Lo dijo el ex-presidente José María Aznar en un momento de su larga comparecencia de casi 11 horas ante la comisión de investigación del 11-M. Han pasado casi tres años desde aquello. Aunque, quién lo diría, parece que fue ayer. Al menos, nadie entre sus filas ha desmentido la tesis “oficial”. La teoría de la conspiración.
Los jueces, sin embargo, parecían haber anulado cualquier hipótesis conspiranoica. No se rompió la cadena de custodia de la famosa Kangoo, los explosivos provenían de la asturiana Mina Conchita, en definitiva, y como titulaba la edición digital del diario El Mundo -ejem- “Ninguna de las pruebas avala la relación entre ETA y los islamistas”. Toma ya. Pero, ¿qué pasa con la “autoría intelectual” de los atentados? ¿Eran los condenados unos autómatas que actuaban gobernados a distancia por hipnosis? ¿Y qué quería decir Aznar con que los ideólogos del 11-M no se encontraban en desiertos remotos? Inquietante.
Quienes siempre hemos pensado, por confianza en el sistema, por ingenuidad tal vez, que no había fantasmas de ningún tipo en torno a la investigación del 11-M hace tiempo que nos cansamos de escuchar pamplinas, y la indignación que un día sentimos al leer determinados medios o escuchar a algunos políticos tratando de hacer caja con material tan sensible había dejado paso al hastío. Pero, por insólito que parezca, esta visión alucinada de los hechos ha calado entre la población. Esta misma semana, un medio de comunicación difundía los datos de una encuesta, según la cual un tercio de los votantes del PP creía que ETA había tenido algo que ver en los atentados. Nada de particular si tenemos en cuenta que la misma mañana del fallo, Jiménez Losantos, desde su altar radiofónico, afirmaba que los jueces transferían la responsabilidad intelectual de los atentados a “dos moritos y un asturiano”. Otra vez la dichosa “autoría intelectual”.
Otro gallo hubiera cantado si la mayor parte de los terroristas implicados en el caso no se hubieran autoinmolado en el piso de Leganés. Pero con las pruebas que había sobre la mesa era inevitable que la sentencia no consiguiera cerrar el falso debate mediático en torno al 11-14M (aunque, ¿alguien ha escuchado pedir que se establezca la “autoría intelectual” ante cualquier atentado de ETA?)
Lo peor de todo es que así olvidamos lo esencial: que lo que ocurrió aquel trágico día en Madrid podría volver a repetirse y que en vez de enmarañarnos en absurdas controversias, haríamos mejor en analizar las raíces del terrorismo islámico y tratar de poner en marcha todos los mecanismos necesarios para acabar con él o cuando menos neutralizarlo. Y ni acusar a ETA de crímenes que no ha cometido, ni invadir países con falsos pretextos posibilitando que el terrorismo islamista encuentre un nuevo vivero para su crecimiento y radicalización, parecen los métodos más adecuados.
Me gustaría saber qué ha pensado Aznar de la sentencia dictada. Me lo imagino altivo -y con ligero acento tejano, no sé por qué- diciendo a sus allegados: “¿lo veis? Lo que yo decía, aquí hay gato encerrado. Preguntadle a Gabilondo. Ése sí que sabe”. Habrá utilizado el mismo tono que gastó cuando hace unos meses valoraba retrospectivamente la entrada de España en la guerra de Irak. “Ahora es fácil saberlo”. Dijo el tío. Ahora que tenemos pruebas. Porque sin pruebas no puede haber condena, ¿no?
Con los datos recogidos cualquier ciudadano puede escribir también otra sentencia. No necesita seiscientas páginas. Se resume en dos líneas: existen ex-presidentes de Gobierno irresponsables que no habitan en desiertos remotos aunque dictan conferencias en Georgetown.
Lo digo y lo pruebo.
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