lunes, 28 de julio de 2008

El espíritu del medio

“Es curioso que el periodismo haya tenido tan mala prensa”. Así empezó el poeta y articulista malagueño Manuel Alcántara su intervención durante la inauguración la pasada semana de los Cursos de verano de la Universidad de Málaga en su sede de Vélez-Málaga. Como se encargó de demostrar a lo largo de su intervención de apenas media hora –pues es el primer mandamiento del oficio “no aburrir ni a Dios sobre todas las cosas”- esta profesión casi canallesca (él mismo ha recordado en ocasiones aquel célebre adagio: “no le digas a mi madre que soy periodista, mejor dile que soy pianista en un burdel”) no ha gozado nunca de una extendida buena reputación. Así, Alcántara recordó a Chesterton, cuando afirmaba que el periodismo consistía en decir que Lord John estaba muerto a gente que no sabía que Lord John estaba vivo; o a Oscar Wilde, para el que la literatura se diferenciaba del periodismo en que la literatura no se lee y el periodismo es ilegible”.

Quizá ha contribuido a esta mala imagen del periodismo en nuestra época, ya antes de que la prensa rosa se extendiera como un virus (porque el amarillismo ha ido siempre asociado a la prensa, antes incluso de William Randolph Hearst) el carácter acomodaticio de gran parte de quienes se han dedicado a esta profesión. Esto es algo que generalmente intenta ser esquivado cuando entre periodistas se hace autocrítica. En realidad de “auto” no tiene nada y se termina siempre descalificando a los demás, a los “medios afines”, a los “de la cuerda de”, “a los amigos”, etc., obviando que estos mismos permiten ser considerados por algunos como “unos de los nuestros”.

Después de 50 años de profesión y de 18.000 columnas (sí, no es una errata) a las espaldas; de haber obtenido los más prestigiosos galardones periodísticos (Mariano de Cavia, Luca de Tena y González Ruano) y literarios (Premio Nacional de Poesía por ‘Ciudad de entonces’); de ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de la ciudad que lo vio nacer; y de haberse doctorado también en la Escuela de la Vida a lo largo de ochenta años de viajes, lecturas y escritos, Manuel Alcántara, el último gran estilista de una generación de columnistas nacidos antes de la guerra civil, puede permitirse afirmar sin tapujos que “hay que adecuarse al espíritu del periódico” y que quien piense que se puede decir lo que uno quiera y ser totalmente libre es un “ingenuo” (lo dice, claro, quien tuvo que trabajar en diarios como ‘Arriba’ o ‘Ya’).

Y como prueba del tradicional carácter acomodaticio o flexible, si lo prefieren de la prensa, puso como ejemplo un célebre episodio acontecido hace dos siglos, en concreto, a principios de marzo de 1815, mientras Napoleón abandonaba la isla de Elba. Con este motivo el diario oficial, ‘Monitor’, había anunciado en su portada: “El antropófago ha salido de su escondite”. En días sucesivos en el mismo periódico titularon: “El ogro de Córcega ha desembarcado en la isla”; “El Tigre ha llegado a Gap”. “El monstruo ha dormido en Grenoble”; “El tirano ha atravesado Lyon”; “El usurpador está a sesenta leguas de la capital”; “Bonaparte avanza a pasos agigantados pero no entrará en París”; “Napoleón estará mañana entre nuestros bastiones”; “El Emperador ha llegado a Fointanebleau”; "S.M. Imperial entró ayer en el palacio de la Tullerías, en medio de sus fieles súbditos”.

Al columnista de Vocento lo que realmente le inquieta del periodismo actual no es esta adaptación a lo que la Dirección en cada momento considere oportuno (aunque aclara que desde que escribe en Vocento nunca le han tocado una coma, pese a que lo habría entendido) sino la “desfachatez” y la “desvergüenza” que observa en algunos profesionales a la hora de contar los hechos practicando el insulto desde la primera línea.

Pero, no se equivoquen, pese a la aparente mansedumbre que destilan sus palabras, bajo su voz aún firme nacida de la experiencia y atravesada por la sabia ironía de quien ha hecho de la humildad una bandera, el Alcántara que podemos leer a diario, no ha renunciado a no casarse con nadie excepto con la verdad.. Lo ha hecho casi sin ruido. Sin elevar una palabra más que la otra, únicamente aplicando inteligencia, humor y sensibilidad a cuanto ha tocado. Por eso cuando cita a Vargas Llosa afirmando que “el periodismo es el mayor garante de la libertad”, su rostro se ilumina. Porque también ha habido periodismo con buena prensa y porque, como Gerardo Diego, él también piensa que “un periodista es un salvador de instantes y un cantor de lo cotidiano” y que puesto que hay que dejarse la vida en algún sitio, por qué no habría de hacerlo a razón de trescientas palabras por día, corriendo esos cien metros lisos de la columna que a unos se le hacen extremadamente cortos y a otros infinitamente largos.

Los hay que ganan en las distancias cortas. Alcántara es uno de ellos, uno de esos seres honestos que hace tiempo que descubieron que peor aún que engañar a los demás era hacer lo propio consigo mismos.

[artículo recomendado por soitu]

viernes, 25 de julio de 2008

A vueltas con el futuro del libro

Interesante reflexión de Francisco Serradilla sobre el futuro del libro, del que extraigo este muy lúcido fragmento:

"Y como medio de financiación aparecen nuevas figuras: donaciones, mecenazgo, publicidad, esponsorización. El mercado tradicional de la creación está abocado a la desaparición, y en su lugar surgirán nuevos sistemas en los que lo único que está claro es la desaparición de los intermediarios. Los creadores harán llegar su obra directamente a los usuarios, porque si no lo hacen ellos lo harán otros con menos calidad y cuidado. Así que, ante este panorama, ¿Cuál es el papel de los libreros y editores?

De nuevo la respuesta es evidente. El librero de toda la vida conocía los gustos de sus clientes, estaba al tanto de lo que se publicaba y era capaz de recomendar a cada lector el libro adecuado. En el fondo podríamos pensar que estaba cobrando no por un fajo de papeles, sino por sus servicios y su conocimiento. Pero ese librero fue desapareciendo, reemplazado por grandes cadenas que vendían libros como si fueran salchichas. ¿Cuál es el valor añadido de estos libreros en el sistema? Ninguno. El editor de toda la vida seleccionaba cuidadosamente los libros que iba a editar; leía los originales y, aún en el caso de rechazar la edición, daba su opinión al escritor, recomendándole aspectos a mejorar en nuevas obras. Existían correctores de estilo que pulían los originales. Ahora se cobra al autor por editar los libros en las ediciones de vanidad, y los correctores han desaparecido (he visto libros con faltas de ortografía). ¿Cuál es el valor añadido de estos editores al sistema? Ninguno.

Pero, por otro lado, si cualquiera puede editarse su propio libro, el mercado se ve inundado por miles de publicaciones de baja calidad. ¿Y dónde queda el lector? ¿Puede un lector, que quizá lea quince o veinte libros al año, encontrar lo que pueda satisfacerle buceando en un mar de 68.000 libros publicados anualmente?

Y para empeorar un poco más el panorama, el crítico de toda la vida ha desaparecido. Los culturales de los periódicos solo reseñan los libros de las empresas de su grupo, y se han conocido casos de cese de críticos por ser precisamente críticos con algún escritor del “grupo”. Pero si sólo son conservados en plantilla los críticos no críticos, ¿cuál es el valor añadido del crítico en el sistema? Ninguno.

Visto todo esto… ¿no ha cavado el sector su propia tumba?"

[Ver artículo completo en libro de notas]

jueves, 24 de julio de 2008

Firmar por firmar

La vanidad del escritor no conoce límites y algunos de los más populares representantes de este oficio –puede que no el más antiguo del mundo pero sin duda uno de los más “alegres”- no se contentan con competir por ser el más leído, ni siquiera el que más firma en cualquiera de las ferias que en el mundo se celebran (qué mal me ha sonado siempre la asociación feria-libro). Superadas las tediosas pruebas de fondo, se impone la velocidad. Al fin y al cabo, siempre fueron los 100 metros lisos –en vez de la clásica maratón- la prueba reina de las Olimpiadas. Y así, escritores como Salman Rushdie –al que siempre le ha ido la marcha- o el propio Ken Follett se han lanzado a la carrera por ver quién es el que firma más rápido. ¿Los cheques que por sus cuantiosas ventas reciben? No, aunque no lo parezca seguimos hablando de libros. Y de que el autor de ‘Los versos satánicos’ ha conseguido romper el crono al poner su autógrafo en 1.000 ejemplares de su última novela, ‘The Enchantress of Florence’, atención, ¡en 57 minutos! Vamos, a razón de 17 por minuto.

¿Que no se lo creen? Bueno, eso es lo que le sucede al escritor de vinos Malcolm Gluck, que en 1998 había firmado 1.001 libros, pero en este caso en 59 minutos utilizando el mismo método del que se ha servido Rushdie: con la ayuda de tres personas, uno para coger la copia, otro para abrirla y el último para retirarla. Todo muy limpio aunque sobre quién le pregunta el nombre al lector y quién lo escucha no se ha aportado ningún dato.

De hecho, Gluck, no sabemos si antes o después de una cata, se mostró escéptico ante el nuevo récord y llegó a acusar a Rushdie –qué fuerte, qué fuerte- de haber firmado con sólo las iniciales. Y para ver hasta qué punto esto no es sólo un bulo periodístico de verano, sino un asunto realmente cómico que estos señores, quién sabe por qué, se han tomado en serio, parece ser, según publica The Guardian, que el propio Rushdie se encargó de presentar el testimonio del personal de la librería que colaboró en la firma para demostrar que puso el nombre completo, obligando al catador a reconocer su derrota y tirar de ironía al comparar esta rivalidad con la de dos tíos que miden sus órganos sexuales. Vamos, que está más picado que el mar en Tarifa un día de levante.

Pero, los anteriores no son los únicos que al parecer se han destacado por su velocidad de muñeca a la hora de hacer garabatos en la primera página de un libro. El británico Ken Follett, autor de ‘Los pilares de la tierra’, batió hace apenas unas semanas su propio récord al firmar en tres horas 2.050 ejemplares de su última novela ‘Un mundo sin fin’ en la Feria Internacional del Libro de Madrid, y cuentan que el ex presidente Carter es también un auténtico fenómeno en esta modalidad.

La pregunta ahora es: ¿supone el libro electrónico una amenaza para estos superhombres o, por el contrario, les dejarán un cachito libre en la pantalla para estampar digitalmente su firma, como cuando pagas en el Mercadona? Inquietante...

[artículo recomendado por soitu]

martes, 22 de julio de 2008

Total, están muertas

El marco es la playa napolitana de Torregaveta. Aparecen en primer término los cuerpos sin vida de dos adolescentes gitanas de 14 y 16 años que vivían en un campamento cerca de Nápoles y que después de una mañana pidiendo limosna se alejaron de la orilla a una distancia más allá de lo prudente y fueron arrastradas por una ola. Como no sabían nadar, y pese a que unos bañistas intentaron salvarlas, murieron ahogadas.

En la parte superior dos bañistas observan la escena sin alterar su rutina playera. Al parecer no fueron los únicos. Como apunta 'El Corriere della Sera' en algunas fotos se ve turistas en bikini que siguen tomando el sol y comiendo a pocos metros del sitio donde se encontraban los cadáveres. 'La Repubblica' también indica que fueron pocos los bañistas que abandonaron la playa después del suceso. Es la vida tan corta y al fin y al cabo ellas están muertas, ¿no?

La serie de fotografías que han empezado a publicar los periódicos italianos ha levantado un gran revuelo en Italia, pero habida cuenta de la indiferencia que manifestaron la mayoría de los presentes -­por causas que me resultan del todo insondables, o que prefiero no pensar los cadáveres cubiertos por toallas estuvieron en la playa durante horas- cabe preguntarse si este rasgado de vestiduras –con el arzobispo de Nápoles a la cabeza- es genuino o sólo una forma que adopta la conciencia cuando ha sido puesta al descubierto.

De todos los que se horrorizan ahora, me pregunto cuántos habrían abandonado la playa demostrando un poco de respeto o conmiseración hacia esas pobres criaturas. ¿Habrían actuado del mismo modo si en vez de gitanas desharrapadas Violetta y Cristina (porque tenían nombre, y familia y una vida por vivir) hubieran sido dos suecas acomodadas? ¿O no habría sido entonces más fácil solidarizarse, decir “oh, my god, esto nos puede pasar a nosotros, cuidado john, todavía te falta un cuarto de hora para terminar de hacer la digestión”?

"Podían salvarlas pero los italianos nos odian porque somos gitanos" ha afirmado entre lágrimas de rabia e impotencia la abuela de las niñas. Probablemente no sea verdad, pero a la luz de estas imágenes, ¿quién podrá convencerla de lo contrario?

Pero lo que más me intriga es de qué demonios habla la pareja que aparece al fondo. ¿Se lamentan porque les han dado el almuerzo y los sándwiches no hay quien se los coma luego? ¿Comentan el bonito estampado de las toallas o quizá la falta que les hacía una pedicura a las fallecidas? ¿Acaso posan para el fotógrafo musitando un patata-patata entre dientes?

Dicen que hemos negado a la Muerte, que no queremos verla ni oír hablar de ella. Que no la aceptamos. Y es verdad. Pero sólo para los nuestros. Por eso todo nos parece poco para hacer más "cómodo" el “tránsito” de los que se nos van yendo. Hasta inventar tanatorios que parecen hoteles de cuatro estrellas. Ahora bien, a la hora de que se mueran otros, cualquier cosa está de más.

Se acabó la rabia. Y jopo.

domingo, 20 de julio de 2008

China: no es un juego

Los Juegos olímpicos siempre se nos han vendido como la gran cita mundial de la concordia. Lo que une el Deporte, que no lo separe el hombre. Pero la realidad suele demostrar que más allá de la ilusión que despierta entre profesionales y espectadores de todo el mundo, se trata de un evento en el que las lecturas políticas resultan determinantes (véanse los sucesivos vetos de Moscú ‘80 y LA’84) y en el que la inocencia no campea precisamente por sus pagos (¿o no, Ben Johnson?)No digo que la intención no sea loable, pero al igual que los Reyes son los padres, esto es un negocio, amigos.

Desde que Pekín fue designada como sede de la convocatoria del año 2008, muchos apuntaron a que ésta podía ser una oportunidad única para la confirmación de China como una potencia de primer orden. La Beijing actual se ha transformado de un modo brutal convirtiéndose en el símbolo del nuevo gigante asiático. Para bien y para mal. Y digo esto porque la metamorfosis que algunos soñaron no se ha producido ni tan siquiera levemente y la China que lucha por integrarse en el selecto club de los países más avanzados del planeta, no se ha movido un ápice merced a la cita olímpica, en los fundamentos de tipo político y social establecidos por el régimen que gobierna el país desde hace décadas. Las tímidas presiones diplomáticas que ejerció Occidente tras las revueltas en Tíbet se quedaron en nada, diluyéndose junto al resto de demandas que en especial las organizaciones humanitarias vienen haciendo desde hace tiempo. Por no hablar del costo medioambiental que los Juegos supondrán y sobre el que el resto de timoratos líderes mundiales tampoco ha dicho nada.

Al contrario de lo que el más elemental sentido común pudiera dictar, cuando se habla de la imagen que China pretende lanzar al mundo, no se tienen en cuenta factores como el respeto por los derechos humanos o un cambio de tendencia hacia una progresiva democratización del país. Todo se reduce a las idílicas telepromociones con la Gran Muralla al fondo, a los fuegos artificiales y al urbanismo que representa el nuevo Estadio olímpico de simbólico nombre: el Nido de Pájaro.
Porque efectivamente, China, y esta es la prueba más palpable de cuanto venimos diciendo, no necesita siquiera hacer ningún brindis al sol. Porque quienes no temen a China la necesitan, de ahí que hayan descubierto que amenazar con no acudir a la inauguración de los Juegos (uuuuh, qué miedo) es el mayor acto de sabotaje que están dispuestos a poner sobre la mesa.

Cuando a finales de los años 70 China decidió abandonar la rígida planificación estatal de la economía iniciando una apertura hacia un sistema de libre mercado (claramente proteccionista, claro), algunos expertos vaticinaron el principio del fin de la dictadura comunista. Tras desplomarse como un castillo de naipes el bloque soviético, todo parecía indicar que el país asiático muy pronto terminaría soltándose el corsé ideológico. Pero no. Hoy China representa un caso único que combina un crecimiento económico sostenido a un ritmo netamente superior al de las principales democracias capitalistas al tiempo que mantiene un férreo sistema centralizado de partido único que ahoga cualquier disidencia (donde no podría expresar esto mismo sin temor a represalias).

Y lo que es peor, el resto de potencias mundiales (hasta las más supuestamente liberales) lo han aceptado. Sin más. Peor es cabreallo.

viernes, 18 de julio de 2008

Desvelado uno de los grandes misterios de la Humanidad

Las mujeres muy bajitas y también las altas son las más celosas de todas

-Las que miden 1,68 m son las menos suspicaces.
-Los celos corroen a los hombres de poca altura.

Son los datos que arroja un espeluznante estudio realizado por profesores de las universidades de Valencia y Groningen (Países Bajos), y de la Royal Netherlands Academy of Arts and Sciences a partir del cual ya nada volverá a ser lo mismo.

La proclividad hacia la violencia de la patata común o el estudio de las alienantes relaciones laborales entre el limón murciano y las tijeras de podar, en el punto de mira de los investigadores.

jueves, 17 de julio de 2008

Cartas a Molly

Hubo una época en que la gente se escribía cartas. ¿Por qué? Cosas de la gente. O quizá es que el teléfono era caro o no había o había pero sólo unos pocos podían permitírselo; o que Internet ni siquiera estaba en la mente de los militares que luego lo inventaron o qué se yo. Pero, a mano o a maquina, se escribían. De hecho, se escribían tantas que hasta se inventó un género, el epistolar, que a San Pablo le dio un resultado excelente y a Dragó le permitió comunicarse con el Papa en nombre de Jesús (vaya tela) sin tener que someterlo a tortura psicológica en ‘Negro sobre blanco’. Gracias a que existieron las cartas, Helen Hanff se hizo extremadamente famosa y se rodaron películas como ‘Estación Central de Brasil’ y ‘The Cincinnati Kid’, aunque esta última va de otro tipo de cartas de las que hablaremos otro día.

El caso es que como diría algún sabio cuyo nombre no recuerdo ahora mismo: “esto se está perdiendo.” Por economía, por pereza, por lentitud, porque para lo que hay que decir, ya cada vez se escriben menos y en nuestro buzón no solemos ver más que las del banco –y porque te las cobran los muy financieros- y alguna postal de algún amigo en viaje de crucero que lo único que busca es hacer daño.

Pero, siempre quedan seres humanos capaces de nadar contracorriente. Pertenecen a esa especie de individuos capaces de no crear un blog, de gastarse un euro en comprar el periódico, ciudadanos que piensan que una blackberry es una marca de taladros.

Ahora hemos conocido que un vecino del Reino Unido se ha pasado 15 años tratando de juntar los 2.000 pedacitos de papel en que se habían convertido las cartas de amor que le envió a su ya fallecida esposa mientras trabajaba como jornalero por Europa y que ella había roto al darse cuenta de que alguien las estaba leyendo.

Ted Howard, de 82 años, comenzó a reconstruir en 1993 los fragmentos de las cartas que le envió a su esposa Molly utilizando el papel de lo hoteles en los que se alojaba y acaba de terminar, a razón de una hora diaria, tres años después de la muerte de su compañera.

“Bueno, querida, no veo la hora de verte de nuevo” finaliza una de las misivas. Y la correspondencia concluye: “Parece que han pasado meses desde el domingo, cuando te vi por última vez. No tengo mucho que contar mi amor así que hasta que nos veamos de nuevo, te envío todo mi amor. Tu eterno enamorado, Ted”.

El anciano confiesa extrañar aún muchísimo a su esposa, aunque reconoce que este tipo de memorias le han ayudado en el proceso.

De momento, Howard ya ha dado forma a su autobiografía, ‘La vida en Fen Edge’, que será publicada por la pequeña editorial británica Bound Biographies y en la que cuenta su relación durante más de cincuenta años con su gran amor. Además, pretende escribir un libro basado en las cartas y dedicárselo a su esposa. Seguro que piensa que existen los ángeles y que trabajan como carteros del cielo.

martes, 15 de julio de 2008

¿Problema? ¿Qué problema?


“Si seguimos siendo insensibles al problema del cambio climático, una cuarta parte de las especies vivas del mundo se extinguirá” (Agencia Grey para Greenpeace)

[Visto en chiquiworld]

lunes, 14 de julio de 2008

Informativos indecentes


Estimados editores de informativos: les propongo un juego por si quieren hacer más ameno su telediario ahora que en verano siempre escasean los contenidos sugerentes. "En una de las dos imágenes se puede apreciar una concentración de refugiados de la región sudanesa de Darfur; en la otra, el fin de fiesta del último gran certamen de belleza planetario. Adivine qué imagen se corresponde con cada enunciado." Si quieren añadan al enigma un concurso de mensajes vía sms y así se podrán sacar unas pelillas extra que nunca viene mal.


Los informativos de televisión se han convertido en un verdadero carrusel en el que lo dramático se mezcla con lo trivial creando un combinado sencillamente grotesco, por no decir patético.
A esto no se le puede reprochar nada desde un punto de vista formal. Tan “internacional” es la persecución de un antiguo nazi como el embarazo de Britney Spears. Ahora bien, desde una perspectiva ética los editores de estos programas manifiestan con frecuencia una absoluta falta de consideración hacia los protagonistas de sus noticias y, por ende, hacia el público en general.
Hoy mismo, en el informativo de la tarde de Canal Sur y separado por una simple cortinilla, se daba cuenta de la investigación abierta por la Corte Penal Internacional al presidente de Sudán, al que acusan de genocidio –se estima en 300.000 las personas muertas en cinco años de conflicto-, y, a renglón seguido, de la dura pugna entre Miss Colombia y Miss Venezuela por llevarse el cetro de la belleza mundial.

De forma gráfica, el espectador podía asistir a la transición de un plano en el que una anciana se arrastraba con una muleta hecha por dos ramas secas sobre una superficie pedregosa en la que aparecían agolpados un grupo mayor de desplazados, a otro en el que una estupenda y neumática señorita que dudo mucho que pueda situar Sudán en un mapa o deletrear la palabra Darfur se ponía una corona de brillantes sobre su espectacular peinado. Paradojas de la vida, esta última lloraba. La anciana de la muleta no.

La pregunta se cae de obvia. ¿Tanto cuesta mostrar un poco de sensibilidad hacia el dolor de los demás o es que lo único que realmente prevalece es el valor del telesegundo, el ‘share’, la espectacularización del mundo? De sobra sabemos que la realidad está plagada de miserias y de gozos y que unas y otros “interesan” por igual a una audiencia con frecuencia acrítica respecto a la hiperinflación informativa que padecemos. Pero, tampoco parece demasiado exigirle a quienes seleccionan este flujo mostrar al menos un poco de empatía con quienes no han tenido la suerte de poder contemplar desde el otro lado de una pantalla cómo se espantan las moscas los desheredados de la Tierra.

Un poco de criterio, sólo un poco, o para que me entiendan mejor, un poco de vergüenza.

domingo, 13 de julio de 2008

Después de 'Fuckowski'

Conocí ‘Fuckowski. Memorias de un ingeniero’ a través de mi amigo Paco Gálvez. No puede haber mejor publicista cuando se trata de difundir algo que él. Sabe ser enormemente persuasivo, lo cual resulta muy de agradecer cuando sus recomendaciones resultan atinadas, como es el caso. En apenas un mes al menos una decena de personas, compañeros de trabajo, habíamos leído la obra. No cabía duda de que la identificación con el personaje protagonista había tenido éxito.

Pero está claro que la suerte de esta obra, primera del malagueño Alfredo de Hoces está ligada al boca-oreja después de haber ganado en 2005 el IV Certamen Internacional de Novela Yoescribo.com. Podría considerarse a 'Fuckowski' como uno de los grandes y escasos éxitos literarios fraguados en Internet en nuestro país, y si bien esta circunstancia no le ha valido al autor un reconocimiento masivo, han bastado para ir configurando una ruidosa legión de seguidores que han encontrado en el libro un referente narrativo de este tiempo que nos ha tocado vivir. ¿Literatura posmoderna? Seguramente. Que yo pondría en mi biblioteca junto a Kennedy Toole o Houellebecq. ¿Obra de culto? Puede que también.

Alfredo de Hoces, Málaga, 1974

Fresco, inteligente, descarado –transgresor sería mucho decir-, el libro consigue atraparnos desde sus primeras líneas, una cualidad que no podemos ni mucho menos despreciar cuando a veces tenemos la tentación de pensar que ya lo hemos visto/leído/oído todo.

“Existe –inicia el libro- una línea marrón que divide la humanidad en dos grandes grupos: aquellos que nacen por encima de la línea de flotación y tienen una vida, y los que nacemos hundidos en la mierda y tenemos que darnos de hostias para salir a respirar.”

¿Cómo resistirse a seguir leyendo cuando se nos presenta la existencia entera en dos brochazos y sabemos a ciencia cierta que pertenecemos al segundo grupo, a los marrones -¿diría Dani Pedrosa “Yo soy marrón?-, a los fuckowskis de la vida?

De principio a fin y a través de unos relatos en los que lo autobiográfico no sólo no se oculta sino que sirve de refuerzo a las distintas tramas, Alfredo de Hoces nos hace un retrato caricaturesco del mundo actual que se desenvuelve a través de alienantes relaciones laborales –las que de manera concreta se desarrollan en el seno de las grandes empresas informáticas, que el autor conoce en profundidad-, de la hipocresía que contamina los vínculos sentimentales, del dibujo de un mundo de trepas, enchufados, crápulas y gorrones que asfixian toda disidencia arrinconándola a los márgenes de la sociedad.

Todo esto ya fue entrevisto por el Jurado que premió el libro y es descrito con acierto por Alejandro Párraga en el prólogo que acompaña la edición. No se trata ahora de descubrir mediterráneos. Pero Alfredo de Hoces asume ahora el difícil reto de dar forma a su segundo libro (‘Tren a la estación perdida’), el que siempre se supone de la confirmación y por lo tanto, el que más expectación levantará de su, esperamos, larga trayectoria.

De momento, y de forma consecuente con lo que ha sido su origen como escritor, ya ha colgado en su web el primer capítulo. Y resulta inevitable leerlo a la luz –que esperemos no se convierta en sombra alargada- del simpar ‘Fuckowski’. De entrada, destaca una primera diferencia entre ambos trabajos. El primero es una compilación de relatos. El segundo, una novela, lo que de entrada podría dar falsamente a entender que afronta un reto que por su propio género supone un salto cualitativo. No hace falta que venga yo a decir que esto es un error, por mucho que aún goce de cierto privilegio la visión que considera al relato como un arte menor al lado de la novela. Como si no hubiera existido un Poe, un Borges, o un Cortázar.

Bien es cierto, sin embargo, que mantener el pulso narrativo a lo largo de doscientas o trescientas páginas puede suponer una dificultad añadida. Pero si nos fijamos en su primer libro esto no tendría que ser un obstáculo para De Hoces. De hecho, la fragmentación de ‘Fuckowski’ supone, a mi juicio, su mayor carencia. Hasta que no tuve bien adelantado el libro no cobré plena conciencia de que me encontraba ante un compendio de relatos, algo que se va tornando evidente en la segunda parte. Dicho de otro modo, el autor optó por recrear distintas situaciones aparentemente inconexas –algunas de ellas genialmente presentadas- cuando por la naturaleza de los personajes y por el propio estilo podría haber elegido dotar al conjunto de una mayor unidad. Vamos, que donde yo veía una novela, el autor –por falta de atrevimiento, de reflexión, o quizá por pleno convencimiento- vio un conjunto de relatos, lo que a mí me dejó un regusto de cosa interrumpida que se me reproduce cada vez que decido de nuevo abrir el libro y releer alguno de sus capítulos, sin contar que, quizá por esta misma causa, algunos de los episodios (y el mismo epílogo) me dan la impresión de estar por debajo del nivel general. Quizá sería demasiado atrevido afirmar que se trató de una ocasión perdida. Sobre todo porque siempre queda la duda de si un mayor afán organizador no habría ido en detrimento de la frescura que emana el conjunto pero, bueno, se trata de observaciones a toro pasado que ni desdoran el resultado final ni tampoco sirven para mucho más que para bosquejar en voz alta las sensaciones que me dejó una obra que quizá podía haber volado aún más alto.

Lo que me sirve también de excusa para reflexionar sobre el peso que ‘Fuckowski’ pueda tener en el nuevo libro. Arriesgarse a colgar el primer capítulo en su web y someterlo al juicio de los lectores puede ser entendido de dos maneras: o bien el autor tiene plena confianza en su obra y sólo pretende compartir con sus lectores las evoluciones del nuevo trabajo –agradeciéndoles de paso su fidelidad-; o bien se muestra inseguro y quiere sondear a través de las respuestas de los internautas si va por el camino indicado. Bueno, existen otras posibilidades: que es un tipo muy majo; que cree en eso de la web 2.0; que quiere ir promocionando el libro desde antes de terminarlo… Menos la última, considero parcialmente acertadas el resto y fundamentalmente que, como la persona sensible y comunicativa que parece ser, oscila entre la confianza del escritor vocacional –y por tanto, con un destino- y el hombre que duda y que desea agradar a su público.

Desde esta perspectiva, los comentarios que puedan dejarle sobre el primer capítulo dudo de que alteren en grado significativo el esquema de trabajo que reconoce tener elaborado y que se basa en esos dos elementos que funcionaron en ‘Fuckowski’: humor y lírica (a partes iguales).
Juzgar una obra por su primer capítulo es, en cualquier caso, una castración sumamente peligrosa que puede valer para las grandes editoriales a la hora de que el editor junior siga adelante con la lectura o tire el manuscrito a la caja de reciclado. Pero, como han hecho otros, me atrevo sucintamente a emitir un juicio. ‘Tren a la estación perdida’ me da buena espina y mala espina a la vez. Buena, porque De Hoces aparenta una enorme facilidad para conectar con el lector a través del desarrollo de escenas y monólogos interiores del protagonista que te arrastran sin dificultad. Un dejarse llevar siempre gratificante. Pero, por otro lado, ahí puede residir el peligro, en especial tras su primera obra, que el efecto sorpresa se evapore, que nos adelantemos con demasiada frecuencia a las reacciones de los personajes, que la caricatura se convierta en cuadro costumbrista y que, al final, todos nos sintamos unos fuckowskis, incluso los minglanillas. Ya se sabe que “el infierno son los otros”.

En este primer capítulo echo de menos ese margen de incertidumbre en el que generalmente se mueve De Hoces en el libro anterior, esa sensación de que cualquier cosa puede pasar se ve mitigado, puede que por las mismas características del género que le obligan a una mayor dosificación. Pero, confío, no obstante, en que el talento del escritor sepa imponerse en una tarea, que no está de más recordar, no está al alcance de cualquiera. Y es que, Alfredo –permíteme la confianza-, no es por meterte más presión, pero ya sabes que es el precio que has de pagar por haber escrito un libro tan sorprendente. El que todos esperemos un “todavía más”, el que te acribillemos con nuestras personales hermenéuticas, aunque eso sí, siempre desde el respeto reverencial que despierta en el lector el haber podido disfrutar a través de un puñado de páginas repletas de chorradas como pianos de sensaciones que permanecerán alimentándonos durante mucho tiempo. Y ahora, menos cervecitas en pubs dublineses y al ordenador, que no tenemos toda la vida…:)

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P.S.: La historia de la literatura está llena de familias de escritores, hijos que heredan de sus progenitores la vocación por el oficio, pero resulta mucho menos frecuente el fenómeno inverso, el caso de padres que siguen el ejemplo de sus hijos en el mundo de las letras. Aquí encontramos uno. Y es que Margarita García-Galán, madre del autor de 'Fuckowski', acaba de iniciar una carrera como narradora que esperamos sea larga y prolífica. De momento, ya ha sido seleccionada como finalista en el Certamen de Relato Corto de Vélez-Málaga. Enhorabuena.

sábado, 12 de julio de 2008

Juan Eslava Galán, Los años del miedo

Bastante tiempo antes de que asistiéramos a la magia del photoshop, ya existían los fotomontajes. En el fondo, los motivos de ayer siguen siendo los mismos del presente. Aumentar el busto de una modelo o mejorar el aspecto de un dictador no dejan de ser formas similares de hacerle creer a la masa que vivimos en el mejor de los mundos posibles, de que aunque sus vidas pueden resultar tristes y deprimidas, siguen existiendo mujeres con necesidad de usar una talla 100 de sujetador y gallegos bajitos y oscuros capaces de echarle la pata encima al mismísimo regente del Imperio de los Mil Años. El encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya, catalogado durante mucho tiempo como un verdadero enigma histórico, habida cuenta de la distancia que media entre lo que los gerifaltes del Régimen contaron y lo que realmente puedo haber pasado, nos dejó dos fotografías: la real, y por lo tanto, la que no pudimos ver, nos muestra a un Franco envarado, casi robótico, al que Hitler –que no iba precisamente para pívot- le saca una cabeza y que luce en el pecho la Cruz del Águila alemana; la que distribuyó la propaganda, en la que Franco aparece ya con la Medalla Militar Individual sustituyendo a la insignia germana, nos ofrece sin embargo, una visión idealizada del dictador español, más seguro y confiado, sonriente, ejerciendo su dominio sobre una escena en la que un Hitler recortado le cede todo el protagonismo.

A pesar de las diferencias entre una y otra, las dos instantáneas (o la instantánea y la postantánea) nos ofrecen un único retrato de los años en los que tal acontecimiento se produjo. Es precisamente el retrato que Juan Eslava Galán nos ha querido hacer en ‘Los años del miedo’ (Planeta), su último ensayo histórico.

Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) ha ensayado en esta personal mirada sobre los años más duros del régimen franquista la continuación de ‘Una historia de la guerra civil que no le va a gustar nadie’. Si en la anterior diseccionaba algunos de los aspectos de la contienda española recorre ahora de forma cronológica la vida de nuestro país entre 1939 y 1952, años marcados por el hambre, la persecución política, la represión sexual, el estraperlo o la atosigante influencia de la Iglesia católica.

Años, claro, marcados por el miedo que supo insuflar en todos los ámbitos de la sociedad el Caudillo a través de la represión y control de cualquier atisbo de disidencia. Como decía Eslava Galán en una entrevista:

"El miedo es el sentimiento de la inmensa mayoría de la población española en estos años. No sólo de los que han perdido la guerra, sino también de los que la han ganado. El Estado arrincona al individuo. Los que ganaron la guerra procedían de una República que dio leyes aperturistas a la mujer. Cuando los franquistas dan el cerrojazo, esto afecta a las mujeres de derechas o de izquierdas. El miedo a las delaciones afecta a unos como a otros”.

Sobre el Dictador, Eslava Galán traza un retrato rico en detalles y con frecuencia irónico, que no esconde cierta admiración ante el hecho de que este hombrecillo no especialmente talentoso pero dotado con una rara capacidad para la sobrevivir política y físicamente en las situaciones más adversas, fuera capaz de tener bajo su bota a un país entero por espacio de décadas. A este respecto, los capítulos en los que se aborda la forma en la que Franco jugó literalmente con las aspiraciones de llegar al trono de Don Juan de Borbón resultan especialmente sabrosos.

Pero, junto a las aproximaciones más historicistas, que nos permiten seguir la evolución del Régimen desde la triunfal entrada en Madrid de Franco el día de la Victoria hasta la desaparición de las cartillas de racionamiento trece años más tarde, pasando por la “neutralidad” española durante la II Guerra mundial, el atentado fallido contra el dictador o la visita de Eva Perón, entre otros muchos aspectos, destacan de ‘Los años del miedo’ los abundantes pasajes dedicados a reconstruir la vida corriente de ciudadanos corrientes, vencedores o vencidos, durante este difícil tiempo. Siempre bañados por el sentido del humor del que hace gala el autor a lo largo del libro, descubrimos a unos personajes que se abren paso rodeados de penurias a fuerza de tesón y en muchas ocasiones de picardía. Dignos herederos de la novela picaresca algunos de los protagonistas de la obra, en especial los masculinos, ponen sobre la mesa todos sus recursos para trepar por las rendijas de un régimen que premia cualidades como la adulación, la hipocresía o el gregarismo en grado superlativo. Conforman este tipo de descripciones, junto a las que retratan la represión sexual de la época a cargo de los representantes eclesiásticos, algunos de los momentos más entretenidos y a la vez surrealistas de este mosaico de la vida española de hace seis décadas.

Las ilustraciones que acompañan el libro, los numerosos chistes de la época que aparecen reflejados y la reproducción de numerosos anuncios que aparecieron en la prensa del momento son otros elementos que permiten disfrutar de una obra que, aunque pueda no ser del gusto de los historiadores más ortodoxos, resulta altamente recomendable para quienes deseen adentrarse en unos años grises y con frecuencia dramáticos de forma vívida y amena. Con el bisturí pero sin ensañamiento.

viernes, 11 de julio de 2008

Agosto de Pasión

Para un ateo que trabaja en una televisión local en un pueblo de Andalucía en el que la Semana Santa es más que una religión, no es de fácil digestión el tener que darle un trato prioritario a un evento cuyos fundamentos no comparte en absoluto. Hace un par de años, no contentos con tener que cubrir para la tele todos los desfiles procesionales, ni de hacer durante dos meses un programa previo sobre Semana Santa -eso sí, con un look bastante moderno para lo que suele ser habitual- ni de dar cobertura informativa a novedades, itinerarios, etc., etc. tuvimos la genial idea de repetir las mejores imágenes de la última Semana Santa en verano. En agosto concretamente. Con toa la caló. Una manera de llenar, sí, pero también de mostrarles a los turistas que por estas fechas toman la Costa del Sol hasta qué punto los veleños nos tomamos en serio nuestras tradiciones. Que no se diga.
Ya que estábamos decidimos aligerar un poco la presentación de asunto tan solemne y nos pusimos a trabajar en una promo divertida, sin llegar a irrespetuosa, que combinara la fórmula televisión-semana santa-agosto, y situamos a un penitente paseando por la playa arriba y abajo ante el estupor de los bañistas. La cosa es que funcionó y al siguiente año decidimos darme al mismo penitente un remojón en una piscina -duchándose antes, ¿eh?-, y puesto que no nos excomulgaron y ni siquiera nos azotaron, hemos vuelto a repetir este verano la experiencia. Modestamente estamos satisfechos con el resultado. Y especialmente con la posibilidad que hemos tenido de jugar a partir de un tema que, elementos estéticos aparte, no a todos nos apasiona de la misma forma.

jueves, 10 de julio de 2008

Una planta para George W. Bush

El mandato de George W. Bush al frente del Estado más poderoso del mundo está tocando a su fin. El exgobernador de Texas lo sabe y está haciendo todo lo posible por no pasar a la historia como el pistolero paleto y bravucón que muchos piensan que es.

De momento, no está teniendo demasiada suerte. Sus tímidos intentos por poner algo de orden en Oriente Medio, última mano que había jugado para maquillar su pésima imagen, están chocando con la realidad de una región con odios demasiado arraigados como para poder ser dejados a un lado con actuaciones tomadas a destiempo.

La situación en Irak no es ahora mismo la peor de las posibles aunque dista mucho de ser idílica, y el mero hecho de plantearse una retirada masiva de tropas parece impensable. En Afganistán, la situación es casi peor, no viéndose una salida al largo túnel de un país que hace décadas que –entre otras cosas merced a los desastrosos efectos provocados por la ingerencia norteamericana- vive entre cascotes. Y qué decir, respecto a Irán. Las políticas llevadas a cabo por la Administración Bush no han tenido los resultados deseados y el clima de tensión permanente no tiene visos de cambiar.

En definitiva. El mundo con Bush es mucho menos seguro que antes de él (y bastante más sucio, dicho sea de paso), lo que no quiere decir que algún día a alguien no se le ocurra proponerlo para Premio Nobel de la Paz, que cosas más raras se han visto.

Además, al contrario que algunos de sus predecesores, Bush no puede minimizar su nefasto balance en política internacional mirando los resultados que ha cosechado dentro de su propio país. No se trata de sacar a colación la gestión del ‘Katrina’ ni otros hechos puntuales que pudieran evidenciar cómo este presidente ha gestionado los asuntos domésticos. La negativa ola económica que atraviesa el planeta y que, según algunos economistas, él no ha sabido tampoco ni mucho menos afrontar, tiene sumido al país en la zozobra. Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial pero ha visto mermados sus superpoderes no sólo por la irrupción de los nuevos gigantes asiáticos, sino por los propios europeos que como nuevos ricos hemos ido a los ‘states’ a pavonearnos con nuestro ‘hay que ver qué barato está tó en Nueva York y en Madrid no hay quien pueda’.

En conclusión, que ante tan magro balance, no nos queda otra que aplaudir la iniciativa que han tomado un grupo de ciudadanos de San Francisco que, adelantándose al inminente abandono de GWB de la Casa Blanca (será en enero de 2009) han propuesto que una planta de aguas residuales lleve su nombre, para lo que pretenden que el tema sea sometido a votación en las elecciones de noviembre.

"Es importante recordar a nuestros dirigentes en el contexto histórico adecuado”, ha expresado con cierta ironía, me da a mí la impresión, un miembro del llamado Comité Presidencial Conmemorativo de San Francisco, Brian McConnell.

De momento, este grupo ha presentado 12.000 firmas con la petición ante el Departamento de Elecciones de San Francisco con la intención de que la planta ‘Oceanside Water’ sea renombrada como ‘George W. Bush’.

Según McConnell la función de una planta de tratamiento de aguas “consiste en arreglar el desorden”, por lo que según él, “se trata de un tributo que encaja perfectamente”.

De momento, los republicanos no se han mostrado muy favorables. Como son conservadores, desean conservar el actual nombre. Pero a buen seguro que si nos dejaran votar a los demás el referéndum tendría un incontestable resultado positivo. ¿O quizá no? Ahora que lo pienso, ¿no fue éste el mismo presidente que resultó elegido justo después de haber mentido al mundo con la existencia de las inexistentes armas de destrucción masiva?

Cosas veredes…

martes, 8 de julio de 2008

17 euros por hora

Noticia: Según la Encuesta trimestral de coste laboral los españoles cobran 16,73 euros por hora trabajada.
Análisis: Jajajajajajajajajajajajajajajajaja.....jajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj.........
jajajajajajajajajajajaj

lunes, 7 de julio de 2008

Tu opinión

El otro día, un anónimo lector de este blog, me ponía verde a propósito de un post que publiqué sobre Carlos Ruiz Zafón. Ustedes recordarán el episodio. El escritor barcelonés había tildado de mediocre y no sé cuantas cosas más la literatura hecha en España –como él vive en Miami no está incluido (lo mismo le debe de pasar a Alejandro Sanz, al que todo el mundo considera como un cantante norteamericano)-, bueno, que me voy por las ramas, Zafón se despachó a gusto (para salir más tarde desmintiendo al pérfido redactor que había sacado, cómo no, sus palabras de contexto). Un servidor, mucho más modestamente –las 30 ó 40 visitas diarias que recibe este blog no se pueden comparar con el millón de ejemplares de la primera edición de su último libro- le dedicó también unas palabras al autor de La sombra del viento. Nada del otro mundo, algo del tipo “joder, no se puede ir así por la vida, tío” o “pues no se cree éste que es el puto Shakespeare”… Un poco mejor construido, pero más o menos así en el fondo.

Posiblemente haya perdido a aquel lector enojado conmigo por criticar a un autor al que no he leído y con cuya obra, por cierto, no me meto. Directamente, porque no puedo. Pero, mientras las lágrimas surcan mis mejillas dejando huellas indelebles en mi rostro azotado por el levante meridional, he dado con alguien a quien también se le podría endosar el calificativo de “snob” que me atribuyó el amigo.

Este artículo que firma María José Hernández Lloreda critica, a mi juicio, con acierto, el actual relativismo cultural del que se valen algunos para intentar desmontar tus argumentos entonando el clásico: “bueno, esa es tu opinión”, algo que en el ámbito concreto de la literatura no sólo está bastante extendido sino que está ocasionando graves perjuicios, al permitir la creación de un canon hecho exclusivamente –con el apoyo, por supuesto, de las grandes editoriales- por el gran público o, ahora que estamos en fechas, por el lector de playa, sujeto que se alimenta exclusivamente de los top ten de los mostradores de grandes superficies y que se piensa que es tó cool porque regala libros de muchas páginas en vez de corbatas o pañuelos de dudoso gusto.

El artículo tiene por título “Pues a mí me gusta”, y aun no coincidiendo con algunos de los autores que incluye en su lista negra –y sí gustándome mucho el fútbol-, coincido en el fondo del asunto, de ahí que recomiende su lectura íntegra. A continuación, extraigo un fragmento, por si alguien quiere ir abriendo boca. Ah, y si no están de acuerdo con lo que la autora suscribe, firmen al menos sus críticas. Que eso de anónimo está bien para el Lazarillo. Pero para poco más.

“Yo tengo un problema cuando hablo de literatura con los demás: tengo tan poca inteligencia social que me empeño en decir lo que pienso. Y eso tiene un efecto muy negativo en el que lo escucha, que siempre percibe que hay cierto aire de superioridad en el tipo de afirmaciones que hago. Nada más lejos de mi intención. Sin embargo, yo escucho constantemente este mismo tipo de aseveraciones de sus labios sin que sientan el más mínimo remordimiento cuando las expresan.

Voy a explicarme un poco más.

Si uno dice que Almudena Grandes, Kent Follett, Ruiz Zafón, Paul Auster, Juan José Millás, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Vicente Gallego, Benjamín Prado, Carlos Marzal… y así hasta el infinito, no son literatura o, por no entrar en discusiones conceptuales, son literatura mala, siempre me espetan con lo mismo: “es tu opinión” y “a mí me gustan”. Por una parte, es obvio que uno siempre habla desde su opinión y no veo necesidad en hacerlo expreso cada vez que uno expone su pensamiento. Por otra parte, no tengo nada que decir a eso de “a mí me gustan”, ahí nunca hay nada que decir, cada uno disfruta con lo que quiere o puede y no seré yo quien haga ningún juicio de valor al respecto. Pero siempre insisto, no es que me gusten o no me gusten, es que no son buenos y de ello no tengo la menor duda. Y no sólo no tengo yo la menor duda, sino que todos los que siempre han sido para mí referentes en literatura tampoco la tienen. Curiosa coincidencia. Pero sólo hay que esperar el momento adecuado para poner a cualquiera frente a su propia argumentación.

Voy a poner un ejemplo que puede servir para ilustrar mi indignación. De fútbol no tengo ni idea y salvo si alguien mete un gol o el portero hace una parada espectacular, no soy capaz de ver nada. Me resulta totalmente imposible saber quién es el organizador del juego y cómo lo hace, el centro del campo es un concepto tan abstruso como el éter… Si estoy con alguien que entiende de fútbol mis comentarios bien podrían ser de este tipo: “qué bien están jugando”, a lo que te contestan, “qué dices, si no están haciendo nada”, “ya pero han marcado 3 goles”, “sí pero no lo están haciendo bien”, “pues a mí me está gustando”. Por supuesto, se dirigirían a mí con el mismo aire de superioridad que me achacan y no habría forma humana de que, desde mi ignorancia del fútbol, les logre convencer de que yo tengo el mismo derecho a opinar de fútbol que ellos. Es más, nadie pondría muchas objeciones en la expresión: “que entiende de fútbol”.

Pero es cierto que no puedo negar que hay una diferencia importante, que la gente cuando se siente ofendida por este tipo de comentarios no lo hace por capricho. La literatura está marcada socialmente como un signo de nivel cultural y el fútbol no (de momento). Por eso yo puedo pasar sin ningún problema por una inculta en materia de deporte sin que ello suponga el menor problema, pero a la gente no le gusta pasar por inculto en materia literaria en nuestra sociedad.”

martes, 1 de julio de 2008

Todo sobre la publicidad

Nada escapa a las redes de la publicidad: los medios de comunicación que se convierten en altavoces de los partidos a los que sirven y de los que se sirven; los partidos políticos, que han convertido su razón de ser en una permanente lucha por atraerse a sus electores/consumidores; los consumidores que se dejan seducir por los cantos de sirena, de los medios y de los partidos y que, en última instancia, terminan convertidos en soportes cuando no directamente, mediante un juego de ocultamiento y desvelamiento, en anuncios de sí mismos.

Pero, ¿qué esconde el alma del publicista, ese vendedor de estados de conciencia, ese mercader del falso templo de la felicidad, ese blanqueador de sepulcros capaz de vender su alma al diablo con tal de ganar la pasta que terminará gastando en esos productos que él mejor que nadie sabe que no guardan nada más que la fría materialidad de las cosas que han sido desprovistas de los trajes metafísicos que él y los de su ralea les han puesto?

¿O es acaso el creativo una víctima más de un sistema opresivo que le paga por engañar a su hermano diciéndole que limpia lo que no limpia y no se rompe lo que vaya si se rompe? O mejor, ¿no será tal vez un poeta del capitalismo, obligado a penetrar por las fisuras por donde resuella el poder para dar rienda suelta a su imaginación y a su ingenio, ridiendo tributo no al que le paga sino a la inteligencia en definitiva, por no decir que al mismo Arte?

La publicidad puede que tenga algo de todo esto. El publicista lo sabe. Sabe que él encarna al literato y al vendedor, al director de Arte y al técnico capaz de dominar una jerga incomprensible. Pero, por encima de todo, el creativo de publicidad es un mandao que, si encima tiene que desarrollar su trabajo en medios locales (y sé lo que me digo), sabe lo que es enfrentarse diariamente al Abismo, o lo que es lo mismo a conversaciones como ésta: "el spot no me ha gustao", "pero si es superoriginal", "ya, pero no me sacáis los cuatro móviles de la empresa ni la foto del despacho en la que se me ve al lao del delegao en la inauguración de la nave y además la música esa que le habéis puesto es la primera vez que la escucho, ponerme el chiki-chiki ese, hombre", "entonces..., no le ha convencido", "si me habían dicho que vosotros érais muy lentos"...

Aunque, la verdad, podía perfectamente haberme ahorrado todo lo anterior. Uno, que se pone intenso. Quienes realmente le han sacado la médula a la publicidad son los de 'Muchacha Nui' en un hilarante doblaje que recordamos a continuación:

La reina de las hamburguesas

Lo publica el diario británico The Sun: Isabel II de Inglaterra se ha convertido en propietaria de un establecimiento de la cadena McDonald's en las proximidades de su castillo de Windsor.

El diario, que ilustra la información como aquí aparece (no perderse el detalle de la etiqueta que aparece pegada en la camiseta, en la que puede leerse el diminutivo de su nombre, Liz- ha informado que el Crown Estate, que reúne los bienes raíces de la Corona, ha invertido 92 millones de libras en un complejo comercial en la localidad de Slough, al que pertenece el McDonald's.

De este modo, desde sus propios apartamentos reales, la Soberana puede ver la hamburguesería al otro lado del Támesis, y relamerse con esas especialidades que a buen seguro harán que su colesterol se suba a los pinchos de la corona.

En McDonald´s están la mar de orgullosos: “Estamos encantados de que nos haya elegido en vez de Burger King", dijo un representante de la empresa, quien agregó que el único problema es que la entrada para que los automovilistas puedan recoger sus hamburguesas sin salir del coche es demasiado estrecha para el Rolls-Royce de la Soberana. Humor inglés que se dice.

 
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