar. Simplemente, se había producido un desajuste en la sustancia blanca en la que se encuentran las fibras nerviosas que conectan las diferentes regiones del cerebro.

Inquietante, ¿verdad?

Sabemos que los sentidos nos engañan, pero la posibilidad de que nuestro disco duro termine alterando los datos que creíamos tener a buen recaudo, nos llena de desconcierto. Una cosa es no poder rememorar algo y otra, muy diferente, es que nuestras percepciones sobre el pasado sean meras ficciones.

Dicen los responsables del estudio, realizado por el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge y la Universidad de Barcelona, que para generar el recuerdo falso utilizamos información que ya tenemos, pero que parece tan real y creíble que el individuo acaba creyéndoselo. Algo que puede arrojar sombras tremendamente alargadas en según qué ámbitos de la vida, como al afrontar un juicio.

El maestro del suspense, Alfred Hitchcok, que nunca tuvo miedo de asomarse a los abismos de la mente y que se sirvió en sus tramas de todo un abanico de filias, fobias y desarreglos varios (voyeurismo, vértigo, trastorno bipolar, histeria, megalomanía, paranoia...), nos mostró hasta qué punto una serie de sujetos y sujetas es capaz de identificar como culpable de un crimen a un tipo totalmente inocente. Y todo porque el personaje interpretado magistralmente por Henry Fonda guardaba algún parecido con el verdadero criminal.

Así, ¿quién nos dice, por ejemplo, que Felipe González no puede recordar que él siempre defendió a capa y espada la energía nuclear; o que otro ex presidente, en este caso José María Aznar, también podría almacenar el recuerdo de que en verdad su nombre es Fernando y está casado con una tal Isabel, reina de Castilla? Incluso no es improbable que Francisco Camps pudiera albergar también este tipo de recuerdos falsos y pensara que él se pagó de sus bolsillo los famosos trajes (por mucho que olvidara, vaya por Dios, dónde guardó las facturas).

Para Magritte la memoria era un bello y sereno busto clásico del que manaba sangre a la altura de uno de sus ojos. Pocas imágenes evocan con mayor fidelidad su ambigua condición, ésa que hace que olvidemos lo que no nos interesa y a veces recordemos incluso lo que nunca ha sucedido.

1 comentario:

J. R. P. dijo...

Sí que es inquietante (y apocalíptico). Hace poco vi un programa de Redes sobre eso mismo. Otra cosa que me llamó la atención es que a veces vemos cosas que nuestro cerebro no registra porque las considera imposibles. ¡Toma ya!, ¿cómo le ponemos al niño? ¿Quién quiere un cerebro así? Pues por lo visto nos viene de fábrica tal cual, para que nuestra salud mental no peligre. Confieso que a veces, al contrario que Hölderlin, envidio a los locos.

 
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