Un grupo de parlamentarios franceses –precisamente pertenecientes a la UIMP del presidente Sarkozy, protagonista de una imagen alterada a la que le habían hecho desaparecer un incómodo ‘michelín’- ha propuesto una ley para luchar contra lo que ellos consideran una “imagen deformada” de los cuerpos de las mujeres en los medios. La premisa de la que parten es muy elemental: este tipo de reproducciones–como las que permiten que Keira Knightley pueda lucir una 95B, Penélope Cruz goce de un cuello más estilizado o Norma Duval presente un vientre terso- crea una visión deforme de la realidad, haciendo creer a algunas almas bienintencionadas “en una realidad que a menudo no existe”.
La intención no es prohibir este tipo de manipulaciones, sino que se advierta en todos los casos de que estas fotografías han sido retocadas “para modificar la apariencia física de una persona”.
La noticia ha generado firmes adhesiones y repulsas no menos vigorosas. Entre los defensores de la medida, se encuentran los grupos feministas, que ven aquí una oportunidad de seguir luchando contra la imagen estereotipada de la mujer que la publicidad extiende sobre la sociedad. A la cabeza de quienes rechazan la propuesta están, claro, las propias agencias, cuyos responsables consideran una intromisión en su trabajo tal planteamiento, que tachan de absurdo. Es –dicen- como si se les hubiera prohibido a Rafael o Leonardo buscar la perfección en sus pinturas con las herramientas a su alcance.
Y es verdad que ‘La Virgen del jilguero’ del primero no representaba a la mujer “real” de la época, y nadie negaría lo chocante que hubiera sido que a Mona Lisa el pintor le hubiera añadido una leyenda avisando de que la modelo no era exactamente igual a la representada en el lienzo.
Sin embargo, esto no puede ocultarnos la lógica intrínsecamente perversa que se oculta detrás de muchas campañas. Al igual que el sacrosanto derecho a la libertad de expresión choca con frecuencia con otra libertad fundamental, la de proteger el propio honor, la seducción y el engaño están separados también por una fina línea que hace tiempo que hemos dejado atrás.
En cualquier caso, no será a través de levantar prohibición tras prohibición como minemos el paradigma de mujer neumática y resplandeciente que las revistas y la televisión se empeñan en trasladar. Si los ciudadanos nos mostramos incapaces de superar de una vez nuestra minoría de edad y aprender a separar la realidad de la ficción sin necesidad de que nos lleven continuamente de la mano, habrá que empezar a asumir que asuntos como la duración del ‘gloss’ de labios son realmente importantes.
2 comentarios:
¡Ay! Debo de ser el único hombre sobre la faz de la tierra que prefiere a las mujeres sin maquillaje ni alisado peluqueril. Del resto del cuerpo ya ni hablamos... ¡Con lo sexi que es una tripita!
Yo no prohibiría nada. Cualquier foto, aunque no tenga retoques, ya comporta un trucaje. El ángulo, el encuadre, el gesto articial, la pose hacia el lado bueno... ¡Si hasta en la orla de mi promoción universitaria hay gente que ni me suena! Jeje... no es broma.
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