jueves, 21 de mayo de 2009

¿Debe disolverse la Iglesia?

Todo colectivo, asociación o grupo humano, sobre todo cuando está constituido legalmente como tal, como un todo orgánico que cumple unas funciones y se atiene a unos fines, y lógicamente a unos medios, debe regirse por una especie de código ético. Lo tienen los partidos políticos, aunque ni decir tiene que con frecuencia se lo saltan. Lo tienen los diferentes grupos profesionales en forma de código deontológico. Los periodistas que dicen “antes la muerte que la fuente”, los médicos que no revelarán tampoco los secretos que encierran sus consultas. Bueno, hasta en la cárcel cuentan que tienen sus propios reglamentos internos, no ya los celadores ni guardias, sino los propios presos, que hacen cumplir con todo el rigor en determinados casos y ante determinados delincuentes.

Así las cosas, por qué no habría la Iglesia católica, una de las instituciones más antiguas y veneradas del mundo, de tener su propio código. Y, por qué no habría de contener éste una cláusula que obligara a su disolución en caso de que sus miembros infringieran determinadas cláusulas.

Ojo, estamos hablando de la Iglesia. Quién más que ella habría de guardar estricta observancia de sus preceptos, dando un ejemplo moral con carácter universal en caso de no estar a la altura de unos propósitos que, recordemos, no son de este mundo, y que por lo tanto suponen la mayor prueba del desapego que mantienen respecto de los asuntos terrenales que habrían de observar sus "asociados".

Hasta la Iglesia ha reconocido en fecha reciente que los tiempos han cambiado y que, si bien es cierto que no han depurado sus responsabilidades de forma plena por las tropelías cometidas en el pasado (detalles como la Inquisición y su sospechoso silencio ante las atrocidades nazis, entre otras delicadezas), ni siquiera hoy podrán negar que pasó la época en que podían escurrir tranquilamente el bulto.

Por eso, el que haya salido a la luz que la cúpula de la Iglesia católica irlandesa conocía el abuso al que fueron sometidos los 35.000 niños que entre los años 50 y los 80 se acogieron a sus instituciones, debería ser un motivo más que suficiente para asumir algunas responsabilidades. No se trata solo de pedir perdón y luego irse a rezar diez avemarías. No basta cuando aparece un informe que documenta un catálogo de iniquidades cometidas contra miles de criaturas inocentes y que incluyen el abuso físico, sexual y emocional por parte de funcionarios eclesiásticos que alentaron dichos comportamientos deleznables y protegieron a sus pedófilos para que no fueran detenidos.

Los detalles que revela el caso son espeluznantes. Son verdaderas pinturas negras más próximas a las torturas de Abu Ghraib que a la vida dentro de unas instituciones que deberían ser un ejemplo ético en este mundo de descreídos.

Con qué autoridad pueda la Iglesia pedir nada, exigir nada, adoctrinar nada, criticar nada, cuando la frase “Dejad que los niños se acerquen a mí” se ha convertido en una fórmula sórdida y monstruosa que nos hace pensar inevitablemente en todas las felonías realizadas al amparo o en nombre de un mensaje que ni ellos mismos creen. Qué banalización del mal es ésta que practican los supuestos salvadores de la humanidad, los garantes de la vida eterna.

No, no basta, con pedir perdón ni rezar tres padresnuestros. Lo mejor que puede hacer la Iglesia Católica es agachar humildemente la cabeza, quitarse los zapatos, echarse al camino, hundirse en el mismo magma del que nació y desaparecer para siempre.

viernes, 15 de mayo de 2009

Sine Dolore

En mitad de la sección una mujer entra para preguntar el tiempo qué hará en Menorca para el fin de semana. El motivo de su viaje, añade una vez que el meteorólogo del programa ha satisfecho su interés, es asistir a la celebración de un congreso multidisciplinar contra el dolor, en el que participa su asociación, ‘Sine dolore’.

El breve diálogo entre presentadora y oyente finaliza; el siguiente inquiere ya por el tiempo que hará en Marrakech. “Que sea bueno”, dice, por soleado, pero yo estoy aún aún dándole vueltas a eso de la “asociación contra el dolor”, así que decido teclear s-i-n-e-d-o-l-o-r-e en mi ordenador y en unos segundos ya estoy dentro de la página, leyendo cuáles son sus principios inspiradores: “tratar el dolor, aliviar el sufrimiento: aumentar la calidad de vida”. Se refieren al Dolor, en mayúscula; no el relacionado con una enfermedad determinada ni el derivado de un accidente; no el que sigue a la operación; que disminuye conforme la rehabilitación avanza; que nos atenaza cuando las muelas o los oídos o la cabeza dicen aquí estoy; no el dolor que da vida del parto; ni siquiera el que amenaza con rompernos el corazón ante la pérdida del ser amado. Es el dolor como hecho en sí mismo, autónomo, para siempre el que pretenden combatir este grupo de personas bienintencionadas que me sonríen desde esa foto que tengo ante mí y a la que le falta el marco y el paño de croché debajo.

No puedo evitar preguntarme si éste es el tipo de ejército capaz de plantar cara a enemigo tan poderoso.

Después, descubro un documento llamado “La importancia del dolor”. Podría parecer un fragmento extraído de una crítica a la obra de Kafka, pero es sólo el inicio del manifiesto. “El dolor -leo- es un problema que afecta a todos, sin distinción de profesión o condición social, no respeta a niños, ni ancianos; no discrimina por sexo, raza o credo; no tiene preferencia por el norte o el sur. Es un enemigo astuto, que muchas veces se oculta sin dar la cara y que mina la resistencia física y psíquica de las personas”. Seguidamente, exponen sus exigencias reclamando una mayor atención social ante un problema que sufren “uno de cada cinco adultos en Europa” y que es una de los grandes males que sufren los ciudadanos en las sociedades avanzadas.

Reconozco que me siento un poco abrumado. Por un lado, me mueven a compasión. Qué no habrán pasado. Por otro, el dolor goza de una legendaria fama en Occidente a la que no soy ajeno. Pavese anotó en sus diarios que aceptar el dolor significa “dominar una alquimia para transmutar el fango en oro, la maldición en privilegio”. Desde el dolor visionario al redentor, señala en un fabuloso estudio Enrique Ocaña, el sufrimiento otorga verdad y poder. Pero nuestra época, en la que proliferan los libros de autoayuda y una pseudofilosofía multicultural dicta su ley, está viviendo una gran cruzada contra el dolor en aras de una frenética búsqueda de la felicidad que de momento arroja un penoso saldo.

No es exagerado decir que nuestra resistencia al dolor no ha dejado de menguar o, de manera más prosaica, que cada vez aguantamos menos. En el fondo, tras este temor al sufrimiento se esconde un gozoso sí a la vida, que reniega de la herencia cristiana de tormento y resignación. Al fin y al cabo, por qué habríamos de soportar el dolor en un mundo sin Dios.

Mucho peor que esta progresiva fragilidad es la pareja insensibilidad ante el dolor de los demás, que es pan nuestro de cada día, y que encuentra en la tortura su perversa sublimación. Por eso comparto lo que señala el propio Ocaña cuando anota: “En los surcos labrados sobre un rostro están cifrados cuantos tratados puedan escribirse sobre el dolor humano y divino”.

Ojalá haga buen tiempo en Menorca este fin de semana.

*Este sábado 16 de mayo se celebra en la Sala multifuncional d´Es Mercadal (Menorca) el IV Forum Mediterráneo Multidisciplinar contra el dolor

martes, 12 de mayo de 2009

"Canciones que consiguen que te pueda amar..."





viernes, 8 de mayo de 2009

La hormiga humana

[Imagen: nytimes]

Desde hace décadas, centenares de antropólogos, entomólogos, etólogos, sociobiólogos y otros -ólogos diversos, se han dedicado a estudiar las semejanzas que se producen entre las colonias de hormigas y los grupos humanos. La fascinación que ha despertado la comparación entre el comportamiento de estos himenópteros y el de nuestras sociedades, no ha decaído en los últimos tiempos, sino que más bien se ha visto avivada recientemente por nuevos hallazgos científicos que nos revelan hasta qué punto compartimos genes con estos minúsculos insectos.

A las hormigas se les ha atribuido generalmente capacidad de organización, laboriosidad, inteligencia..., cualidades que compartirían con algunos mamíferos, pero a pesar de todo el caudal de información acumulado, no sabíamos aún hasta qué punto es verdad eso de que las hormigas y los humanos somos prácticamente como primos dentro de la creación.

Era casi un lugar común considerar que las sociedades de insectos eran básicamente estáticas y que sus miembros, por tanto, se comportaban de manera mecánica, como una sociedad planificada al más puro estilo orwelliano, lo que las diferenciaba del carácter creativo que define a nuestra especie. Pero la doctora Anna Dornhaus ha llevado a cabo un estudio en las últimas fechas que pondría en cuarentena esta teoría. Demostrando una paciencia infinita, esta investigadora de la Universidad de Arizona se tomó el trabajo de pintar 1.200 hormigas con diferentes colores. ¿Que cómo lo hizo? Pues, lógicamente, primero las anestesió y después las pintó una por una con un pincel especial de aeromodelismo. No es broma.

Después de marcarlas con diferentes colores, Dornhaus grabó a las hormigas en vídeo durante más de 300 horas y estudió sus movimientos. Pero, oh, sorpresa, lejos de encontrar una hipercoordinada estructura laboral al estilo de las fábricas tayloristas, descubrió que buena parte del hormiguero no se dedicaba a nada productivo. Mientras que algunos miembros de la colonia, los más diligentes, tardaban algunos minutos en realizar sus tareas, como coger un trozo de comida e introducirlo en un agujero; otros, los más lentos, tardaban hasta dos horas en hacer la misma operación. A su vez, otra cantidad en absoluto despreciable del hormiguero se limitaba a no hacer nada en absoluto. ¿Cómo explicar este comportamiento para nosotros tan familiar? Pues en que, según la doctora, algunas colonias pequeñas llegan a depender del trabajo de una o dos hormigas hiperactivas que se echan a la espalda el trabajo común mientras -esto ya es de mi cosecha- las demás se rascan el peciolo.

Se desconoce si el comportamiento de los elementos más ociosos -los llamados “elementos de cuidado”- se debe a algún tipo de estrategia concertada -que por ejemplo estén reservando fuerzas para alguna emergencia, excusa que suelen poner las hormigas de la parte de ‘Cai’-, o como sospechamos, si se trata de unas holgazanas de libro.

Del estudio se pueden extraer algunas interesantes lecturas que van más allá de la evidente superación de la vieja fábula de la cigarra y la hormiga, que como aquel otro cuento infantil, el Génesis creo que se llamaba, ha sido superado por la Ciencia. Pero, la principal es que de entre todas las sociedades a la que más se parece la que forman estos insectos es a la española. Ahora nos lamentamos, pero en un país que ha hecho del “uno trabajando y diez mirando” su lema nacional, no es de extrañar que existan “problemas estructurales”.

Es más fácil hacer como las hormigas y esperar que el Fulano de turno venga a sacarnos las castañas del fuego. Aun a riesgo de terminar extrayendo sólo carbón.

jueves, 7 de mayo de 2009

Acoso a la intimidad

Juan Goytisolo trata en un magnífico artículo publicado en El País la obscena exposición pública que sobre su vida privada hacen muchas personas a través de los medios de comunicación y la favorable repercusión que tales manifestaciones alcanza entre el gran público. También especula acerca de los efectos de este fenómeno entre el gremio de los escritores, aludiendo a cómo han entendido algunos autores el género autobiográfico. El artículo merece ser leído en su integridad, especialmente por contener pasajes como éste:

"Muchas veces he imaginado la que habría caído encima al pobre Cervantes si hubiese vivido en la era mediática tras el éxito popular del Quijote. Le veo acosado por cámaras y grabadoras, espiado en sus menores movimientos por periodistas y retratones, sometido al interrogatorio implacable de los micrófonos: ¿por qué se ausentó de España y prefirió tentar la suerte en Italia? ¿Cuál fue su relación con el cardenal Acquaviva? ¿Cómo vivió Lepanto y qué valoración le merece la figura de don Juan de Austria? ¿Es cierto que la experiencia del cautiverio de Argel marcó de forma decisiva su vida? Y, si es así, ¡explíquelo a los auditores! ¿Trató íntimamente a Hasán Bajá? ¿Considera que su hoja de servicios al Rey fue mal apreciada y peor correspondida? ¿Por qué se le denegó el permiso de embarcarse para la Nueva España? ¿Qué puede decirnos del encarcelamiento por deudas en Sevilla y del hecho de firmar con su segundo apellido Saavedra? Se habla mucho de las amantes de Lope de Vega y nada de las suyas, ¿a qué obedece este secreto? ¿Cuáles fueron las relaciones con su esposa Catalina Salazar, sus hermanas Andrea y Catalina y su sobrina Constanza? El público que le contempla quisiera su versión del oscuro episodio de Valladolid y del asesinato de Gaspar de Ezpeleta junto a la casa llana, en uno de cuyos cuartos se apretujaba usted con su familia. ¿Sabe usted que una profesora norteamericana sostiene que...?"

martes, 5 de mayo de 2009

La política como cosmética

No debe de ser fácil para todo un presidente de la República francesa asumir que da igual lo que diga o haga, que hable del terrorismo o del G-20, de la crisis económica o de la alta tensión. Al final, nadie recordará en poco tiempo qué políticas ha intentado llevar a cabo durante su visita oficial a un país, mientras que el vestuario de su esposa, sus contoneos de casquivana redimida, su sonrisa vitaldent, permanecerán por siempre en la retina de los espectadores.

Es la política en la era de la comunicación, de la globalización, del merchandising, del marketing a escala. Tiempo en el que los gestos son más importantes que las ideas, de máscaras, de fachadas, de entronización de la apariencia.

El rey de España mandando callar a Hugo Chávez; la mujer de Obama pasándole el brazo por la espalda a la reina de Inglaterra; la exmodelo y cantante (sic) italiana hollando las alfombras rojas con sus zapatitos de tacón, recién bajada del avión, en su vestido de domingo, se convierten en momentos estelares de la política, en referencia obligada para millones de personas que engullen sin masticar toda la indigesta manduca que los medios ponen a su alcance.

Nada de particular, por tanto, que haya presidentes que, imbuidos por este espíritu decorativo, reformen gobiernos atendiendo sólo a los aspectos cosméticos de la cuestión, con independencia de la cualificación de los miembros de su ejecutivo, que será en todo caso circunstancial y accesoria, pero en ningún momento un elemento decisivo. ¿Que la economía se hunde? Lo negamos. ¿Que se destruye empleo en caída libre? Miramos para otro lado. Lo importante es que la calle no se altere y meter bajo la alfombra del déficit público todas las pérdidas de un sistema que se desangra.

Zapatero, sin embargo, es lo que podríamos llamar un Max Factor -un maquillador de los maquilladores- de la política pues, pese a su capacidad asombrosa y rompepolígrafos para darle la vuelta a los hechos, se mueve dentro de ciertos parámetros, los que delimita la corrección política, tan del gusto de nuestros líderes de la izquierda.

Otros, y es muy de agradecer, lo hacen sin complejos. Es el caso de don Silvio Berlusconi quien, más allá de algunas debilidades humanas que no se esfuerza en disimular -le gusta el juego, las mujeres, le gusta el vino, no le gustan los inmigrantes, los comunistas ni los medios de comunicación que no le pertenecen- ha decidido darle al electorado lo que a éste realmente le gusta. Y si hasta los periódicos progresistas “serios” españoles llevan a su portada los traseros respectivos de Leticia Ortiz y Carla Bruni como principal argumento informativo del día, ¿por qué habría de parecernos mal, o peor, que el líder del PdL organice un cásting para captar nuevas caras para su formación dirigido a actrices y bailarinas?

¿No es más honesto hacerlo a las claras que elaborar, como hacen los principales partidos españoles, sus listas en función de a quién hay que quitarse de en medio procurándole un buen retiro, allá en Bruselas? Además, ¿qué transmite más frescura y renovación? ¿Jáuregui o una bella exconcursante de Gran Hermano? ¿Mayor Oreja o una conejita de Playboy?

La mujer de Berlusconi, no parece pensar lo mismo y ha vuelto a poner el grito en el cielo con la ocurrencia de su marido. Es más, ha anunciado que se divorcia. Ella, claro, es que lo enamoró gracias a sus estudios sobre la fenomenología de Husserl, a su capacidad para parir frases luminosas como ésta: “La mujer debe ser el ángel moral del hogar”.

Ni siquiera grandes defensoras de la mujer como Carla Bruni o la propia ministra Aído, habrían llegado tan lejos.

martes, 28 de abril de 2009

Culito con culito


Por fin la prensa española se eleva a la altura a la que este país, por tradición, historia y méritos propios se merece.

La visita del presidente de la República francesa en viaje oficial a Madrid no podía menos que ser desentrañada desde un punto de vista crítico, riguroso, profundo. Qué si la lucha antiterrorista, qué si la entrada de España en el G-20 (bueno, entonces sería G-21 o R-29 o quién sabe), qué de la cooperación hispano-francesa en materia económica para combatir la crisis mundial.

Ese pestiño (y quien dice pestiño dice croissant) es indigno de un país como el nuestro y de medios que, como los dirigidos por el inefable Jaume Roures, esa mente preclara capaz de emitir por La Sexta cuatro partidos de Primera en directo ¡a la vez! (aquí me levanto para hacer la ola), o por los herederos del gran Jesús Polanco, con el ex-Independiente de la mañana a la cabeza, han convertido el análisis político (llámenles trasnochados a esta buena gente) en una verdadera seña de identidad.

Seamos serios. Lo más destacado de la visita de Sarkozy, viene colgado del brazo de Sarkozy. Y vaya cómo se cuelga... Ay ya ya ya yay. Si la Bruni se encuentra con nuestra Letizia, el acontecimiento adquiere connotaciones que van de lo histórico a lo crucial para el devenir de Occidente. Pero esto lo puede apreciar cualquiera y la tarea del buen observador consiste en ir más allá, más hondo, más abajo en realidad. Uy yu yu yu yuy.

No, nada más lejos de la intención de los dos periódicos más significativos y significados de la prensa española de izquierdas que insinuar que España y Francia van de culo. Esto sería quedarse en lo superficial. Muy otro es el mensaje que nos quieren lanzar Público y El País, y que podría resumirse así: ¡Vaya par de jacas! ¡Kíííííííííííiáaaaaaaaa! (jadeos irreproducibles).

No esperábamos menos de aquellos que han hecho de la igualdad, la justicia social y el progreso su principal bandera. De todo corazón, gracias.

A la izquierda las reales posaderas de Doña Letizia Ortiz, a la derecha el culo de la primera dama de Francia, de riguroso morado

lunes, 27 de abril de 2009

Qué luces tienes

No vamos a descubrir ahora las grandes dosis de ingenio de las que se vale la publicidad en nuestro tiempo. Lo bueno, además, es que parte de ese talento se pone al servicio de causas que merecen la pena, como la lucha contra la degradación de nuestro maltrecho medioambiente. Un ejemplo más:

WWF. “Cuando te dejas la luz encendida, no eres el único que lo pagas”.
Agencia Ogilvy & Mather, Ucrania.

[visto en chiquiworld]

viernes, 24 de abril de 2009

La culpa de todo

Al final va a resultar que la culpa de que el sistema económico haya hecho catacrack es de los trabajadores, o lo que más eufemísticamente se denomina como el sistema laboral, pero por la base. Insolidarios como pocos, los asalariados y sus representantes no están dispuestos a aceptar que les rebajen la cantidad que deberían percibir en caso de despido, se muestran recelosos a la hora de afrontar las regulaciones de empleo que acometen las empresas y, en definitiva, se obcecan con sus caprichos y fruslerías de progres pijos -aunque la mitad de ellos vote al PP- en frenar el despegue económico del país.

Desde luego, la actitud de los sindicatos exigiendo subidas salariales para los funcionarios mientras el IPC se desploma, no es precisamente un ejemplo de solidaridad a la hora de afrontar el problema. Pero, no me negarán tampoco que bancos y empresarios (los grandes en concreto) han hecho bastante poco por asumir parte de su culpa en este entuerto y que resulta bastante más fácil apelar a la solidaridad mientras se conduce un Audi A-8 camino del chalecito en la costa, que cuando se cobran 900 euros mensuales y tu jefe ya te ha dicho nada subliminalmente que va a haber que recortar el presupuesto.

Glup.

No se ha cansado de decir Rajoy desde que se desató el ruido y la furia, que el problema del Gobierno español era que no había sabido diagnosticar el problema. No le faltaba razón al galleguito feliz. Pero, esta ceguera no es exclusiva del presidente español, ni de la clase política en su conjunto. Todavía a nivel macroeconómico se sigue especulando sobre las causas y autoría intelectual del actual caos financiero. La última moda es echarle la culpa a los llamados ‘quants’, esos físicos teóricos y matemáticos pasados al mundo de la economía, y a su funesta influencia sobre el orden mundial.

Los ‘quants’ pensaban que la estructura de los sistemas financieros no era muy distinta a la física que controla un sólido o un gas. Así, se dedicaron a aplicar sus conocimientos desarrollando modelos destinados, por ejemplo, a transformar productos contaminados de hipotecas basura en otros aparentemente limpios. Estos productos, considerados por algunos como verdaderas “armas financieras de destrucción masiva”, terminaron colocados en el mercado con las sabidas consecuencias. El sistema se había intoxicado hasta el punto de que incluso dos ilustres defensores de las teorías “científicas”, los premios Nobel Robert Merton y Myron Acholes, hicieron bueno aquello de llevar en el pecado la penitencia al ver cómo su fondo de inversión colapsaba el pasado año. Vaya por Dios.

Eso de aplicar el método científico a los fenómenos sociales no es nuevo. Hace más de un siglo, Comte contribuyó a fundar lo que en un inicio se llamó “física social”, y otro eminente sociólogo, Emile Durkheim, analizó desde esta perspectiva algunos de los hechos sociales fundamentales de su tiempo. Creía que en toda sociedad se da una solidaridad básica, que en las modernas se funda en la división del trabajo, en la complementación para la obtención de los medios de subsistencia.

Las redes que teje el dinero suelen amortiguar la pérdida de solidaridad que en momentos como los actuales se produce. Pero no siempre. Ahí tienen a David Kellerman, director financiero de la empresa hipotecaria Freddie Mac, intervenida por el Gobierno estadounidense, y al que la policía ha encontrado muerto esta semana, posiblemente debido a un suicidio.

¿Le pudo la presión social? ¿Se sintió un fracasado? ¿Acaso culpable?

Puede que la Ciencia no lo explique todo. Y el comportamiento de los hombres menos que cualquier otra cosa. A lo mejor, qué se yo, Kierkegaard, Dostoievski o Freud sigan siéndonos más útiles para desentrañar la madeja humana que todos los 'quants' y sus parientes (vivos y muertos) juntos.

[artículo recomendado por soitu]

sábado, 18 de abril de 2009

Chaves o no

Nada ha pasado. Todo sigue igual.

Manuel Chaves ha dejado el gobierno andaluz después de 19 años como presidente y a nadie parece importarle. En el PSOE se ha hecho la transferencia de poder sin ruido. Zarrías, que podía haber sido un posible sucesor, iba incluido en el paquete camino a Madrid, despejando así el camino a un candidato de concordia, a un gestor consagrado más que a un peso político del partido que hubiera podido dividir a la militancia.

Al PP, por su parte, parece haberle pillado tan de sorpresa el acontecimiento que ni siquiera han sabido articular una crítica decente. Y es que tanto habían cargado el discurso en desgastar la figura de un Chaves incapaz de permitir un relevo, de un político apoltronado y más que amortizado, que el verse sin diana les ha trastocado todos los planes. Con Chaves en el poder y con el viento de las encuestas, en buena parte debido a la crisis económica, soplando a favor, Arenas podía prometérselas muy felices. Llegar a dormir en el Palacio de San Telmo era un sueño que poder acariciar. Al variar la ecuación, se abre un margen de incertidumbre que los populares se muestran incapaces de calibrar, especialmente cuando aún quedan tres largos años para que los de la rosa diseñen su estrategia.

Pero, al margen de la política, ¿qué pasa con la opinión pública andaluza? ¿Por qué no parece manifestarse en ningún sentido?

Sería de esperar que miles de personas pudieran sentirse decepcionadas, incluso estafadas. En especial, quienes votaron al PSOE hace apenas un año. Estos dieron su apoyo a unas siglas, es verdad, y a un programa, pero por bien que les sonara esa música, pusieron al frente de esta orquesta a un director determinado. Y éste era Manuel Chaves, el mismo que sin pedir permiso a nadie ha decidido aceptar el ofrecimiento del presidente del Gobierno y abandonar sus responsabilidades al frente de la Junta, dándole la espalda a sus electores. ¿O no?

Otra posibilidad es que otros tantos miles estuvieran felices de ver desaparecer a este nefasto personaje que frenaba con su incapacidad el desarrollo de esta comunidad. Algunos también podrían estar cabreados al observar cómo el que tanto ha hecho por Andalucía se va sin que nadie puede remediarlo. E incluso, al contrario, podrían existir los que, jubilosos ante tan afortunado golpe del destino, hubieran descorchado alguna botella de champán. Aunque fuera del malo.

Pero no.

El “cabezón” Chaves, el de los “minolles”, el dislálico y enérgico, el incapaz e incombustible, el benefactor de los menos favorecidos y el señorito andaluz, el mismo que nos ha traído la prosperidad o la ruina, todo a gusto del observador, se ha ido y, oh sorpresa, aquí no ha pasado nada. La presencia hegemónica de la política autonómica durante dos décadas (muchos andaluces sólo guardan memoria de él como presidente de la Junta), ha cogido la de Despeñaperros pa´rriba y la novedad es que no hay más novedad.

Hasta ayer mismo era aplaudido y abucheado a partes iguales (bueno, un poco más lo primero, a tenor de los resultados electorales cosechados). Y hasta casi parecía que nada en Andalucía se pudiera mover sin que él lo supiera. Pero, ya sea fruto de la indiferencia, la indolencia, el escepticismo o la onmicomprensión del personal, parece que ya nos hemos acostumbrado a prescindir de él.

¿Será esto un éxito de la democracia o un fracaso personal? ¿Acaso es la crisis, que anula todo lo demás?

Yo, sinceramente, desconozco si todo esto es bueno o es malo, pero no me negarán que, como poco, es inquietante.

[artículo recomendado por soitu]
 
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