Ha muerto Juan Antonio Cebrián, el creador y el alma del programa La Rosa de los Vientos (Onda Cero) y con su muerte Minerva se queda sin su lechuza radiofónica preferida. Cuando aún nos enjugamos las lágrimas por la desaparición de Carlos Llamas, otro imprescindible de la radio en España, la fatalidad ha querido darnos un nuevo golpe a todos los que amamos profundamente a este medio y consideramos a algunos de sus hacedores como seres literalmente de nuestra familia.
Por inesperada –aunque qué muerte no lo es- la desaparición de Cebrián, del ‘Cebri’, ha sido traumática para miles de oyentes. Como imagino que otros muchos, Mari Carmen y yo no nos enteramos de la noticia hasta que en la madrugada del pasado sábado llegaba el tiempo del programa. Como nos incorporamos unos minutos tarde “a la sintonía de Onda Cero Radio”, como le gustaba decir siempre a Juan Antonio en sus largas presentaciones, nos chocó que en ese momento sólo se estuviera emitiendo música. Recuerdo que le dije a Mari Carmen que me había equivocado de dial y empecé una nueva búsqueda que me llevó al mismo punto de partida. Onda Cero en Málaga se sintoniza en el 90.8 de FM y allí nos encontrábamos. La radio es digital. No se trataba de un error. Nos miramos sorprendidos, atravesados por una oscura extrañeza pero exageraría si dijera que en ese momento podíamos imaginar tan siquiera que algo semejante podía haber ocurrido. Trato de reconstruir estos minutos y nos veo a Meri y a mí entretenidos en el despacho, ella retocando algunas imágenes en el ordenador, yo volcando mi último artículo en este blog (sobre la polémica suscitada por un editorial de El País sobre la figura del Che Guevara). Todo normal. Todo bajo control. Un sábado más en casa, felices, repitiendo nuestra habitual ceremonia, la misma y diferente cada vez, en la que La Rosa de los vientos y la voz profunda y compañera de Juan Antonio Cebrián se erigían como parte esencial. Entonces me volví a conectar a internet. Abrí la página de inicio de Onda Cero y allí estaba la noticia. “Fallece Juan Antonio Cebrián”. Contuve el aliento. No me lo podía creer. En Onda Cero seguía la selección musical en el tiempo en el que Juan Antonio y Fernando Rueda debían estar hablando de espías, intrigas y complots palaciegos. Poco a poco la certeza se iba apoderando de mí, mientras a mi izquierda, en el otro ángulo de nuestro escritorio, mi mujer seguía dedicada a lo suyo, indiferente aún a lo que estaba a punto de conocer. Me demoré todavía algunos instantes. Me sentía como un heraldo negro que estaba a punto de comunicar que el ardid del caballo de madera había terminado en desastre para los griegos.
Por inesperada –aunque qué muerte no lo es- la desaparición de Cebrián, del ‘Cebri’, ha sido traumática para miles de oyentes. Como imagino que otros muchos, Mari Carmen y yo no nos enteramos de la noticia hasta que en la madrugada del pasado sábado llegaba el tiempo del programa. Como nos incorporamos unos minutos tarde “a la sintonía de Onda Cero Radio”, como le gustaba decir siempre a Juan Antonio en sus largas presentaciones, nos chocó que en ese momento sólo se estuviera emitiendo música. Recuerdo que le dije a Mari Carmen que me había equivocado de dial y empecé una nueva búsqueda que me llevó al mismo punto de partida. Onda Cero en Málaga se sintoniza en el 90.8 de FM y allí nos encontrábamos. La radio es digital. No se trataba de un error. Nos miramos sorprendidos, atravesados por una oscura extrañeza pero exageraría si dijera que en ese momento podíamos imaginar tan siquiera que algo semejante podía haber ocurrido. Trato de reconstruir estos minutos y nos veo a Meri y a mí entretenidos en el despacho, ella retocando algunas imágenes en el ordenador, yo volcando mi último artículo en este blog (sobre la polémica suscitada por un editorial de El País sobre la figura del Che Guevara). Todo normal. Todo bajo control. Un sábado más en casa, felices, repitiendo nuestra habitual ceremonia, la misma y diferente cada vez, en la que La Rosa de los vientos y la voz profunda y compañera de Juan Antonio Cebrián se erigían como parte esencial. Entonces me volví a conectar a internet. Abrí la página de inicio de Onda Cero y allí estaba la noticia. “Fallece Juan Antonio Cebrián”. Contuve el aliento. No me lo podía creer. En Onda Cero seguía la selección musical en el tiempo en el que Juan Antonio y Fernando Rueda debían estar hablando de espías, intrigas y complots palaciegos. Poco a poco la certeza se iba apoderando de mí, mientras a mi izquierda, en el otro ángulo de nuestro escritorio, mi mujer seguía dedicada a lo suyo, indiferente aún a lo que estaba a punto de conocer. Me demoré todavía algunos instantes. Me sentía como un heraldo negro que estaba a punto de comunicar que el ardid del caballo de madera había terminado en desastre para los griegos.
La abracé. Pronuncié su nombre. Callé. Al girarse y ver mis ojos ella lo supo.
Mari Carmen es oyente de La Rosa desde el principio, una oyente incondicional, entusiasta, que colecciona pasajes, tertulias y monográficos, como el filatélico sellos. Es una auténtica “mejillona” que me abrió esta puerta cuando ligamos nuestros destinos hace cuatro años. Porque en nuestra vidas el programa de Juan Antonio no entiende de horas, ni de directos. Es una constante. El enlace sonoro entre la vigilia y el sueño, el sueño y la vigilia.
Casi toda la madrugada permanecimos despiertos. Mari Carmen encendió una vela en su honor. Entramos en el chat de La Rosa y compartimos con decenas de personas el dolor por la desaparición de este trozo de nuestras vidas. Mandamos e-mails de homenaje a programas de radio que en otras cadenas –valga de ejemplo- dedicaron parte de su tiempo a recordar la figura de este gran divulgador de temas históricos y del misterio-. Lloramos a ratos. Nos lamentamos la mayor parte del tiempo. Pero también reímos al recordar a este entrañable héroe de la radio, la reencarnación de Amenophis IV, como a sí mismo le gustaba llamarse.
Hoy nos sentimos algo más pequeños, y estafados también. Y conmovedoramente pueriles. Tanto que no cesamos de preguntarnos “¿por qué”?, “sólo tenía 41 años”, o “¿qué va a pasar ahora?”, cuando ya nos creíamos filosóficamente maduros para aceptar la desgracia como una parte más de la vida. Mari Carmen piensa que Juan Antonio debe de andar por algún cielo, charlando como Alejandro Magno, tomando café con Julio César, jugando al ajedrez con Napoleón. Y a mí me gustaría también pensarlo. Me gustaría.
Mari Carmen es oyente de La Rosa desde el principio, una oyente incondicional, entusiasta, que colecciona pasajes, tertulias y monográficos, como el filatélico sellos. Es una auténtica “mejillona” que me abrió esta puerta cuando ligamos nuestros destinos hace cuatro años. Porque en nuestra vidas el programa de Juan Antonio no entiende de horas, ni de directos. Es una constante. El enlace sonoro entre la vigilia y el sueño, el sueño y la vigilia.
Casi toda la madrugada permanecimos despiertos. Mari Carmen encendió una vela en su honor. Entramos en el chat de La Rosa y compartimos con decenas de personas el dolor por la desaparición de este trozo de nuestras vidas. Mandamos e-mails de homenaje a programas de radio que en otras cadenas –valga de ejemplo- dedicaron parte de su tiempo a recordar la figura de este gran divulgador de temas históricos y del misterio-. Lloramos a ratos. Nos lamentamos la mayor parte del tiempo. Pero también reímos al recordar a este entrañable héroe de la radio, la reencarnación de Amenophis IV, como a sí mismo le gustaba llamarse.
Hoy nos sentimos algo más pequeños, y estafados también. Y conmovedoramente pueriles. Tanto que no cesamos de preguntarnos “¿por qué”?, “sólo tenía 41 años”, o “¿qué va a pasar ahora?”, cuando ya nos creíamos filosóficamente maduros para aceptar la desgracia como una parte más de la vida. Mari Carmen piensa que Juan Antonio debe de andar por algún cielo, charlando como Alejandro Magno, tomando café con Julio César, jugando al ajedrez con Napoleón. Y a mí me gustaría también pensarlo. Me gustaría.
1 comentario:
realmente casi parecido la noticia para mí, y aunque paresca extraño para quien no conocio su labor, yo llore como no lo habia echo por nadie, sin haberlo conocido fisicamente, todavia guardo toda su forma de hablar de reir y de trasmitir, MARAVILLOSA PERSONA, y donde esté seguro es que se lo llevaron porque les hacia falta, no habra nunca, creo un comunicador tan carismatico como el.
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