Como en el post anterior me dejé demasiadas cosas en el tintero quiero incoporporar una experiencia personal en torno a Juan Antonio que cobra ahora un nuevo sentido. Ha salido publicada en forma de columna este mismo viernes en el semanario local en el que colaboro habitualmente y ha merecido la atención de un "rosaventero" que a primera hora de la mañana tenía la amabilidad de mandarme un e-mail para agradecerme el escrito. Gracias, Salva por tu solidaridad.
Llamada, claro, 'Fuerza y honor' decía así:
La única vez que me comuniqué con Juan Antonio Cebrián, el creador y el alma del programa radiofónico ‘La Rosa de los Vientos’ de Onda Cero, fue hace justamente un año. Recuerdo que ese domingo se celebraba la ceremonia de entrega de los premios Planeta 2006 y que ‘Cebri’ decidió conceder parte del primer tramo de ‘La Rosa’ a entrevistar a los escritores ganadores. Recuerdo que Mari Carmen y yo nos indignamos bastante y decidimos enviarle un correo electrónico en señal de protesta. Que si el programa era otra cosa, que a qué venía aquello, que si este premio no tiene nada que ver con la calidad, y que si en definitiva no se trataba de una simple maniobra publicitaria con la que empezar a promocionar un símbolo del grupo Planeta, propietario por cierto de Onda Cero.
La verdad es que nos quedamos tan a gusto, aunque a medida que iban pasando los minutos y el programa volvía a recobrar su pulso habitual nuestro sensación de enfado se fue tornando paulatinamente en arrepentimiento. Al fin y al cabo, quién no hace cesiones en su trabajo. ¿No era un pecadillo venial en comparación con lo que cada fin de semana Juan Antonio nos enseñaba?
Sobre las 3 y media de la madrugada el artífice de los célebres ‘Pasajes de la Historia’ leyó nuestro correo dentro de la sección de los oyentes. Cuántos otros no lo habrían pasado simplemente por alto con tal de no meterse en semejante jardín. Pero él prefirió contestar a dos oyentes cabreados (sus oyentes) y defenderse elegantemente. Sus argumentos no nos convencieron pero el mero hecho de darnos una explicación nos satisfizo de sobra sin que nuestra fidelidad por el programa mermara un ápice.
Con ese antecedente, este año esperaba con curiosidad que volviera a entregarse el Planeta. ¿Qué haría ahora Juan Antonio? Esta vez la ceremonia fue un lunes, de modo que no se presentó la ocasión. Aún así, aguardé hasta el sábado por si se producía cualquier alusión. Pero el sábado tampoco hubo disyuntiva posible y sí una desconcertante selección de música en el tiempo del programa. Sencillamente, Juan Antonio se había ido esa misma tarde. A los 41 años su corazón dejó de latir.
Durante toda la semana he pensado mucho en Cebrián. A veces en la compañía de otros cientos de admiradores que en foros, chats o programas de radio lo han recordado. Me he acordado de él cuando Rajoy gastaba la “bromita” de su primo -como la ha definido Esperanza Aguirre- y en lo que hubiera pensado de haberlos escuchado alguien que, antes de que Gore viniera a redimirnos, mucho antes de los coches ecológicos y de los sellos de calidad medioambiental, ya nos alertaba sobre el cambio climático desde los micrófonos de la radio.
He pensado en él cada vez que esta semana he oído hablar de la gira de Héroes del Silencio y se me venía a la cabeza la rendida admiración que él y sus colaboradores (las otras 3’C’) sentían por los maños y de la tabarra que nos han dado sobre su reencuentro en el último mes.
Y seguiré pensando en Juan Antonio cada vez que coma mejillones, que en el canal de Historia echen un reportaje sobre Amenophis IV. Cada vez que me acuerde de aquel maldito e-mail que hace un año le enviamos sabiendo que el que en verdad nos hubiera gustado escribirle ya no podrá leerlo.
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