1. Para comer no hace falta tanto rollo. Una cosa es innovar y otra perder la cabeza. Se puede comer bien por 5, 10, 30, 50, 100 y 300 euros el cubierto. Sólo hay que aplicar el principio de utilidad. Una papa asada comida con una cuchara de plástico en un poyo de un paseo marítimo de espaldas al Mediterráneo puede resultar algo más satisfactorio que un almuerzo en un selecto tres estrellas michelín.
2. La cocina es un arte tanto como la marquetería, el tiro al plato, el punto de cruz o llegar a final de mes ganando mil euros mensuales. Pero suponiendo que Adriá sea el Duchamp de los fogones, cuidado con lo que puede estar por venir. No me quiero ni imaginar cómo serán los hermanos Chapman del gorro blanco: Salteado de labio superior de muñeca hinchable con arenques del Cantábrico desfibrilados al modo more geometrico.
3. Santi Santamaría probablemente sea un cocinero excepcional, pero de lo que no cabe duda es de que aspira a convertirse en un excepcional vendedor de libros. Ambas cosas son compatibles. Y si no, que se lo digan a Arguiñano.
4. El robocop. Perdón. Las pretensiones de pureza resultan con frecuencia sospechosas. Lo del 100% natural es un recurso publicitario que la realidad se ha encargado una vez tras otra de desmontar. ¿Es natural el frigorífico en el que conservamos las verduras ecológicas? ¿Es natural el agua embotellada? Lo peor es que otros se encarguen de demostrar que tú empleas los mismos aditivos que criticas, vamos, que te han pillao con el carrito del helao. Y, vaya por Deu, el helado tenía procrema y glicerina. Chico malo.
5. Convertir en causa patriótica la alta cocina española, porque el escándalo ha llegado a todo el mundo y “los franceses tienen que estar frotándose las manos” es de besugos.Con la comida no se juega. Callar lo que se piensa porque puede afectar al negocio está bien para los que viven del mismo –es lo que han hecho los franceses toda la vida-, no para el común de los comensales, a los que esta mercadotecnia nos trae al pairo. No caigamos en la trampa.
6. ¿Por qué habla Ferrán Adriá tan raro?
7. ¿Puede la comida politizarse? ¿O no se han dado cuenta de que los críticos con la nueva cocina, salvo excepciones, suelen ser de derechas mientras los defensores tienden hacia la izquierda? ¿Será que la vanguardia culinaria es cosa de nuevos ricos?
8. No me cabe duda de que en el Bulli, un poner, se tiene que comer largo y bien. Como para echar un fin de semana ahí, con el pañuelo anudado al cuello. Ahora, está por calibrar el perjuicio que sobre la cocina local –la de mi pueblo mismamente- está teniendo la vanguardia gastronómica. Algunos espabilaos se han dado cuenta de que poniendo el nombre del plato más largo en la carta, el tamaño del solomillo se reduce a un ritmo inversamente proporcional al crecimiento de la factura.
9. Que digo yo. ¿Por qué hablará Ferrá Adriá tan raro?
10. Como me falta una reflexión (es un decir), y no puedo resistirme a que estas notas adquieran forma de decálogo –qué bonico-, aprovecho para ofrecerme a unos y otros, los químicos y los físicos, los michelines y los musculados, los modernos y los tradicionales, como catador de sus excelencias culinarias. Porque si una cosa le falta a este análisis es poder contrastar la información. Prometo hacer una crítica favorable en este mismo blog. Vamos, que me vendo por un plato de lentejas. Aunque sean desestructuradas.
[Artículo recomendado por soitu]
1 comentario:
Sencillamente, genial. Comparto su opinión totalmente, incluso esos rasgos irónicos que refuerzan el artículo. Sólo tengo una pequeña duda: ¿Sabe hablar Ferrán Adriá o es una cassete que tiene en la barriga y hay que pulsar?
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