viernes, 8 de enero de 2010

Camus: un homenaje sartreano

Había de ser quien más furibundamente lo había atacado, el que terminara haciéndole su mayor epitafio. “Llamo escándalo al accidente que mató a Camus”, escribía Jean-Paul Satre días después de que todo se hubiese "absurdamente" consumado -"No conozco nada mas idiota que morir en un accidente de auto", había dicho Camus en referencia a la muy reciente perdida de Fausto Coppi-, aquel 4 de enero de 1960.

Atrás quedaba, como un mal sueño, enterrado entre el dolor y la culpa, el escándalo de su público distanciamiento cuando, ocho años antes, el argelino inauguraba con la publicación de El hombre rebelde, con permiso de Husserl y Heidegger, la más agria y desasosegante polémica intelectual del siglo XX.

El detonante, de sobra conocido, fue la implacable denuncia que Camus efectuaba de los campos de concentración en la URSS, que venía a considerar como una consecuencia lógica e inevitable del marxismo que había nutrido el pensamiento y la praxis revolucionarios. Sartre, tras fracasar en su empeño de emprender una tercera vía entre los dos bloques antagónicos que se disputaban la hegemonía mundial (capitalismo y socialismo), había terminado asumiendo, con matices, las tesis de los comunistas, de ahí que el ensayo de su amigo, que no admitía posibilismos de ningún tipo y que fue ampliamente elogiado por la prensa conservadora, fuera considerado como una bofetada en pleno rostro.

Pero, más allá de las irreconciliabes discrepancias de fondo, la secuencia de los hechos terminó provocando una separación a la que solo la muerte del autor de El extranjero, pondría fin.

A Camus le enfureció que Sartre delegara en un joven marxista, Francis Jeanson, la labor de refutar sus postulados en Les Temps Modernes y su airada respuesta al director de la publicación, terminó provocando la intervención del parisino. “Querido Camus: Nuestra amistad no ha sido fácil, pero la echaré de menos”. Así comenzaba Sartre un escrito plagado de ataques personales en el que vapuleaba a su viejo amigo. La furia, teñida de decepción pero no por ello menos inclemente, del autor de El ser y la nada zanjaría la disputa y haría imposible la reconciliación. Sartre se burló del argelino, ridiculizó sus orígenes modestos, con paternal suficiencia le tildó de frívolo, lo alineó en el bando de los reaccionarios y, lo que era más cruel, trató de desacreditar su competencia filosófica acusando su pensamiento de vago y trivial, cimentado en lecturas de segunda mano, carente de rigor y profundidad.

Ni asomo del reconocimiento recíproco, de los elogios, las colaboraciones, la complicidad, las fraternales francachelas de los buenos tiempos. Camus fue “probablemente el último buen amigo” le diría Sartre a Michel Contat. Pero un resentimiento larvado se había ido fraguando en el alma de los dos grandes hombres. Al principio, en forma de minúsculas diferencias, más tarde incluso a través de algún lío de faldas.

Hasta que estalló. (Salen. Silencio).

Sin embargo, ninguno de los dos podría romper el vínculo. Mientras Camus “se paseaba por la casa como un toro herido”, Sartre no le quitaba ojo. Era incapaz, como reconocía en su homenaje póstumo, de evitar “pensar en él, sentir su mirada fija sobre la página del libro o del diario que él leía, y preguntarme “¿Qué dirá de esto? ¿Qué dirá de esto, ahora?”

Loando “la existencia del hecho moral, contra los maquiavélicos, contra el becerro de oro del realismo”, ¿contra sí mismo?, Sartre reconocía su derrota. Se liberaba así de la pesada carga que había arrostrado y preparaba de paso su coartada para el gran juicio de la Historia.
Decididamente, era mejor tener razón con Camus...
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2 comentarios:

J. R. P. dijo...

Tocayo, aquí tienes una réplica a tu post:

http://elgrilloblog.blogspot.com/2010/01/celan-y-heidegger.html

Aunque, más bien, es un complemento.

apocaliptico dijo...

¿Desde cuándo al traje lo llaman complemento del cinturón? Fantástico tu post.

Un saludo, amigo
JMM

 
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