Interesante reflexión de Francisco Serradilla sobre el futuro del libro, del que extraigo este muy lúcido fragmento:
"Y como medio de financiación aparecen nuevas figuras: donaciones, mecenazgo, publicidad, esponsorización. El mercado tradicional de la creación está abocado a la desaparición, y en su lugar surgirán nuevos sistemas en los que lo único que está claro es la desaparición de los intermediarios. Los creadores harán llegar su obra directamente a los usuarios, porque si no lo hacen ellos lo harán otros con menos calidad y cuidado. Así que, ante este panorama, ¿Cuál es el papel de los libreros y editores?
De nuevo la respuesta es evidente. El librero de toda la vida conocía los gustos de sus clientes, estaba al tanto de lo que se publicaba y era capaz de recomendar a cada lector el libro adecuado. En el fondo podríamos pensar que estaba cobrando no por un fajo de papeles, sino por sus servicios y su conocimiento. Pero ese librero fue desapareciendo, reemplazado por grandes cadenas que vendían libros como si fueran salchichas. ¿Cuál es el valor añadido de estos libreros en el sistema? Ninguno. El editor de toda la vida seleccionaba cuidadosamente los libros que iba a editar; leía los originales y, aún en el caso de rechazar la edición, daba su opinión al escritor, recomendándole aspectos a mejorar en nuevas obras. Existían correctores de estilo que pulían los originales. Ahora se cobra al autor por editar los libros en las ediciones de vanidad, y los correctores han desaparecido (he visto libros con faltas de ortografía). ¿Cuál es el valor añadido de estos editores al sistema? Ninguno.
Pero, por otro lado, si cualquiera puede editarse su propio libro, el mercado se ve inundado por miles de publicaciones de baja calidad. ¿Y dónde queda el lector? ¿Puede un lector, que quizá lea quince o veinte libros al año, encontrar lo que pueda satisfacerle buceando en un mar de 68.000 libros publicados anualmente?
Y para empeorar un poco más el panorama, el crítico de toda la vida ha desaparecido. Los culturales de los periódicos solo reseñan los libros de las empresas de su grupo, y se han conocido casos de cese de críticos por ser precisamente críticos con algún escritor del “grupo”. Pero si sólo son conservados en plantilla los críticos no críticos, ¿cuál es el valor añadido del crítico en el sistema? Ninguno.
Visto todo esto… ¿no ha cavado el sector su propia tumba?"
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