El encarecimiento de los alimentos a nivel global podría acentuar las condiciones de pobreza de unas 100 millones de personas. Ésta es una de las conclusiones extraídas de las reuniones que tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional mantuvieron este pasado fin de semana para discutir la inflación en los precios de los alimentos y de la energía, así como la crisis crediticia que afecta a los mercados financieros globales.
A pesar de que este tipo de alarmas se han convertido en habituales, la que nos ocupa reviste unos tintes aún más dramáticos. Según indicó el director del Banco Mundial, Robert Zoellick: “No podemos esperar con esta situación, por lo que debemos poner el dinero donde está nuestra boca para que podamos llevar alimentos a personas hambrientas. Es así de crudo”.
Pero, ¿qué ha desencadenado esta situación?
Al parecer el impacto de los biocombustibles sobre el encarecimiento de los alimentos fue una de las cuestiones abordadas, ya que los economistas del BM consideran que pueden haber contribuido al alza en los precios de los alimentos.
El dato viene avalado además por algunos informes de la Organización de Naciones Unidas, que indican que la oferta alimentaria de varias materias primas se ha reducido, toda vez que países como Brasil y Estados Unidos han dedicado vastas áreas de tierra arable para la cosecha de rubros que sirvan para generar combustibles, como etanol. El portavoz especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, ha llegado en este sentido a afirmar que la producción masiva de biocombustibles es un "delito contra la humanidad".
Es el reverso oscuro de las presuntamente políticas “verdes”.
Desde luego, no es éste el único motivo. Los precios de los alimentos se han disparado también por el incremento en la demanda, la súbida del petróleo y por los climas pobres de algunos países, hasta el punto de que materias como el trigo, el arroz o el maíz han llevado a un alza en la totalidad de los precios de los alimentos del 83% en los últimos tres años, según cifras del BM.
Esta dramática situación, cuyos efectos se están dejando notar en todo el mundo, pero cuyas consecuencias resultan devastadoras en las zonas más sensibles del planeta, ha provocado ya protestas en Egipto, Costa de Marfil, Etiopía, Filipinas, Indonesia, o Haití, país este último donde las manifestaciones han tumbado el gobierno, dejando cinco muertos.
De momento, la propuesta de Zoellick de emprender un plan de acción para impulsar una producción agrícola a largo plazo, contó con el apoyo del comité de ministros de economía y desarrollo del BM, aunque queda por resolver cómo se concretarán estas medidas.
Están en juego nada menos que el futuro, no de cien millones de personas (la población de Lituania, Irlanda, Finlandia, Eslovaquia, Dinamarca, Bulgaria, Austria, Suecia, Hungría, Chequia, Bélgica, Grecia y Portugal, juntas) que viviendo en la opulencia se vuelvan pobres, sino de millones de pobres que pueden caer en la extrema miseria, cuando no sencillamente en muchos casos dejar de existir.
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