viernes, 1 de febrero de 2008

Aquí hay Escohotado

Pese a lo que algunos sostienen –y el fenecido “tomate” nos ha dado argumentos más que suficientes para descreer- en la televisión casi siempre hay algo que ver, algo que nos enseñe, nos entretenga, nos ayude a evadirnos, o que por el contrario nos rebele. Es verdad que casi siempre es mejor hacer cualquier otra cosa que ver la televisión. Pero soy de los que no desaconseja un consumo moderado de la tele como actividad (o pasividad) suplementaria. Vivir sin televisión es posible. Como se puede vivir sin tráfico o sin guardar cola. Pero, al precio de renunciar a muchas más cosas que a los simples fenómenos mencionados.
El caso es que hace algunos días Jesús Quintero llevó a su programa al filósofo Antonio Escohotado. Pillé la entrevista al final. Lástima, me dije. Pues Escohotado es uno de esos tipos a los que da gusto ver y escuchar. Incluso cuando, como en una ocasión anterior, Quintero lo sentó al lado de uno de los Matamoros (como si un erudito defensor de la liberalización de las drogas y un drogadicto a secas fuesen equiparables), siempre se saca algo de él. Si además lo has leído descubres –lo cual tampoco es habitual- que existe una continuidad entre lo que escribe y lo que dice, vamos, que no se da una desarmonía entre la “imagen” que de él te formas al leerlo y la imagen, catódica, que recibes a través de la pantalla. Y esto se percibe especialmente en cierta actitud ante la vida, ante el conocimiento y ante los demás verdaderamente infrecuente.
Porque Escohotado, célebre por ser un ferviente apologeta de las drogas, es uno de esos cabrones irredentos que pululan dentro de esta sociedad de integración forzosa, polémico antes que polemista, un tipo educadamente incómodo que ha demostrado que se puede dejar de creer en la utopía sin volverse sencillamente un facha. ¿Llamaré humildad a esta dominante de su temperamento o simplemente inteligencia? Suelo recordar que una de mis profesoras solía establecer una analogía entre la bonhomía de las personas con sus dotes intelectuales. Ser buena gente era ser inteligente y viceversa. Todo lo contrario al latiguillo popular: “de tan bueno es tonto”. En el caso de Escohotado se unen el buen humor, con la lucidez y el asombro de manera imbricada. En sus libros se dan con frecuencia estos “raptos” ante el hecho de conocer y que configuran una filosofía del desvelamiento que se filtra incluso en sus textos más académicos. En su Génesis y evolución del análisis científico –título que desde luego no despierta una voracidad lectora- observamos este amor a medias reverencial, a medias íntimo por quienes le han precedido en esa ardua tarea del filosofar. Los ejemplos son abundantes. De Sócrates dice: “Hasta el último momento se comporta provocadoramente, rebosando amor propio y dignidad”; a la doctrina de las ideas de Platón la define como “sencilla, nítida y profunda”, una “intuición que marca la mayoría de edad de la filosofía”; de Spinoza afirma: “este pensador es quizá el temperamento más gentil de cuantos ha producido la filosofía”; a la Berlín de tiempos de Kant la describe como “lo único hasta hoy comparable con la vieja Atenas”…

Por eso siento haberme perdido la entrevista. Pero, lamento más que haya quien vea en Escohotado –tampoco de la televisión se puede esperar que obre milagros- al viejo y excéntrico 'drogota', al librepensador 'demodé' con pinta de intelectual del 68. Aunque sospecho que a él le importe un rábano lo que piensen de él. Ahí están su vida y su obra. Para hacer su mejor defensa.

¿Dónde queda "el tomate" al lado de todo esto?

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