jueves, 8 de noviembre de 2007
Rodin toma las calles de Málaga
La primera impresión es de auténtico impacto. Vas andando por la Alameda Principal y de golpe y porrazo cuando empiezas a doblar la esquina con Calle Larios, ahí te encuentras en toda su imponente grandeza, subido a su pedestal, la obra más famosa del artista francés. No es sorpresa. Ya sabíamos que estaba ahí. Habíamos visto la foto en los periódicos, visto las crónicas en la televisión. Pero produce como extrañeza descubrir que era cierto. Y en este caso las expectativas se ven colmadas. Quizá si la obra se encontrara justo enfrente, en la Plaza de la Marina, pongo por caso, el efecto sería distinto, o quizá no. Aquí la obra está en su sitio. Podría seguir aquí eternamente, hasta que ya no produjera sorpresa cada vez que nos la encontráramos al torcer la calle.
“El Pensador” nos gobierna desde arriba, aunque casi podría decirse al contrario, que somos nosotros los que curioseamos con indecencia, como esos programas televisivos de tarde, en su ámbito más íntimo. Un hombre desnudo, recogido sobre sí mismo, músculos y mente reconcentrados en un punto que no conseguimos aprehender por mucho que arremolinados lo rodeemos una y otra vez, como el león a su pieza, con actitud morbosa.
Sabemos que “El Pensador” es la obra más célebre de Rodin, escultor francés considerado por muchos como el “primer moderno” en Arte al romper con el academicismo imperante en su época. Pero qué piensa ‘El Pensador’. La pregunta es inevitable. Y hay que volver a su autor, a François-Auguste-René Rodin (París, 12 de noviembre de 1840 - Meudon, 17 de noviembre de 1917). Descubrimos así que la figura fue llamada en primer lugar “Dante Pensando” y que originalmente fue denominada “El Poeta”. Al parecer formaba parte de una comisión del Museo de Artes Decorativas de París para crear un monumental portal basado en La Divina Comedia de Dante en la que cada una de las estatuas representaba a uno de los personajes principales del poema épico. "El Pensador", en su origen, buscaba representar a Dante frente a las Puertas del Infierno, ponderando su gran poema.
“El Pensador” es pues Dante, y en cierta medida el propio autor frente a su época. Así lo han suscrito algunos críticos para quienes el artista francés era un hombre que vivía con angustia un tiempo en el que la ciencia, convertida en técnica da paso a fenómenos como el cine. Rodin se encontraría, como su Dante pensativo en Las Puertas del Infierno, justo en el centro, indeciso ante la perspectiva de tener que elegir entre enmarcarse en la tradición o revolucionar, como hizo, las artes escultóricas. Lo que se dice, si se nos permite la expresión, un apocalíptico en tránsito de crear las nuevas condiciones de integración artística del futuro.
Pero, si bien “El Pensador” de por sí, y sin tener la referencia respecto a su origen –lo que demuestra que el Arte auténtico no necesita de notas al pie para resultar sublime- corta el resuello, lo que viene detrás, una vez que uno avanza por la magníficamente remozada Calle Larios, resulta de una belleza sobrecogedora. Ninguna ilustración le hace justicia al hecho de poder ver en plena vía –pues para las calles estaba pensada su obra- seis “estudios” –aunque no hay que dejarse confundir por el término, pues constituyen seis verdaderas obras maestras- sobre los cinco prohombres que conforman el conjunto monumental 'Los burgueses de Calais'.
Se trata de un conjunto de figuras dispuestas a ambos lados a lo largo de la primera mitad de la calle que nos sumen de lleno en la emocional y profunda concepción del hombre que caracteriza la obra de Rodin. La escultura que como conjunto cerrado puede observarse en las inmediaciones del puerto francés del mismo nombre representa a los seis burgueses que en 1347, al inicio de la Guerra de los Cien años (1327-1453), se ofrecieron a dar sus vidas para salvar a los habitantes de la sitiada ciudad francesa. El episodio transcurre -según cuenta el cronista Jean Froissart- cuando el rey Eduardo III de Inglaterra, en septiembre de 1346, tras la batalla de Crecy, se dispone a tomar la ciudad. Tras varios intentos de los ingleses de franquear sus puertas el rey tomó la decisión en febrero del siguiente año, de dejar morir de hambre a los sufridos habitantes franceses. La situación se tornaba agónica, el agua y los víveres escaseaban y una expedición de niños y ancianos que abandonó el cerco murió extramuros al no permitir los ingleses que pudieran abastecerse. De este modo y tras retirar el rey Felipe VI de Francia sus fuerzas de la ciudad, el alcalde de Calais ofreció al rey inglés la capitulación a cambio de que los habitantes pudieran salir libres. El rey Eduardo se negó en un primer momento pero sus propios hombres le hicieron notar la valentía con la que los sitiados se habían batido por su rey. Así, el monarca se ofreció a respetar la vida de los pobladores de la ciudad si seis hombres notables se rindían ante él, vestidos en camisón, portando las llaves de la ciudad, y con una soga amarrada a sus cuellos. Los seis hombres, que pasarían a la historia con el sobrenombre de “los burgueses de Calais” fueron pues de esta guisa conducidos hasta los aposentos del rey donde sólo la piadosa mediación de su esposa Felipa de Hainault conseguiría ponerlos a salvo de la ira regia y salvar así sus vidas.
Donde acaba el episodio comienza la leyenda, y donde la leyenda el Arte. Así Rodin Rodin recrea de forma patética la historia de seis hombres que tras sobrevivir un sitio de un año se dirigen voluntariamente hacia la muerte. Pero lejos de representarlos como seis mártires, como santos o superhombres, refleja la duda, la angustia, la desesperación, el desasosiego de aquellos que sienten abrirse el Abismo bajo sus pies.
Todo esto es lo que puede contemplarse por unos días en pleno centro de Málaga. Todo demasiado bello como para perdurar, aunque nos atreveríamos a correr el riesgo de exponernos a padecer el síndrome de Stendhal a fuerza de mirar y remirar con arrobo el trabajo de uno de esos escasos artistas capaces de trascender su tiempo y pasar a la Historia a la vez como “clásicos” y “modernos”.
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